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El amor según Marcel Proust

Su labor de introspección nos permitió desprendernos del cinismo y de la fatalidad amorosa, para comprender que la pasión y el afecto son cualidades humanas que van mucho más allá de los instintos...

  • ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE

06/07/2020 05:00 am

Este próximo viernes 10 de julio se cumplen 149 años del nacimiento de uno de los más grandes poetas y novelistas franceses: Marcel Proust. Nacido en el seno de una familia acomodada del “quartier” de Auteuil en París durante el año 1871, Proust se caracterizó por su visión única del amor como un dilema entre fantasía o realidad. Él tuvo la fuerza de imaginar las formas más bellas del afecto humano. Trató de descubrir, más allá de las palabras tradicionales de su época, las pasiones vivas que desembocan en una realidad poética. Su obra universalmente más conocida es “A la recherche du temps perdu”, o “En busca del tiempo perdido”, que resultó del compendio de siete libros escritos entre los años 1913 y 1927.

El escritor francés André Maurois realizó una biografía de Marcel Proust que traspasa sus hechos vitales y cronología, para adentrarse en un análisis profundo del aporte que hizo el poeta al amor a la francesa. La semblanza se llama “En búsqueda de Marcel Proust” y es una delicia leerla. Los personajes de Proust, anota Maurois, “tienen tiempo y sutilidad suficientes para analizar sus propios sentimientos”. A diferencia de Madame de La Fayette o Jean-Jacques Rousseau para quienes el amor tenía un valor absoluto, un Stendhal más escéptico que estudia la “cristalización” del amor, o un Flaubert que no cree en el amor romántico, en Proust uno encuentra la fuerza del amor-pasión como una verdad inevitable “dolorosa y fortuita” donde poco importa el sujeto amado. Las heroínas de Proust solo existen en el corazón de quien las ama. En él encontramos el amor-pasión como un padecimiento curable. Maurois dice que “Proust ha descrito muchas veces, con una inteligencia y una precisión inigualadas, la evolución de los síntomas y la curación de esta enfermedad del amor”. Ese estado amoroso se manifiesta para Proust en que el enamorado solo encuentra encanto en las cosas cuando las ve a través del ser que escogió para amar. A los ojos de Proust más que deseo de posesión física, el amor induce a un deseo de posesión sentimental o intelectual. 

La “enfermedad” del amor viene para Proust inseparablemente atada al eterno conflicto entre nuestra inteligencia y nuestra voluntad. Felicidad y sufrimiento son parte de la devoción amorosa. Alguna vez en la vida casi todos los seres humanos nos hemos descubierto amando a una persona que no nos conviene. En momentos de lucidez vemos a esa persona como es, pero al contemplarla en nuestro mundo interior dejamos de ver la realidad, percibiendo solamente las emociones que nos inspira. Ya no sabemos cómo es ese ser amado, solo nos percatamos de que tenemos necesidad de él para sentir unas turbaciones maravillosas. El amor en Marcel Proust nace de una especie de curiosidad o intriga por la otra persona, que viene aderezada con el misterio y algunos obstáculos, para entrar en nuestro espíritu y tratar de invadirlo como un virus. Cuando esa “infección” de amor está incipiente se puede curar con las defensas naturales, pero una vez contagiado nuestro ánimo por esa especie de gusanillo de la curiosidad, se produce una “cristalización” que nos empuja a cierta devoción amorosa y desde ese momento la creemos única. André Maurois anota que al igual que en la caverna de Platón los cautivos no ven los objetos reales sino sus sombras, el enamorado de Proust como es un prisionero del amor no puede ver a la mujer o al hombre verdadero, sino a “una sombra a la cual el fulgor de la pasión reviste de contornos más o menos definidos”. La dicha, dice Proust, no existe en la realidad sino en nuestra imaginación. Además, la posesión física para él es un elemento casi sin importancia en el “veneno” del amor. Lo que importa es, como dijimos, la posesión del alma. “No se ama sino lo que se posee por entero”. Pero Proust va más allá en sus reflexiones y piensa que el amor solo puede existir en nosotros mismos y todo lo que trata de convertirlo en realidad, todo lo que lo satisface, lo mata. Para Proust casi no importa el ser amado, sino nuestra capacidad de amar. Si ese ser logra entrar en nuestra alma por medio del gusanillo de la curiosidad, entonces nosotros le agregamos los atributos que le hacen falta para verlo bello, inteligente, divertido o cariñoso.

Para conocer más la personalidad de Marcel Proust, hay que leer su autobiografía donde hizo célebre un cuestionario que se utilizaba en la Inglaterra del siglo XIX como un juego de sociedad llamado “confesiones”, para descubrir los gustos y las aspiraciones de los participantes. Las preguntas del “cuestionario de Proust” era tales como: Tu virtud preferida, la cualidad que más aprecias en un hombre, en una mujer, que te gusta más de tu carácter, tu principal defecto, que es lo que más aprecias en tus amigos, ocupación preferida, idea de felicidad, el país donde desearías vivir, etc. Esas preguntas se basaban en el pensamiento de San Agustín: “Si quieres conocer a una persona no le preguntes lo que piensa, sino lo que ama”. Las respuestas de Proust, que proporcionó por escrito en varias oportunidades durante su adolescencia, causaron sensación. Y las preguntas por su parte fueron adaptadas con mucho éxito en las décadas de los setenta, ochenta y noventa por el intelectual francés Bernard Pivot para entrevistar a los invitados de su programa “Apóstrofes”, luego “Caldo de cultura”, y también por el norteamericano James Lipton en su programa “Inside the Actor´s Studio”, donde entrevistaba personalidades del cine en un estudio repleto de estudiantes actorales.

Marcel Proust marcó toda una época literaria con su mirada sobre el amor, y también a la humanidad a partir del siglo XX. Su labor de introspección nos permitió desprendernos del cinismo y de la fatalidad amorosa, para comprender que la pasión y el afecto son cualidades humanas que van mucho más allá de los instintos. Gracias a Proust nuestra civilización se dio cuenta de que amar es un arte que podemos desarrollar con nuestra actitud y voluntad, y que casi no depende de los atributos de los demás.

alvaromont@gmail.co
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