Dos mil veintiuno
Este año es mi decisión vivir y hacerlo bien. Esta invitación la extiendo a todos quienes con buena vibra y mucha fe construyen su mapa de esperanzas en base a sus fortalezas
Hace una madrugada fresca. La luna aparece a ratos y en otros momentos la lluvia llega, lo que obliga la huida al carro. A pesar de disfrutar de este espectáculo la noche invita a estar despiertos. Es poco más de las tres y la plaga no deja estar tranquilo en ningún lugar. Aquí seguimos en la cola de la gasolina, parece que estamos encerrados aún en 2020.
La descripción anterior pasó en la madrugada del cuatro de enero. El tema de la gasolina es de esas cargas que arrastramos del año viejo. Sin ser responsables de las causas, somos dueños de las consecuencias.
Y como muchas otras ocasiones, o situaciones, arrastramos responsabilidades que no son nuestras pero nos tocan. Las obligaciones sociales que incluye el Pacto Social nos dicen que en nombre de la igualdad estaremos juntos en las buenas y las malas, como un matrimonio obligado de esos de la monarquía o esa era mantuana que ya es lejana, aunque a ratos aparece con una vigencia que asombra.
Somos responsables por sociedad de unas acciones no son nuestras, no pedimos, no hicimos y no queremos, pero toca. Hay otras cosas de las que si podemos ser responsables y eso es de nuestra exclusiva autoría, complicidad y acción.
Esas son las cosas que podemos cambiar, las de autoría propia, las que acusan acciones que nos comprometen y nos obligan a cargar y asumir las consecuencias. Lo demás es simple invitación a un festín del que somos dueños de las sobras.
Y podemos preguntarnos cuál es nuestro rol en este escenario y la respuesta, por responsabilidad propia y colectiva, es no creer en buenas intenciones que no existen, en salvadores y mesías de su propia codicia, en héroes de mentiras que engañan para prevalecer ellos y los de ellos en detrimento de la vida nuestra.
Nos toca entonces actuar desde la sindéresis, desde el valor propio de las acciones y desde las creencias personales e individuales. Somos responsables de lo que somos y hacemos. “Somos lo que hacemos, sobre todo lo que hacemos por cambiar lo que somos” como diría Galeano.
Este reto llamado 2021 solo lo cambiaremos nosotros, desde nuestras perspectivas e intereses y no las de otros. Este año o somos mejores o seguiremos en este camino cerrado por derribo, en palabras de Sabina.
Reinventarse, más que una consigna es una realidad de vida. Ya sabemos lo que es estar estancados. Ya conocemos las consecuencias de permitir que otros manejen nuestros espacios de vida. La toma de decisiones que no tenemos no la podemos cambiar, pero si nuestros espacios inmediatos deben sufrir transformaciones. Este ciclo nuevo de 365 días es una oportunidad única para hacerlo. Para luego es tarde.
Por mi parte me declaro en desobediencia a las normas sociales que por uso cotidiano me oprimen y me muestro emancipado a crear mi propia realidad más allá de las adversidades impuestas.
Este año es mi decisión vivir y hacerlo bien. Esta invitación la extiendo a todos quienes con buena vibra y mucha fe construyen su mapa de esperanzas en base a sus fortalezas.
Hoy, más allá de la plaga que me acompañó toda la madrugada, decido hacer lo que me hace bien, lo que alimenta mi vida y mejora mi entorno. Hoy, una vez más en la cola de la gasolina me declaro en contra de la ignominia que afecta mi vida y de la que no soy responsable.
“Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora”, cómo dijo Machado.
Aprende, crea y emprende.
Comunicador Social UCV
Facebook, Instagram & Twitter: leozuritave
Leozurita.ve@gmail.com
La descripción anterior pasó en la madrugada del cuatro de enero. El tema de la gasolina es de esas cargas que arrastramos del año viejo. Sin ser responsables de las causas, somos dueños de las consecuencias.
Y como muchas otras ocasiones, o situaciones, arrastramos responsabilidades que no son nuestras pero nos tocan. Las obligaciones sociales que incluye el Pacto Social nos dicen que en nombre de la igualdad estaremos juntos en las buenas y las malas, como un matrimonio obligado de esos de la monarquía o esa era mantuana que ya es lejana, aunque a ratos aparece con una vigencia que asombra.
Somos responsables por sociedad de unas acciones no son nuestras, no pedimos, no hicimos y no queremos, pero toca. Hay otras cosas de las que si podemos ser responsables y eso es de nuestra exclusiva autoría, complicidad y acción.
Esas son las cosas que podemos cambiar, las de autoría propia, las que acusan acciones que nos comprometen y nos obligan a cargar y asumir las consecuencias. Lo demás es simple invitación a un festín del que somos dueños de las sobras.
Y podemos preguntarnos cuál es nuestro rol en este escenario y la respuesta, por responsabilidad propia y colectiva, es no creer en buenas intenciones que no existen, en salvadores y mesías de su propia codicia, en héroes de mentiras que engañan para prevalecer ellos y los de ellos en detrimento de la vida nuestra.
Nos toca entonces actuar desde la sindéresis, desde el valor propio de las acciones y desde las creencias personales e individuales. Somos responsables de lo que somos y hacemos. “Somos lo que hacemos, sobre todo lo que hacemos por cambiar lo que somos” como diría Galeano.
Este reto llamado 2021 solo lo cambiaremos nosotros, desde nuestras perspectivas e intereses y no las de otros. Este año o somos mejores o seguiremos en este camino cerrado por derribo, en palabras de Sabina.
Reinventarse, más que una consigna es una realidad de vida. Ya sabemos lo que es estar estancados. Ya conocemos las consecuencias de permitir que otros manejen nuestros espacios de vida. La toma de decisiones que no tenemos no la podemos cambiar, pero si nuestros espacios inmediatos deben sufrir transformaciones. Este ciclo nuevo de 365 días es una oportunidad única para hacerlo. Para luego es tarde.
Por mi parte me declaro en desobediencia a las normas sociales que por uso cotidiano me oprimen y me muestro emancipado a crear mi propia realidad más allá de las adversidades impuestas.
Este año es mi decisión vivir y hacerlo bien. Esta invitación la extiendo a todos quienes con buena vibra y mucha fe construyen su mapa de esperanzas en base a sus fortalezas.
Hoy, más allá de la plaga que me acompañó toda la madrugada, decido hacer lo que me hace bien, lo que alimenta mi vida y mejora mi entorno. Hoy, una vez más en la cola de la gasolina me declaro en contra de la ignominia que afecta mi vida y de la que no soy responsable.
“Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora”, cómo dijo Machado.
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