Se me olvidó anotar que ya leí la novela Tiempos recios de Vargas Llosa, y debo confesar que me gustó a pesar de haberle tomado el pulso un poco tarde, es decir, luego de avanzada la lectura. Le haré una reseña en El Universal, aunque los lectores venezolanos no vean jamás esta novela en los anaqueles de las librerías locales, pero les hablaré a los lectores de fuera de nuestras fronteras, que gracias a la magia de la tecnología digital acceden a textos de disímiles rincones del planeta, y a los que puedan bajar el libro de la Web. Ni más ni menos que la planetarización de la información. ¡Vaya portento!

24 de diciembre
Me enteré ayer que Armando Rojas Guardia está muy solo y enfermo y que necesita ayuda. El autor del gran libro El deseo y el infinito siempre ha sido un ser solitario, hundido en sus disquisiciones y desvaríos, un hombre genial que durante muchos años llevó sobre sus hombros la culpa por su condición homosexual. Lo conocí en Mérida, mas no llegué nunca a conversar con él, ya que la élite literaria local (una auténtica mafia) lo tenía “secuestrado”.

25 de diciembre
En este día de la Navidad recuerdo a mis padres: su alegría desplegada en tradiciones culinarias y religiosas, su deseo de compartir con los familiares y vecinos el gozo de estar vivos y de la amistad. Viví muy de niño la tradición de salir el 25 por la tarde a visitar pesebres, y en las casas adonde íbamos nos recibían con alegría y a veces con espléndidos manjares: dulce de lechosa, buñuelos, leche de burra (o ponche), dulce de cabello de ángel, mistela, chicha andina y muchas cosas más. En las casas se esmeraban en la confección de los pesebres y cuan más quería lucirse con sus estilos y artes y así ganarse el aplauso de los visitantes. Siempre se ha dicho que la Navidad es para los niños, pero creo que los adultos la disfrutamos también como una suerte de reencuentro con nuestra espiritualidad y con nuestros seres queridos.

27 de diciembre
Me parece mentira tener mi libro diario casi a reventar, y más irreal aún es saber que en él he plasmado fragmentos de mi vida. La vida en el papel: nada desdeñable como posible título. He ensayado un título casi desde el primer día, pero todavía no me decido por ninguno. ¡Qué difícil es titular!

30 de diciembre
No fue fácil llevar este diario. Como nunca, este año afloraron mis sombras y mis pensamientos más lúgubres y cada página escrita implicó lacerar las heridas. Sin embargo, creo que gracias a estas páginas pude darle orden al caos emocional que viví, lo que permitió poner en claro algunas cuestiones. Cada día transcurrido fue una aventura y todo por lo que tuve que atravesar ha traído consigo una reflexión filosófica. Nada es gratuito, todo tiene un sentido, aunque sea el “sinsentido”. Cada experiencia, cada palabra entregada y recibida tiene un “porqué”, y la suma de esto es la resultante de acciones y omisiones.

Epílogo
Hasta aquí lo publicable (en prensa nacional) de mis Diarios, que al final titulé: La imagen que me contempla. Diarios 2019. Gracias a todos aquellos lectores que me hicieron llegar, durante estos largos meses, sus palabras de aliento y sus felicitaciones por los textos breves que constituyen este libro. Quienes así lo deseen, el libro completo fue publicado este año por JustFiction! Edition de la Editorial Académica Española.

El diarismo, como ya lo expresé, no es una empresa fácil, aunque lo parezca. Dejé mucha piel y sentimientos en estas 365 páginas. Ahora que lo releo, a la distancia, me conmueve mi propia sinceridad, que a veces es lindante con la desnudez total. Creo que este aspecto es lo más que puedo destacar de mi libro. Lo otro (sus posibles aciertos) se lo dejo a los eventuales lectores.

@GilOtaiza

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