No me gusta concebirla solo como una confianza que descansa sobre Otro. Aunque ese Otro, en mayúscula, sea el Todopoderoso que es. A sabiendas del poder y alcance de su voluntad, prefiero entender la fe, como una certeza que se construye en la búsqueda de aquello que se anhela.

Es decir, reconozco el poder de la oración, como reconozco el poder de actuar fuera del templo, a diario, en la lucha por aquello que se cree merecido.

Entiendo que así funciona. No solo sucede afuera, esencialmente sucede adentro. No solo confío en que lo que se controla externamente, confío en que dentro de mí está la fuerza necesaria para hacer cuanto tenga que hacer hasta lograr el ansiado momento en el que solo quede agradecer.

Pero no siempre se ha visto así. Hemos concebido la fe como la tranquilidad de quien tiene el poder de querer todo, de delegar todo, de esperar todo, mientras se está en una interminable espiral de peticiones. Valga decir, ¡qué importante es saber pedir!, saber declarar algo que se quiere, que se anhela y se necesita. Pero sin excepción, el acto de pedir debe estar acompañado de un dar, que aunque no se pida, ha de presentarse como ofrenda; como agradecimiento anticipado por el favor concedido.

Es un signo de los que logran. Creen. Tienen fe. Y la sostienen, porque al lograr descubrieron el poder que se nos confió al nacer: el de hacer y lograr según nuestros actos.

iQué extraordinario! Cuando nacimos, Aquel en el que creemos dijo: “nace, que creo en ti”. Aquel en el que depositamos nuestra fe, afirmó: “anda, que tengo fe en ti”.

Pero el poder no se activa si no se reconoce a sí mismo. Es como el superhéroe que no ha descubierto que lo es, que no está al tanto de que tiene al menos una habilidad extraordinaria que le distingue, que se le ha entregado para el cumplimiento de una misión.

Quizá de eso se trate, de descubrir la habilidad extraordinaria que hemos de desarrollar y administrar, para ponerla a prueba una y otra vez, de maravillarnos por el alcance de ese superpoder, de ponerlo al servicio de la tarea encomendada… Es cuanto hace falta… Más superhéroes, declarando y honrando la fe en este templo que somos y que se nos ha brindado para habitar todos y cada uno de nuestros días.

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