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Urge denunciar ese crimen de lesa humanidad

Hay que litigar en serio porque el monstruoso ladronicio robaría a Venezuela su futuro

  • ALEJANDRO ANGULO FONTIVEROS

09/07/2020 05:00 am

Ya Guyana –con un mercenario apoyo todopoderoso– logró sustraer el diferendo y confiarlo a la incompetente Corte Internacional de Justicia, cuyo fallo aguarda con seguridad. Ha mucho dragoneaba con eso a sabiendas de que se haría…

Empero, Venezuela tiene una posición pasiva para afrontar el peligro inexorable (no habría apelación) de una colosal mutilación territorial: reitera bien el porqué de la incompetencia; pero ello no impide que la Corte actúe como si lo fuera y así podría fallar. Contra Venezuela hace más de un siglo serpentea una organización criminal que, parteada con dolo preexistente tramó un plan engañoso de muy largo aliento, para despojarla de ese enorme territorio (159.500 Kms2) pletórico de fabulosa riqueza.

Sindicato del crimen que principió a maquinar en aquel laudo de 1899 y cómo sería el concierto y andanada delictuosa, que el presidente de EEUU, Cleveland, fulminó la conducta de los árbitros británicos como “hoggish” o “sucia”: hubo atroz violencia moral y extorsión para que a nuestra Patria no la representaran venezolanos sino estadounidenses. Y si no se sometían a tal condición contranatura, se les quitaría más territorio y hasta el delta del Orinoco. Venezuela transigió por estar empobrecida y agobiada como, vaya coincidencia, está ahora; y por evitar una mortandad. Y así el comité de árbitros (dúo de estadounidenses, dos ingleses y un ruso), animados por la abominable geofagia británica, descargó su fraudulento y extorsivo laudo: uno de los casos más detestables de piratería europea en los fastos universales y su mayor robo en América.

Tal avalancha de crímenes –extorsión, fraude procesal, sobornos y prevaricación– hizo al testigo británico Harris escribir acerca de la conducta arbitral: “The whole thing is a farce” (todo es una farsa). El secretario del principal juez británico (Rusell) escribió la víspera del fallo: “Marten’s deal has given us victory” (la componenda de Martens nos dio la victoria). Los jueces Martens (ruso) y Brewer (británico) confesaron que la decisión respondió a un “compromiso”: los ingleses usaron mapas falsificados en el “Ministerio de Colonias”. Prevost, árbitro estadounidense, encargó su denuncia póstuma: “fue injusto para Venezuela y la despojó de un territorio muy extenso e importante, donde Gran Bretaña no tenía la menor sombra de derecho". “The Times” (Londres) informó que Prevost y el expresidente Harrison aseguraban que el laudo se dirimió “con criterios no técnicos y nada hubo que explicase bien la línea fronteriza establecida". La revista inglesa Review of Reviews: “El territorio que el Laudo concedió a Venezuela no vale ni un billete de cinco libras”. El robo fue tan inmenso cuan impúdico: hasta los propios ingleses lo denunciaron: la famosa revista Punch mostró al Primer Ministro británico, Lord Salisbury (quien era enemigo de laudos), con tono burlón y riendo entre dientes al exclamar: “I like arbitration in the Proper Place!” (“Me gusta el arbitraje ¡en el Lugar Apropiado!”).

Ese laudo –de consumación perfecta agotada al lograr el abyecto despojo a Venezuela– es un crimen económico de lesa humanidad enraizado en el racismo y la persecución:

El Art. 7 del Estatuto de Roma establece como Crimen de Lesa Humanidad la persecución por motivos políticos, raciales, culturales, nacionales u otros. Hubo de todo esto en el laudo (además del principal móvil económico) y el ruso Martens, presidente del laudo (que no actuó como un organismo de alta responsabilidad sino como una banda de la más baja ralea) aseveró contra Venezuela que Rusia e Inglaterra, por mandato divino, debían conquistar y civilizar los pueblos “semi-bárbaros”, cuando el abogado británico Webster alegó que ese territorio no podía entregarse a Venezuela por ser un “país semi-bárbaro”. Por eso el Tratado Arbitral de Washington negoció con “representantes” de EEUU y no con venezolanos, a quienes llamó “indios bananeros con olor a trópico y negros” con quienes no discutirían en la misma mesa. Desde Nürnberg se acepta que autores de graves delitos económicos pueden ser responsables de Crímenes de Lesa Humanidad porque esos crímenes económicos son actos de persecución. El Tribunal mundial de la ex Yugoslavia, en sentencia del 14-1-2000, decidió que los crímenes económicos constituyen el crimen de lesa humanidad de persecución.

Venezuela debe denunciar ese imprescriptible crimen de lesa humanidad ante la Corte Penal Internacional. Ha mucho –artículos aquí en julio de 2015– insisto en eso, que debería impedir a la Corte Internacional de Justicia el sentenciar porque la prejudicialidad penal es absoluta según un principio jurídico mundial (aquí en el Ord. 8° del Art. 346 del Código de Procedimiento Civil). En este caso la mejor defensa es el ataque. El quietismo nunca es bueno. Y en el peor de los casos, si se produce un inapelable “Mostrum horrendum” del Derecho, al menos podríamos exponer a los ladrones ante el mundo en su verdadera y horrenda condición.

aaf.yorga@gmail.com
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