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Camuflaje

Hay otros cambios y se sabe cuáles son, pero no se quiere enfrentarlos nominalmente; y entonces se recurre al disimulo y la simulación: atribuir los cambios a las necesidades de la defensa frente a una agresión extranjera...

  • JOSÉ SANTIAGO NUÑEZ GÓMEZ

05/12/2020 05:02 am

Durante décadas el país se llenó de legislación que lo plagó de ineficiencia e improductividad; esa “corriente” legislativa se alimentaba de tres fuentes: de una parte, hacer demagogia (con los trabajadores, con los consumidores, con los arrendatarios, etc.), de otra, la creación o articulación de mecanismos de poder de la clase política (actividades reservadas, licencias, permisos, etc.); y, por último, estaban, por aquí y por allá unos pocos abrazados al dogma socialista: los que creen que la actuación de los particulares se puede dirigir desde el Estado, bajo el antojado principio de justicia que Ellos han asumido (fijación de los precios de lo que ellos no venden, por ejemplo). Venezuela pudo financiar toda esa locura con la renta petrolera. Ahora bien, con esas leyes, o por esas leyes, se integraron al ideario nacional falsedades, como la necesidad de estatizar la industria petrolera, o la retroactividad del cálculo de las llamadas “prestaciones” de los trabajadores, por sólo citar dos; y si eso fue falta grave de la “Cuarta República”, la gente del chavismo -mucho menos dotada de una visión y un proyecto de país (dime de qué te ufanas y te diré de qué careces)- le entró a la misma práctica con renovadas, mayores y más impúdicas fuerzas. La renta petrolera se acabó.

Ahora termina siendo que quienes eran ardorosos militantes de esas falsas ideas que se hicieron causa y efecto en la legislación nacional y que autentica o falsamente cabalgaron políticamente sobre ellas -el chavomadurismo se atribuye haber reivindicado el cálculo retroactivo de las prestaciones y debe leerse una ley llamada “de regularización de arrendamiento de viviendas”-, son los que han venido a tomar las medidas para regresarnos a un mínimo de racionalidad, o creado condiciones objetivas para ello. Subsiste, sin embargo, un fardo de legislación que desarrolla esas falsas ideas.

Hay, pues, otros cambios y se sabe cuáles son, pero no se quiere enfrentarlos nominalmente; y entonces se recurre al disimulo y la simulación: atribuir los cambios a las necesidades de la defensa frente a una agresión extranjera (“antibloqueo”) y revestir de confidencialidad los entendimientos con los inversionistas privados que acuerden con el Estado invertir en la privatización de la economía.

SANTINUNEZ@Yahoo.com
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