Una multitud virtual conectada entre sí, requiere de ritmo para moverse y avanzar. Es lo que sucede con las comunidades que controlan la pandemia, como lo ilustra este intercambio de un diputado estadounidense con el Dr. Anthony Fauci, asesor científico de ese país. Pregunta el diputado, ¿cuál es la diferencia con los países europeos que tienen la pandemia bajo control? Fauci, “en Alemania, por ejemplo, el país se paró en un 95%, aquí apenas el 40% y cada quien a destiempo, esa es la diferencia”.
El Covid-19 revela en qué medida se conecta la población mundial, estimada en 7.800 millones de habitantes que se comunican por aire, tierra, mar y, sobretodo, con tecnología. Necesitan un ritmo para moverse en una dirección determinada, llámese esta el control del cambio climático, de una pandemia, o de perversiones geopolíticas como el populismo, desplazados, terrorismo, y el tráfico ilegal de todo tipo. Con el Covid-19 bastó solo un caso en China para infectar a toda Europa y el resto del mundo. En New Rochelle, Estado de Nueva York, fue apenas un invitado de una congregación religiosa, quien transmitió el virus a cientos de asistentes a esa reunión.
El ritmo colectivo para vencer al Covid-19, como otrora el mambo en Nueva York, se impuso en ciertas partes de Europa con la notoria excepción de Suecia y las islas del Reino Unido. Las consecuencias las conocemos todos, al igual que en otros países exitosos como los asiáticos y Oceanía. Liderazgo y disciplina social marcaron el compás de la lucha contra la pandemia. En Venezuela, además de la arritmia nacional en todos los ordenes, sanitarios, económicos, alimentarios y energéticos, el virus no tiene obstáculos, de allí el acierto del modelaje Acfiman, tan criticado por ciertos sectores. Imaginemos, pues, un baile donde nadie escucha ni sigue el compás, aparte de no tener pareja. Como diría Ella Fitzgerald, It don't mean a thing, if it ain't got that swing (No significa nada, sin no tiene ese swing).
@rrangelaldao
El Covid-19 revela en qué medida se conecta la población mundial, estimada en 7.800 millones de habitantes que se comunican por aire, tierra, mar y, sobretodo, con tecnología. Necesitan un ritmo para moverse en una dirección determinada, llámese esta el control del cambio climático, de una pandemia, o de perversiones geopolíticas como el populismo, desplazados, terrorismo, y el tráfico ilegal de todo tipo. Con el Covid-19 bastó solo un caso en China para infectar a toda Europa y el resto del mundo. En New Rochelle, Estado de Nueva York, fue apenas un invitado de una congregación religiosa, quien transmitió el virus a cientos de asistentes a esa reunión.
El ritmo colectivo para vencer al Covid-19, como otrora el mambo en Nueva York, se impuso en ciertas partes de Europa con la notoria excepción de Suecia y las islas del Reino Unido. Las consecuencias las conocemos todos, al igual que en otros países exitosos como los asiáticos y Oceanía. Liderazgo y disciplina social marcaron el compás de la lucha contra la pandemia. En Venezuela, además de la arritmia nacional en todos los ordenes, sanitarios, económicos, alimentarios y energéticos, el virus no tiene obstáculos, de allí el acierto del modelaje Acfiman, tan criticado por ciertos sectores. Imaginemos, pues, un baile donde nadie escucha ni sigue el compás, aparte de no tener pareja. Como diría Ella Fitzgerald, It don't mean a thing, if it ain't got that swing (No significa nada, sin no tiene ese swing).
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