Desde tiempos remotos las epidemias han sido acontecimientos que han trascendido a través de los años, por sus consecuencias inmediatas y mediatas. Eran denominadas pestes, del latín “pestis para designar a una enfermedad epidémica de contagio infeccioso”. Hace cerca de 3.500 años en el éxodo de los israelitas desde Egipto a Canaán, en la Biblia se menciona que “El Señor dijo a Moisés; Preséntate al Faraón y háblale; Así dice el Señor. Dios de los Hebreos deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. Si te niegas a dejarlos salir y sigues reteniéndolos a la fuerza, la mano del Señor se hará sentir en el ganado del campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas con una PESTE maligna”.
Hasta el desarrollo de la medicina hipocrática en Grecia, la interpretación de las enfermedades en general y las epidemias en particular eran atribuidas a castigos divinos, pero hace aproximadamente 2.500 años postularon que las enfermedades tenían causas naturales y en este sentido los tratados Hipocráticos, denominados “Corpus Hippocraticum” dedican un apartado a las epidemias.
En todas las epidemias ha habido profesionales de la salud que han sido protagonistas en el control de enfermedades. Algunos han sido conocidos, como por ejemplo Galeno de trascendencia mundial, quien participó en la Peste Antonina, conocida también como plaga de Galeno en el año 165 y otro personaje emblemático en la historia de la medicina venezolana fue Luis Razetti, quien tuvo un rol protagónico en el control de la Gripe española en 1918.
Hay personajes como Galeno y Razetti, cuya participación en el control de epidemias ha llegado con nombres propios hasta nuestros días, pero hay también testimonios de profesionales de la salud, muchos de estos anónimos, que evidencian el riesgo de enfermarse y el peligro de muerte que han tenido en el cumplimiento de su deber, no solo el riesgo individual, sino también familiar. El médico y escritor estadounidense, William Carlos Williams, quien vivió la gripe española, escribió en su autobiografía: “entonces nos golpeó. Los médicos hacíamos hasta sesenta visitas al día. Varios de nosotros perdimos el conocimiento, uno de los más jóvenes murió, otros se contagiaron y no teníamos nada que fuera eficaz para controlar ese potente veneno que se estaba propagando en el mundo”.
En testimonios recientes de esta epidemia, un médico peruano decía “los doctores comenzaron a enfermarse, mi esposa que también trabaja en el sector salud, resultó infectada. Yo a los pocos días comencé a presentar los síntomas, primero fue tos y luego fiebre, por lo que tuve que aislarme”. Un enfermero español señalaba, que “lo más duro es permanecer con el traje de protección puesto, ya que no se puede comer ni beber, ni tampoco hacer las necesidades fisiológicas”; un médico venezolano “es muy duro tener que intubar a un compañero de trabajo, que el día anterior estaba como compañero de guardia”.
Las medidas preventivas son conocidas y fundamentalmente son de responsabilidad individual, pero las medidas de protección para los trabajadores de la salud, quienes son los responsables de tratar a toda la población, no son sólo responsabilidad individual, sino que son también responsabilidad institucional de suministrarle los recursos de protección necesarios que atenúen el riesgo de enfermarse. En nuestros hospitales y Clínicas hay muchos trabajadores que en forma desinteresada y anónima arriesgan sus vidas y en su protección hay una corresponsabilidad institucional, bien sea gubernamental o no gubernamental, con el fin de lograr su mejor protección, para que continúen salvando vidas.
Hasta el desarrollo de la medicina hipocrática en Grecia, la interpretación de las enfermedades en general y las epidemias en particular eran atribuidas a castigos divinos, pero hace aproximadamente 2.500 años postularon que las enfermedades tenían causas naturales y en este sentido los tratados Hipocráticos, denominados “Corpus Hippocraticum” dedican un apartado a las epidemias.
En todas las epidemias ha habido profesionales de la salud que han sido protagonistas en el control de enfermedades. Algunos han sido conocidos, como por ejemplo Galeno de trascendencia mundial, quien participó en la Peste Antonina, conocida también como plaga de Galeno en el año 165 y otro personaje emblemático en la historia de la medicina venezolana fue Luis Razetti, quien tuvo un rol protagónico en el control de la Gripe española en 1918.
Hay personajes como Galeno y Razetti, cuya participación en el control de epidemias ha llegado con nombres propios hasta nuestros días, pero hay también testimonios de profesionales de la salud, muchos de estos anónimos, que evidencian el riesgo de enfermarse y el peligro de muerte que han tenido en el cumplimiento de su deber, no solo el riesgo individual, sino también familiar. El médico y escritor estadounidense, William Carlos Williams, quien vivió la gripe española, escribió en su autobiografía: “entonces nos golpeó. Los médicos hacíamos hasta sesenta visitas al día. Varios de nosotros perdimos el conocimiento, uno de los más jóvenes murió, otros se contagiaron y no teníamos nada que fuera eficaz para controlar ese potente veneno que se estaba propagando en el mundo”.
En testimonios recientes de esta epidemia, un médico peruano decía “los doctores comenzaron a enfermarse, mi esposa que también trabaja en el sector salud, resultó infectada. Yo a los pocos días comencé a presentar los síntomas, primero fue tos y luego fiebre, por lo que tuve que aislarme”. Un enfermero español señalaba, que “lo más duro es permanecer con el traje de protección puesto, ya que no se puede comer ni beber, ni tampoco hacer las necesidades fisiológicas”; un médico venezolano “es muy duro tener que intubar a un compañero de trabajo, que el día anterior estaba como compañero de guardia”.
Las medidas preventivas son conocidas y fundamentalmente son de responsabilidad individual, pero las medidas de protección para los trabajadores de la salud, quienes son los responsables de tratar a toda la población, no son sólo responsabilidad individual, sino que son también responsabilidad institucional de suministrarle los recursos de protección necesarios que atenúen el riesgo de enfermarse. En nuestros hospitales y Clínicas hay muchos trabajadores que en forma desinteresada y anónima arriesgan sus vidas y en su protección hay una corresponsabilidad institucional, bien sea gubernamental o no gubernamental, con el fin de lograr su mejor protección, para que continúen salvando vidas.
ascardio.coordinacion@gmail.com
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