Solemos hacer énfasis en las carencias, en aquello que no funciona, en lo que caracteriza de algún modo a los períodos de crisis, pero nos cuesta reconocer lo bueno, lo que se hace con denodado esfuerzo para mantener los niveles de la educación, de la cultura, y si se quiere de la civilidad. El mes de enero de 2021 trajo consigo el N° 73 de la Revista Actual Divulgación, de la Universidad de Los Andes, en esta oportunidad dedicada al Cuerpo (en todas sus facetas, nociones y miradas), que busca el estímulo y la divulgación de la cultura y el arte en sus diversas aristas, y que está dirigida al gran público estudiantil que halla en ella importantes referentes para su formación; aunque, qué duda cabe, aspira a su internacionalización, y creo que no está lejos de alcanzarla. Debo en primer término reconocer (debería ponerlo con mayúsculas) a la profesora y buena amiga Dianayra Valero Molina, directora de la revista, editora del N° 73, y por si fuera poco, correctora de estilo también, quien dejó largos meses de trabajo y de empeño para entregar un número hermoso, estupendamente diagramado, con un concepto novedoso, que contiene importantes trabajos, pero que es en sí misma una obra de arte. En su Nota Editorial la citada colega expresa algo que me conmueve, y a la vez me impele a la esperanza: “Escribir en espacios de emergencia es un acto de afirmación de la vida, la escritura en estado de excepción, de fragilidad y resistencia, tiene un carácter testimonial histórico, y la labor del escritor que resiste a través de su pensamiento alivia el desaliento del hombre amenazado de muerte y sosiega su demasiado humano miedo de morir. Solo la creación, la acción intelectiva-espiritual y mesurada, ante un espacio-tiempo inciertos, nos permitirán como nación tolerar el paso más rocoso del camino…”.