¿Tener razón o hacer lo correcto?
En un mundo muy conflictivo más que nunca será vital fomentar una cultura inclusiva que atraiga a las personas, que las alimente positivamente y les infunda esperanza.
En un mundo muy conflictivo más que nunca será vital fomentar una cultura inclusiva que atraiga a las personas, que las alimente positivamente y les infunda esperanza. Si nosotros, tanto personal como colectivamente, nos comportamos como personas conflictivas y complicadas en nuestro accionar o muy exigentes, vamos a estar contribuyendo a crear nuevos problemas además de los que ya existen. Por el contrario, si fuésemos más sencillos, no tan exigentes y más comprensivos (y hasta más compasivos), nuestro aporte sería significativo para que disminuyesen esos problemas y nos pudiésemos llevar mejor con otros. Con frecuencia complicamos más las cosas en nuestras relaciones con los demás, ya que actuamos según lo que decía un apreciado profesor amigo: Ya tenemos suficientes problemas que no podemos evitar para buscarnos otros que sí podríamos obviar. A veces, por razones que no tienen que ver con algunos problemas en sí y que podríamos precaver, nos buscamos inconvenientes que incluso llegan a ser más nocivos que los mismos problemas que realmente no podemos evitar. Y muchas de esas razones tienen que ver con cuestiones de carácter o actitudes de las personas, muy comunes hoy día, como: la soberbia u orgullo negativo, la susceptibilidad, la tendencia a la agresividad, el egoísmo, la falta de sinceridad, etc. Sobre todo y en su sentido negativo, el orgullo en muchos casos denota una actitud exagerada de superioridad. De hecho este tipo de orgullo desempeña un papel importante en la mayoría de los conflictos: en las crisis matrimoniales, en el ámbito laboral, en las guerras tanto entre países como dentro de un país. Las típicas actitudes ególatras nos impiden desarrollar a plenitud nuestras posibilidades. La soberbia además es una de las principales causas de soledad, ya que levanta muros entre las personas. Asimismo, nos vuelve criticones, intolerantes, impacientes e injustos. Muy probablemente la mayoría de nuestros problemas se deben a esa clase de orgullo. Tanto que este incide decisivamente en todos los rasgos negativos de nuestro carácter.
Una vez leí sobre el siguiente episodio: James Boswell, biógrafo de uno de los escritores más importantes de Inglaterra, el Dr. Samuel Johnson, sufrió una vez una injuria por parte de un compañero de trabajo. De inmediato corrió a ver al Dr. Johnson para quejarse del asunto. Riéndose, el Dr. Johnson le dijo: "Considera lo insignificante que se verá este incidente dentro de un año". Boswell siguió su consejo. Tiempo después admitió: "Si aplicáramos aquella reflexión a todas las contrariedades de la vida que con frecuencia nos alteran la paz, en especial a las pequeñas que por nuestra susceptibilidad convertimos en muy grandes, nos evitaríamos muchas situaciones penosas. Muchas veces lo he intentado y me ha dado muy buenos resultados.
En muchas ocasiones, cuando reaccionamos ante una pequeña contrariedad con una exagerada susceptibilidad, con un orgullo acentuado, convertimos un problema que ha debido ser un incidente pequeño y hasta ridículo en uno enorme, que incluso nos puede llevar a otros más graves. De paso en el camino usualmente involucramos a otros en la situación, para complicar más las cosas. Y si analizamos circunstancias así por las que hemos atravesado, nos percataremos de que por haber reaccionado al inicio de la forma descrita nos metemos en tremendo problema. Una vez que tenemos un inconveniente con alguien o con otras personas, que no hemos podido o sabido resolver, luego comúnmente entraremos en una situación reiterada de percances que, al no resolverse, se agravarán cada vez más, cuando si hubiésemos actuado con más humildad y sencillez desde el comienzo, tal vez la discordia se hubiese resuelto temprano, cuando ésta era pequeña y no había pasado casi nada. Y todo por un orgullo negativo, rasgo muy común en estos tiempos. La buena noticia es que hay un antídoto para este: la humildad, cualidad muy positiva que es bien difícil de adquirir, pero eso no quita que esté al alcance de todos. Sí tendremos que desearla y cultivarla de corazón, como sucede con todas las cosas que no nacen naturalmente. Es decir, requiere de constancia y esfuerzo. Especialmente en momentos en que el orgullo negativo trata de asomar su "fea" nariz, por ejemplo como cuando somos muy susceptibles, o no estamos siendo sinceros, o cuando solo queremos ocuparnos de lo que nos interesa a nosotros, lo cual ocurrirá con frecuencia. Por eso, para cultivar más humildad en uno hay que hacer el compromiso de brindar más amor sincero, mayor bondad a los demás, ni más, ni menos. Nos referimos al amor que de verdad prefiere el bienestar de los demás al suyo propio, al amor que está dispuesto a hacer hasta sacrificios cuando sean necesarios, con tal de hacer más llevadera la vida de los demás y por ende la nuestra.
El orgullo levanta muros entre las personas, la humildad construye puentes Rick Warren
agusal77@gmail.com
@agusal77
@viviendovalores