Ante Andrés Eloy Blanco
Todo evoca aquí y allá a Andrés Eloy y lo mucho que significa para la hispanidad, lo mucho que representa para América Latina, lo mucho que representa para Venezuela que reclama democracia y libertad
Poeta extraordinario, hombre ejemplar, civil que enfrentó dictaduras, preso que no doblegó su dignidad, venezolano de los más trascendentes del siglo pasado, parlamentario que llevó sobre sí la responsabilidad de conducir con mérito la obra civilizadora e histórica de formar la Constitución de 1947, que fue denominada como la más democrática de América.
Ir al Parque El Retiro en Madrid, andando por su zona central, buscando hacia la izquierda cerca de las fuentes, entre árboles hermosos, entre caminerías y encontrar allí su busto y su presencia inolvidable, en el centro mismo de la hispanidad, recordar su Canto a España, exalta el alma, la noble y generosa que fue, la que puso en sus manos el primer lauro, ganado como consecuencia de los Juegos Florales de Santander bajo el patrocinio de la Real Academia de la Lengua.
Felicitado por los más enaltecidos literatos, -Juan Ramón Jiménez y otros conversando con él-, reconocido por el Rey, por los poetas, por los literatos, por la cultura en general, alegre en las plazas de toros, supremo afinando la sonoridad del verso, aprendido y ensayado en medio de sus amistades españolas, que le ayudaron a encontrar su propia forma de decir y que alguno dijo nunca haber escuchado manera tan hermosa y sentida de declamar, todo evoca aquí y allá a Andrés Eloy y lo mucho que significa para la hispanidad, lo mucho que representa para América Latina, lo mucho que representa para Venezuela que reclama democracia y libertad.
En Canto a España Andrés Eloy captó toda la fuerza y la grandeza de nuestra América y renovó con ella la de España. Escribió allí un año después en 1924 una obra taurina. Se asegura que llevó con sonoridad admirable la poesía popular antes que el propio Federico. Donde fue era celebrado y admirado y regresó sin vanidad.
Su amigo León Felipe lo expresó cierta vez: “No hay muerte. Hay puentes, trasbordos” y el de Andrés Eloy Blanco fue definitivamente la gloria.
Jfd599@gmail.com
Ir al Parque El Retiro en Madrid, andando por su zona central, buscando hacia la izquierda cerca de las fuentes, entre árboles hermosos, entre caminerías y encontrar allí su busto y su presencia inolvidable, en el centro mismo de la hispanidad, recordar su Canto a España, exalta el alma, la noble y generosa que fue, la que puso en sus manos el primer lauro, ganado como consecuencia de los Juegos Florales de Santander bajo el patrocinio de la Real Academia de la Lengua.
Felicitado por los más enaltecidos literatos, -Juan Ramón Jiménez y otros conversando con él-, reconocido por el Rey, por los poetas, por los literatos, por la cultura en general, alegre en las plazas de toros, supremo afinando la sonoridad del verso, aprendido y ensayado en medio de sus amistades españolas, que le ayudaron a encontrar su propia forma de decir y que alguno dijo nunca haber escuchado manera tan hermosa y sentida de declamar, todo evoca aquí y allá a Andrés Eloy y lo mucho que significa para la hispanidad, lo mucho que representa para América Latina, lo mucho que representa para Venezuela que reclama democracia y libertad.
En Canto a España Andrés Eloy captó toda la fuerza y la grandeza de nuestra América y renovó con ella la de España. Escribió allí un año después en 1924 una obra taurina. Se asegura que llevó con sonoridad admirable la poesía popular antes que el propio Federico. Donde fue era celebrado y admirado y regresó sin vanidad.
Su amigo León Felipe lo expresó cierta vez: “No hay muerte. Hay puentes, trasbordos” y el de Andrés Eloy Blanco fue definitivamente la gloria.
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