Uno de los regímenes más absolutista de toda la historia ha sido el de Luis XIV en Francia, mejor conocido con el apodo de Rey Sol. Nacido en San Germán en 1638, murió en Versalles en 1715 y reinó 72 años, o sea hasta su muerte! Su concepto de “monarquía de derecho divino” lo convirtió en un auténtico lugarteniente de Dios en la tierra. Dueño de un poder absoluto, su persona y su voluntad adquirieron carácter sagrado e inviolable. Controlaba todas las actividades del gobierno y en su condición de implacable enemigo de la descentralización, su primera preocupación fue siempre la de someter a su autoridad todos los poderes del reino, tales como el Parlamento y/o el Poder Judicial. En 1661, a la muerte de su primer ministro, el cardenal Mazarino, Luis Luis XIV, que en aquel entonces apenas tenía 23 años, anunció que en lo sucesivo, él mismo sería su proprio primer ministro y así durante los siguientes 54 años, o sea hasta su muerte, gobernó a Francia de una manera completamente personal y por derecho divino, estableciendo así un modelo de monarquía irrepetible! Todo dependía en forma exclusiva de la persona y todo reclamo, toda protesta o reprobación venía rigurosamente silenciada. Los notables del reino tenían que dedicarse únicamente a cargos de carácter ceremonial. Hay más, gracias a la facultad que tenía para nombrar a las autoridades eclesiásticas, Luis XIV consiguió un dominio total también sobre la jerarquía de la Iglesia, de manera que la obediencia sumisa del clero le permitió gobernar como representante de Dios en la tierra, proporcionando la justificación de su derecho divino.

La conocida sentencia de Luis XIV, “el etat c’est moi” (el Estado soy yo), sentencia que luego se ha venido aplicando a muchos dictadores, hasta nuestros días, resume la esencia del absolutismo de este régimen político en el cual una persona ejerce el poder de una forma autoritaria y sin límites de tiempo, sin restricciones de ningún tipo, sin condicionamiento alguno y eso porque el absolutismo es una forma de gobierno en la cual el poder del Rey… o de un hipotético presidente como a veces sucede en nuestros días, no está sujeto a ninguna limitación institucional. Es un poder “único, indivisible, inalienable, intransferible, indefinido”. Según el filósofo alemán Emanuel Kant, un presidente con respecto a sus súbditos tiene solamente derechos y ningún deber y por lo tanto no puede ser sometido a ningún juicio por la violación de una ley que el mismo haya promulgado y eso por la sencilla razón de que el Rey o el hipotético presidente, es la ley. Cualquier parecido entre el absolutismo de Luis XIV y situaciones conocidas es completamente casual… pero ni tanto!!!

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