El elefante en el cóctel
El elefante en el caótico cóctel venezolano es la incapacidad de la oposición democrática para presentar un proyecto verosímil que logre conectarse con la gente
Al elefante en el cóctel nadie quiere verlo, y menos toparse con él. En cuanto se acerca a un grupo este se disgrega a la búsqueda del mesonero más cercano con la fuente repleta de piqueos, botanas, pasapalos, o de acuciantes y liberadores tragos.
Nadie procura su cercanía, se le rehúye, es incómodo, y a pesar de su rotunda presencia, se hace invisible para la súbita ceguera que se desata entre los invitados cuando apenas lo presienten.
Pero sabemos que los no videntes -así sean circunstanciales- desarrollan habilidades sensoriales que otros no tienen. Y son capaces de advertir los desniveles en las superficies, el giro brusco de una esquina, el silencio ansioso de un semáforo peatonal. Y por más que lo obvien, sienten el calor de su presencia en el recinto. El elefante en el cóctel es el no invitado de honor.
Así que las chácharas, los cumplidos de ocasión, las loas a las habilidades bípedas de Messi, o el comentario revelador sobre una nueva serie de Netflix, se llevan a cabo con un ojo sin vista puesto en el intruso que se desplaza, sin permiso, entre los invitados de tarjeta y RSVP debidamente respondida.
Y a fuerza de obviarlo, lo convidan a su vera hasta que alguien detona un: ¡Qué fastidio, qué ganas de arruinarnos la noche, si vamos tan bien! Y el invisible no invitado altera grupos, aflora desavenencias, enciende humores y alumbra lo que no se quiere ver.
El elefante en el caótico cóctel venezolano es la incapacidad de la oposición democrática para presentar un proyecto verosímil que logre conectarse con la gente: los de abajo, los de arriba, los del medio y los de a los lados. La gente, hoy por hoy, va de su casa a sus asuntos fatigada de tanta epopeya yerma, tratando de respirar -según sus circunstancias- el poco o mucho oxigeno que deja escapar la inescrutable “burbuja”. ¿Podemos culparla?
Se pueden repetir hasta la saciedad los argumentos encontrados, las descalificaciones, cantar los fuera de lugar que se quieran, clamar que solos no podemos (que pensará el “pueblo” de tamaña confesión de flaqueza), pero sin una propuesta política que vaya más allá de los “cuartos de hora de fama” que se suceden recurrentemente… el gobierno seguirá allí, lamentablemente para el país.
Reuniones reservadas van y vienen, (¿Se confirmó la de la Polar con altos mandos del Gobierno?). Fedecamaras argumenta que se abre una mínima rendija para la empresa privada, mientras otros claman por nuevas sanciones para asfixiar la economía, y el dólar gringo se impone como moneda para tramitar la penuria cotidiana de la mayoría.
Los rusos juegan cada vez más fuerte, mientras China tiene problemas mayores que atender. El Grupo de Lima y la Unión Europea (UE) insisten en el diálogo y la salida democrática. Y la última esperanza blanca tiene que atender una elección presidencial que no recomienda aventuras bélicas. ¿No habría que tomar todo esto en cuenta?
Ah, y Dumbo se avecina con la fuerza disruptiva de unas elecciones parlamentarias ya anunciadas. ¿Lo entrompamos, o lo obviamos como en el cóctel?
@jeanmaninat
Nadie procura su cercanía, se le rehúye, es incómodo, y a pesar de su rotunda presencia, se hace invisible para la súbita ceguera que se desata entre los invitados cuando apenas lo presienten.
Pero sabemos que los no videntes -así sean circunstanciales- desarrollan habilidades sensoriales que otros no tienen. Y son capaces de advertir los desniveles en las superficies, el giro brusco de una esquina, el silencio ansioso de un semáforo peatonal. Y por más que lo obvien, sienten el calor de su presencia en el recinto. El elefante en el cóctel es el no invitado de honor.
Así que las chácharas, los cumplidos de ocasión, las loas a las habilidades bípedas de Messi, o el comentario revelador sobre una nueva serie de Netflix, se llevan a cabo con un ojo sin vista puesto en el intruso que se desplaza, sin permiso, entre los invitados de tarjeta y RSVP debidamente respondida.
Y a fuerza de obviarlo, lo convidan a su vera hasta que alguien detona un: ¡Qué fastidio, qué ganas de arruinarnos la noche, si vamos tan bien! Y el invisible no invitado altera grupos, aflora desavenencias, enciende humores y alumbra lo que no se quiere ver.
El elefante en el caótico cóctel venezolano es la incapacidad de la oposición democrática para presentar un proyecto verosímil que logre conectarse con la gente: los de abajo, los de arriba, los del medio y los de a los lados. La gente, hoy por hoy, va de su casa a sus asuntos fatigada de tanta epopeya yerma, tratando de respirar -según sus circunstancias- el poco o mucho oxigeno que deja escapar la inescrutable “burbuja”. ¿Podemos culparla?
Se pueden repetir hasta la saciedad los argumentos encontrados, las descalificaciones, cantar los fuera de lugar que se quieran, clamar que solos no podemos (que pensará el “pueblo” de tamaña confesión de flaqueza), pero sin una propuesta política que vaya más allá de los “cuartos de hora de fama” que se suceden recurrentemente… el gobierno seguirá allí, lamentablemente para el país.
Reuniones reservadas van y vienen, (¿Se confirmó la de la Polar con altos mandos del Gobierno?). Fedecamaras argumenta que se abre una mínima rendija para la empresa privada, mientras otros claman por nuevas sanciones para asfixiar la economía, y el dólar gringo se impone como moneda para tramitar la penuria cotidiana de la mayoría.
Los rusos juegan cada vez más fuerte, mientras China tiene problemas mayores que atender. El Grupo de Lima y la Unión Europea (UE) insisten en el diálogo y la salida democrática. Y la última esperanza blanca tiene que atender una elección presidencial que no recomienda aventuras bélicas. ¿No habría que tomar todo esto en cuenta?
Ah, y Dumbo se avecina con la fuerza disruptiva de unas elecciones parlamentarias ya anunciadas. ¿Lo entrompamos, o lo obviamos como en el cóctel?
@jeanmaninat
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