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¿Esperanza de vida o vida con esperanza?

La esperanza de vida es una medida que bien resume los años de vida que alcanzará el individuo promedio, permitiéndonos comparar por generaciones y analizar tendencias

  • ECCIO LEÓN R.

30/12/2020 05:00 am

Todos habrán leído o escuchado acerca de la “expectativa de vida”, entendiéndose esta como los años de vida a los que puede aspirar un ser humano al nacer. Hasta mediados del siglo XX y debido a la profusión de las enfermedades infecciosas, la expectativa de vida era baja; pestes y epidemias arrasaban con poblaciones de cualquier edad y estrato social. Desde el descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming y de las sulfamidas poco antes de la Segunda Guerra Mundial, inicia una nueva etapa en la cual la ciencia desarrolla antibióticos de distinta especificidad y evolucionan los mecanismos de prevención de enfermedades con las vacunas. Estos logros han permitido que la expectativa de vida aumente considerablemente, dando lugar a una vida más longeva, pero cabe destacar que casi simultáneamente han venido emergiendo enfermedades crónicas, degenerativas, cardiovasculares, obesidad, desnutrición, tumores entre otras.

La esperanza de vida es una medida que bien resume los años de vida que alcanzará el individuo promedio, permitiéndonos comparar por generaciones y analizar tendencias. A pesar de que es un dato básico, su interpretación y significado es aún mucho más rica y puede aportarnos información clave sobre el nivel de desarrollo o del estado de bienestar de un determinado país. De hecho, este indicador resulta tan importante para describir las condiciones de una población, que junto con la tasa de alfabetización y el del Producto Interior Bruto (PIB) per cápita, conforman el Índice de Desarrollo Humano. Ciertamente no resulta una sorpresa que gozar de una vida larga y saludable es el mejor indicio del desarrollo social de un país, ya que su alargamiento es el resultado, entre otros factores, de las mejoras en la nutrición y la ampliación del alcance del sistema sanitario que conducen eventualmente a una disminución de la mortalidad. Por lo tanto, su importancia es clara, y nos aporta numerosas características de una sociedad y de su situación a nivel comparativo entre países.

A veces las estadísticas pueden resultar engañosas. La esperanza de vida se caracteriza por ser un indicador sencillo, quizás extremadamente sintético, pero en ocasiones es combinado con otros datos que pueden terminar conduciendo a conclusiones erróneas. Por ejemplo, asumir que su variación no depende del nivel del estado de bienestar del país, sino que su evolución en el tiempo es resultado de virtudes otorgadas por la genética o la naturaleza, podría llevar a algunos hacedores de política a menospreciar el efecto que provoca limitación al acceso a ciertos servicios públicos o las restricciones de ciertos servicios básicos (agua y energía eléctrica, por ejemplo) u otros aspectos como los relacionados con el mercado laboral y los salarios, asumiendo que esto no tendría efectos muy significativos sobre la esperanza de vida. Es decir, subestimar el impacto de algunas políticas podría llevarnos a trivializar su importancia o a asumir que la disminución de la esperanza de vida de una generación (que es una media) afecta solo a una minoría.

Debemos tener en cuenta que la esperanza de vida es un indicador de suma importancia, tanto a nivel individual como a nivel agregado, para analizar a las sociedades tanto el presente como de cara al futuro, dado que la esperanza de vida es un reflejo que condensa información de otros ámbitos como lo es el de la fertilidad, al crecimiento económico de las naciones, la inversión en capital humano, las transferencias intergeneracionales, entre otros. Adicionalmente, es un buen indicador a la hora de representar el nivel de salud de toda una población, la eficiencia del gasto en salud y los retos a los que en materia de asistencia a la tercera edad y mantenimiento del sistema de bienestar tendrá que hacer frente la sociedad.

En Venezuela, dada la poca disponibilidad de información acerca de una gran cantidad de indicadores socioeconómicos, la publicación de la última Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi 2019-2020) ha sido esperada con gran expectativa. Este proyecto que nació en 2014 con la colaboración de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad Simón Bolívar (USB), se ha convertido en una respetable e importante fuente de información estadística que lleva el pulso de los indicadores socioeconómicos del país para tratar de suplir la ausencia de datos que sufre el país en diversos ámbitos de relevancia nacional.

Los resultados de la última encuesta fueron dados a conocer los primeros días de julio de 2020 y lo que allí ha sido revelado ha dejado perplejos a quienes siguen la evolución del contexto venezolano, tanto dentro como fuera de sus fronteras. La debacle social del país, como consecuencia de los vaivenes a los que ha sido sometida la economía venezolana en los últimos 20 años, evidencia en cifras que no solo la sitúan a Venezuela al final de la fila de los países de América Latina y el Caribe, sino que buena parte de sus indicadores macroeconómicos se asemejan a los que exhiben los países más desfavorecidos de África, una de las regiones con más dificultades económicas en todo el mundo. Una realidad que se instala en una nación que en el siglo XX gozó de un nivel democracia envidiable y de sólidos indicadores económicos y sociales en la región americana, bajo el impulso de una pujante dinámica de economía petrolera.

En fin, sobran motivos para preocuparse por los datos que ha recogido la Encovi para el período 2019-2020. Una de ellas, es que la esperanza de vida para aquellos venezolanos que han nacido en el quinquenio 2015-2020 ha descendido 3,7 años respecto a lo esperado para el presente año. De acuerdo con las proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), para el año 2020 la expectativa de vida en Venezuela debería situarse en 75,9 años y en la actualidad los datos revelan que se sitúa en 72,2. Son múltiples las circunstancias, factores y decisiones que como sociedad nos han llevado a este punto, terminando conduciendonos a tener una menor esperanza de vida, pero a pesar de las dificultades que todo este adverso entorno pueda traer, para muchos hay más esperanza en que sus vidas se materialice un cambio para bien.

@eccioleonr

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