El corona miedo
Socialmente el miedo lleva a muchos al minimalismo social y las personas tienden a reducir drásticamente su interacción con los otros
El Covid 19 enferma a quienes se contagian con él y a todos los demás nos inocula miedo en mayor o menor grado, aunque los más negadores digan “yo tan solo estoy un poco preocupado” o como dijo alguien “pasa nada más que tengo una actitud de atención vigilante”. En conocimiento de esta realidad planetaria, son más de 183 países y territorios afectados, percibimos el impacto de la pandemia en todos los órdenes humanos públicos y privados imaginables. El costo es tremendo, comenzando por el emocional.
El miedo en sí mismo no es malo, es una respuesta emocional que busca hacernos reaccionar ante situaciones riesgosas para nuestra supervivencia pero tan peligroso es quien nunca lo sienta como quien viva bajo su diario tormento. Cuando tenemos miedo lo conveniente es buscar respuestas que lo alivien o resuelvan. Estos modos de respuesta muchas veces se enmascaran como efectos del miedo.
En el caso particular del corona virus sus efectos emocionales se asemejan a una feria de consecuencias por su variedad, distribución e interrelaciones. Muchas ocurren simultáneamente con su contrario así por ejemplo surgen amenazas y oportunidades, otras lo hacen encadenados a lo largo de una línea de tiempo, los efectos económicos y políticos son un buen ejemplo, otros se manifiestan como efectos de alta notoriedad inmediata, como sucede la saturación hospitalaria y el desempleo, mientras que otros son del tipo efecto mariposa tal como pasará con el reajuste de las relaciones internacionales, los cambios venideros en los sistemas anti epidemias y las relaciones laborales, entre otras. Una categorización de los efectos podría comenzar con aquellos estrictamente individuales. Bajo esta categoría los efectos sicológicos son de especial notoriedad. Sin duda el más importante es el miedo. Esta emoción impulsa a unos a comportamientos hipocondríacos, sumiendo a quien lo padece en un estado de angustia ante cualquier señal pensada como peligro de estar contagiado e induciéndolo a consumir recursos que debería más bien preservar. Otros en cambio optan por ignorar el peligro como mecanismo de defensa, bajo la presunción de no tocarles la lotería de la epidemia. La soberbia y la ignorancia son hermanas.
Socialmente el miedo lleva a muchos al minimalismo social y las personas tienden a reducir drásticamente su interacción con los otros, aunque hay sobrados casos de quienes precisamente intensifican su interacción social, como los hacedores de fiestas en estos momentos. La inconsciencia puede ser política como la de quienes a pesar de las señales de alarma hicieron el 8 de marzo una concentración multitudinaria de afectos al gobierno español. La segregación es otra consecuencia social, alimentada por el miedo al contagio, así como las compras nerviosas.
Los hay quienes siempre esperando lo peor se alimentan continuamente de noticias que conformen sus más espantosos temores. Por supuesto que casi todos queremos explicarnos qué pasa o pasará, por lo que la búsqueda de noticias es una manera de resolverlo y de reducir la incertidumbre acerca de lo que nos puede deparar el futuro. La evidencia muestra que la mayoría de las catástrofes que anticipamos nunca sucedieron.
En la procura de información nos hacemos víctimas y propagadores de rumores. Las cadenas en whatsapp, redes sociales y cara a cara están a la orden del día. El rumor tiene el encanto de “lo dicho por todo el mundo” o “por voces muy autorizadas” de las cuales nunca se saben sus nombres.
Pero no son solo las personas comunes los angustiados. Los inversionistas también se espantan. Analistas revelan que si bien países como Brasil, India, Sudáfrica y hasta China, recibieron inversiones hasta 79.000 millones de dólares durante los dos últimos meses cerca de 70.000 millones salieron de esos países
Pero no todo es atemorizante, algunas consecuencias serán altamente beneficiosas como las adaptaciones laborales del teletrabajo, la telemedicina, el teleaprendizaje, el reencuentro de la familia y grupos de amigos y sin duda la política también cambiará después del corona virus.
Una manifestación particularmente interesante del miedo es la procura de alivio mediante la identificación de los responsables de lo que ocurre. Dentro del mundo islámico el Covid19 los radicales lo ven como un castigo divino, entre nosotros los ecologistas a ultranza lo ven como una ajuste de cuenta de la naturaleza y los hay quienes han dicho “es bueno porque hay muchos viejos”.
Alguien dijo que el miedo es libre, pero padecerlo nos hace prisioneros. Es responsabilidad de los gobiernos suministrar información veraz, guiar pedagógicamente a los ciudadanos, agenciar y administrar los recursos necesarios - como asegurarle a los médicos gasolina para ir a sus puestos de trabajo- es lo que distingue un buen gobierno de uno malo y seas son las condiciones de la libertad.
@signosysenales
dh.asuaje@gmail.com
El miedo en sí mismo no es malo, es una respuesta emocional que busca hacernos reaccionar ante situaciones riesgosas para nuestra supervivencia pero tan peligroso es quien nunca lo sienta como quien viva bajo su diario tormento. Cuando tenemos miedo lo conveniente es buscar respuestas que lo alivien o resuelvan. Estos modos de respuesta muchas veces se enmascaran como efectos del miedo.
En el caso particular del corona virus sus efectos emocionales se asemejan a una feria de consecuencias por su variedad, distribución e interrelaciones. Muchas ocurren simultáneamente con su contrario así por ejemplo surgen amenazas y oportunidades, otras lo hacen encadenados a lo largo de una línea de tiempo, los efectos económicos y políticos son un buen ejemplo, otros se manifiestan como efectos de alta notoriedad inmediata, como sucede la saturación hospitalaria y el desempleo, mientras que otros son del tipo efecto mariposa tal como pasará con el reajuste de las relaciones internacionales, los cambios venideros en los sistemas anti epidemias y las relaciones laborales, entre otras. Una categorización de los efectos podría comenzar con aquellos estrictamente individuales. Bajo esta categoría los efectos sicológicos son de especial notoriedad. Sin duda el más importante es el miedo. Esta emoción impulsa a unos a comportamientos hipocondríacos, sumiendo a quien lo padece en un estado de angustia ante cualquier señal pensada como peligro de estar contagiado e induciéndolo a consumir recursos que debería más bien preservar. Otros en cambio optan por ignorar el peligro como mecanismo de defensa, bajo la presunción de no tocarles la lotería de la epidemia. La soberbia y la ignorancia son hermanas.
Socialmente el miedo lleva a muchos al minimalismo social y las personas tienden a reducir drásticamente su interacción con los otros, aunque hay sobrados casos de quienes precisamente intensifican su interacción social, como los hacedores de fiestas en estos momentos. La inconsciencia puede ser política como la de quienes a pesar de las señales de alarma hicieron el 8 de marzo una concentración multitudinaria de afectos al gobierno español. La segregación es otra consecuencia social, alimentada por el miedo al contagio, así como las compras nerviosas.
Los hay quienes siempre esperando lo peor se alimentan continuamente de noticias que conformen sus más espantosos temores. Por supuesto que casi todos queremos explicarnos qué pasa o pasará, por lo que la búsqueda de noticias es una manera de resolverlo y de reducir la incertidumbre acerca de lo que nos puede deparar el futuro. La evidencia muestra que la mayoría de las catástrofes que anticipamos nunca sucedieron.
En la procura de información nos hacemos víctimas y propagadores de rumores. Las cadenas en whatsapp, redes sociales y cara a cara están a la orden del día. El rumor tiene el encanto de “lo dicho por todo el mundo” o “por voces muy autorizadas” de las cuales nunca se saben sus nombres.
Pero no son solo las personas comunes los angustiados. Los inversionistas también se espantan. Analistas revelan que si bien países como Brasil, India, Sudáfrica y hasta China, recibieron inversiones hasta 79.000 millones de dólares durante los dos últimos meses cerca de 70.000 millones salieron de esos países
Pero no todo es atemorizante, algunas consecuencias serán altamente beneficiosas como las adaptaciones laborales del teletrabajo, la telemedicina, el teleaprendizaje, el reencuentro de la familia y grupos de amigos y sin duda la política también cambiará después del corona virus.
Una manifestación particularmente interesante del miedo es la procura de alivio mediante la identificación de los responsables de lo que ocurre. Dentro del mundo islámico el Covid19 los radicales lo ven como un castigo divino, entre nosotros los ecologistas a ultranza lo ven como una ajuste de cuenta de la naturaleza y los hay quienes han dicho “es bueno porque hay muchos viejos”.
Alguien dijo que el miedo es libre, pero padecerlo nos hace prisioneros. Es responsabilidad de los gobiernos suministrar información veraz, guiar pedagógicamente a los ciudadanos, agenciar y administrar los recursos necesarios - como asegurarle a los médicos gasolina para ir a sus puestos de trabajo- es lo que distingue un buen gobierno de uno malo y seas son las condiciones de la libertad.
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