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Una excepción llamada Venezuela

¿Hemos llegado al fin de esa excepcionalidad? Si es así: ¿Cómo llegamos a ella?, ¿cómo afecta esa situación al país del futuro? y ¿cómo quedan los actuales proyectos políticos de gobierno y oposición?

  • REINALDO ROJAS

25/05/2020 05:00 am

La Venezuela petrolera del siglo XX y primeras dos décadas del siglo XXI fue un país de excepción en América Latina. Un bolívar sobrevaluado transformó la economía en importadora de todo, creando un mercado interno con un alto nivel de consumo. La riqueza petrolera permitió cambiar el rostro de las principales ciudades, modernizándolas a costa de la tradición. Con la llegada de la democracia representativa los partidos políticos se transformaron en agencias de empleo para la administración pública, siempre que se contara con el voto del soberano.

La gratuidad de los servicios públicos se hizo mito, en especial la educación. Gremios y sindicatos cumplían una función de negociación más que de lucha laboral frente al patrono público o los dueños del capital. La empresa privada podía prosperar siempre que contara con abundancia de créditos que no se cancelaban, como tampoco se pagaban las viviendas construidas por los gobiernos de turno para los sectores más necesitados. La oportunidad se hizo norma: ponerse donde hay. 
 
Los venezolanos hicieron fama en América Latina, Europa y Estados Unidos como los “nuevos ricos”, con los “ta’barato dame dos” de los años 70, los “bolichicos” y “raspacupos” de la Venezuela actual, socialista y bolivariana, que ha terminado en una terrible crisis social. La pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿hemos llegado al fin de esa excepcionalidad? Si es así: ¿Cómo llegamos a ella?, ¿cómo afecta esa situación al país del futuro? y ¿cómo quedan los actuales proyectos políticos de gobierno y oposición?
 
Más que responder a estas interrogantes, mi interés es plantear el problema de fondo, animando al lector a hacerse su propio criterio. Empecemos por el origen de esa excepcionalidad histórica. 

Fue Domingo Alberto Rangel, en un libro publicado en 1986 con el título La crisis económica mundial, quien nos llamó la atención acerca de esa excepcionalidad al analizar en aquel contexto de crisis global la situación de una Venezuela que venía de vivir el boom petrolero de 1973-1983 y estaba pasando por una profunda crisis económica y social que iba a tener entre sus principales efectos en el Caracazo de 1989, la rebelión militar de 1992 y la separación de Carlos Andrés Pérez de la presidencia de la república en 1993. De allí, pasar de la segunda presidencia de Rafael Caldera a los resultados electorales de 1998, fue un paso. ¿Qué planteaba DAR en aquel momento? 

Nos llevaba a analizar la transición de la Venezuela cafetalera a la petrolera, centrándose en los años 1933-1934, porque en ese corto periodo se tomó una decisión política que cambió el rumbo económico del país hasta el presente. 

El problema de fondo era cómo aprovechar los crecientes ingresos petroleros para salvar la economía cafetalera afectada por la crisis económica mundial de 1929. Venezuela era un país pobre, de escaza población y sometido a los dictados e intereses de Juan Vicente Gómez. Para ello era necesario fijar el tipo cambio del bolívar frente al dólar. Para Vicente Lecuna, presidente del Banco de Venezuela, había que revalorizar el bolívar hasta llevarlo a la paridad oro, que en ese momento era de 3,09. Allí era donde debía ubicarse la tasa de cambio del bolívar frente al dólar. Esa posición era de interés para el sector bancario interno, el sector comercial importador, las compañías petroleras y el propio gobierno gomecista. 

Del lado contrario estaban los agricultores, representados por el Dr. Alberto Adriani, para quien lo conveniente era devaluar el bolívar frente al dólar, situando la paridad en 5,20 bolívares por dólar. ¿Cuáles eran los argumentos de ambos? Para Lecuna, un bolívar sobrevaluado obligaría a las compañías petroleras a traer más dólares al país, porque se incrementarían sus gastos internos, tanto en salarios como en impuestos. El país, con ese tipo de cambio, un dólar barato y un bolívar fuerte, (¿un mito?) podía adquirir en el exterior toda clase de bienes y servicios, levantar obras públicas y mejorar las condiciones de vida de la población. Eso no lo hizo Gómez, pero si AD a partir de 1945.

Adriani señalaba que ese acceso fácil a la moneda norteamericana iba a impedir nuestro desarrollo agrícola e industrial. Una ventaja inmediata en un momento de penuria fiscal le traería consecuencias más graves al país. El bolívar sobrevaluado nos transformó en una economía importadora, frágil y dependiente. En 1935, Adriani le escribe a Lecuna, con voz premonitoria: “Mañana, cuando se agoten los yacimientos, las regiones petroleras volverán a convertirse en desiertos, y el petróleo dejará un vacío enorme en nuestra organización económica.” Parece que hemos llegado a ese límite, pero sin agricultura y sin industria. 
 
enfoques14@gmail.com

@reinaldorojashistoriador







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