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Campañas y descalificaciones

La democracia israelí, el Estado de Israel y sus ciudadanos, se merecen el respeto necesario que empieza por los intercambios de altura entre los adversarios políticos de turno

  • ELIAS FARACHE S.

26/01/2021 05:02 am

Israel se encuentra en plena campaña electoral. Se va a las urnas electorales por cuarta vez en menos de dos años. La verdadera razón de tantas elecciones, además de las rencillas personales, el ego de los candidatos y las diferencias de criterio respecto a ciertos temas, es una extrema polarización.

La mitad de la población quiere a Netaniahu, y la otra mitad no lo quiere como primer ministro. Las acusaciones contra Netaniahu, la falta de simpatía que tenga en ciertos sectores, no han sido suficientes para desbancarlo. Y las simpatías que despierta Netaniahu, en otros tantos sectores, además de sus logros como el primer ministro más longevo en funciones, tampoco han servido para lograr una coalición estable.

Esto es suficientemente preocupante. Pero más aún resulta el intercambio entre el campo que apoya a Benjamín Netaniahu, y el campo que lo adversa con fiereza. Un intercambio de descalificaciones, a veces de insultos, y la consolidación de un ambiente de enfrentamientos y desconfianza que nos deja una profunda duda respecto al futuro promisor que ha de tener un país y sus habitantes.

Israel es un país de éxitos, de democracia pujante, de retos resueltos y de mucha innovación. Hoy día, se toma como ejemplo en la campaña de vacunación contra el COVID 19, y con seguridad la data que se recoja del proceso será de utilidad para todo el mundo. Está en pleno proceso de normalización diplomática con varios países árabes, lo cual puede significar un dramático cambio en la realidad geopolítica de la región y el mundo. Sin embargo, el éxito y progreso que el exterior percibe de Israel, no parece ser percibirse dentro del país, y un agrio debate se lleva a cabo día a día, en campaña electoral o sin campaña de por medio.

Además de la polarización señalada antes, el irrespeto a las instituciones, las formas y las personas, se han convertido en algo demasiado cotidiano, aceptado y repetido. Eso no es nada bueno. El elector, y el ciudadano común, pierde confianza en sus gobernantes, y en quienes pretenden sustituirlos. Las campañas de descalificación atacan a los adversarios políticos, pero más que ello, termina por descomponer la sociedad y causar ingobernabilidad.

Se entiende que no es sólo un fenómeno local de Israel. La campaña electoral de los Estados Unidos para la elección presidencial 2020, ha dejado secuelas y heridas que tardarán el sanarse. El intercambio de descalificaciones descalifica a las partes, no sólo a una de ellas. Con ello, se debilita todo el sistema y su institucionalidad. Los mecanismos de comunicación en tiempo real, concebidos para mantener más y mejor informados a los ciudadanos, a los electores, se han convertido, en buena y letal medida, en armas de desestabilización y confusión.

Los tiempos por delante requieren un adecentamiento del debate. En Israel, se tiene la amenaza latente de Irán nuclear, la frontera de Siria ardiendo, Líbano en manos de Hizbolá, Gaza armada con cohetes y túneles, la Margen Occidental en manos de un Autoridad Nacional Palestina algo confundida. La necesaria libertad de prensa y opinión, debe asumir una responsabilidad cierta, en vista de la tremenda influencia que tiene y su desmedida capacidad de penetración.

La democracia israelí, el Estado de Israel y sus ciudadanos, se merecen el respeto necesario que empieza por los intercambios de altura entre los adversarios políticos de turno.

Campañas y descalificaciones. Necesitamos campañas que califiquen como apropiadas.

eliasfaraches@gmail.com
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