Isla de Toas
Dios quiera que nosotros, revolucionarios en gobierno, que aprendimos de Alciro Amado Pereira, no tengamos con el actual alcalde “Héctico” Nava, el mismo comportamiento que con el primero ejecutaron Copei y AD...
La vivencia de Isla de Toas nos lleva a la imagen de un alcalde que en su tiempo, todavía nosotros militares en actividad, luchaba por aquel terruño colocado entre el lago y el Golfo de Venezuela.
En Toas, Alciro Amado Pereira, hombre sencillo, apegado a su isla y a su pueblo, a quien visitamos con los oficiales del imborrable "Grupo de Artillería Monagas," para luego conversar la experiencia y los aprendizajes con Hugo Chávez, con quien compartíamos la dirección del movimiento bolivariano. Queríamos ver cómo se hacían los cambios para construir dignidad, vida, superar injusticias y desarraigo de aquel pueblo de pescadores donde fue bautizada la patria nuestra.
Llegó a la Alcaldía con el apoyo de Copei y el MEP, su partido. Lo vimos tratando de sobrevivir entre los embates de los viejos amos del Zulia. Desde Maracaibo, aquellos veían la isla muy lejana, sin dolor, sin afecto alguno. Solo ocupados de lo que allí quedaba: la piedra caliza, mientras la isla se venía a menos, disminuyendo su silueta en el horizonte.
En nuestro primer gobierno mediamos para acuerdos entre los cementeros, nacionales, foráneos y las autoridades, para lograr mejoras en las condiciones de la extracción de caliza a favor de la gente de la isla. Hoy, queda el material ferroso, queda el saldo ambiental que nunca podrá pagarse a los descendientes de los Añu.
Dios quiera que nosotros, revolucionarios en gobierno, que aprendimos de Alciro Amado Pereira, no tengamos con el actual alcalde “Héctico” Nava, el mismo comportamiento que con el primero ejecutaron Copei y AD para fusilarlo políticamente, entonces por los intereses de la piedra caliza, ahora por la chatarra ferrosa, que debe convertirse en mejoras para los mismos pobladores que sobreviven, como la misma isla lo ha hecho por siglos frente a las agitadas aguas del Golfo de Venezuela.
Dura la vida del pescador, cantaba ese amigo imborrable que igual que Víctor Alvarado, este otro desde Mara, visualizaba la vida de la gente de pala, canalete y chinchorro: los pescadores de Toas, tan queridos y cantados por Pedro Palmar.
fariascardenas@gmail.com
En Toas, Alciro Amado Pereira, hombre sencillo, apegado a su isla y a su pueblo, a quien visitamos con los oficiales del imborrable "Grupo de Artillería Monagas," para luego conversar la experiencia y los aprendizajes con Hugo Chávez, con quien compartíamos la dirección del movimiento bolivariano. Queríamos ver cómo se hacían los cambios para construir dignidad, vida, superar injusticias y desarraigo de aquel pueblo de pescadores donde fue bautizada la patria nuestra.
Llegó a la Alcaldía con el apoyo de Copei y el MEP, su partido. Lo vimos tratando de sobrevivir entre los embates de los viejos amos del Zulia. Desde Maracaibo, aquellos veían la isla muy lejana, sin dolor, sin afecto alguno. Solo ocupados de lo que allí quedaba: la piedra caliza, mientras la isla se venía a menos, disminuyendo su silueta en el horizonte.
En nuestro primer gobierno mediamos para acuerdos entre los cementeros, nacionales, foráneos y las autoridades, para lograr mejoras en las condiciones de la extracción de caliza a favor de la gente de la isla. Hoy, queda el material ferroso, queda el saldo ambiental que nunca podrá pagarse a los descendientes de los Añu.
Dios quiera que nosotros, revolucionarios en gobierno, que aprendimos de Alciro Amado Pereira, no tengamos con el actual alcalde “Héctico” Nava, el mismo comportamiento que con el primero ejecutaron Copei y AD para fusilarlo políticamente, entonces por los intereses de la piedra caliza, ahora por la chatarra ferrosa, que debe convertirse en mejoras para los mismos pobladores que sobreviven, como la misma isla lo ha hecho por siglos frente a las agitadas aguas del Golfo de Venezuela.
Dura la vida del pescador, cantaba ese amigo imborrable que igual que Víctor Alvarado, este otro desde Mara, visualizaba la vida de la gente de pala, canalete y chinchorro: los pescadores de Toas, tan queridos y cantados por Pedro Palmar.
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