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Christian Vásquez

Admiré la maravilla de la mente humana porque Christian dirigió sin partitura y por la ejecución espectacular de 150 músicos, un coro de 250, dos solistas y el órgano mayor

  • JOSÉ ANTONIO GIL YEPES

27/02/2020 05:00 am

Cenando con Christian me preguntó si quería ir a escuchar la Segunda Sinfonía, La Resurrección, de Gustav Mahler, pieza que iba a dirigir ya como el nuevo Director Musical de El Sistema de Orquestas Simón Bolívar creado por el Maestro José Antonio Abreu en 1975 bajo el concepto, único en el mundo, de enseñanza y disfrute colectivo de la música. Aunque le agradecí y dije que iría, mi respuesta no fue efusiva: le confesé que no entendía mucho a Mahler. Su respuesta fue automática: No te preocupes, vas a ver que sí lo vas a entender

Fui esforzándome por aprender algo nuevo y por el entusiasmo de compartir con el amigo. Yendo al concierto recordé que había ido a una exposición de Dalí, cuya obra no me gustaba, por aprender algo nuevo y logré ver cosas de las que no tenía idea. Lo mismo me pasó cuando me obligué a ver el ballet La Consagración de la Primavera de Igor Stravinski.
 
Pues empezó a tocar la orquesta y yo a darme cuenta de algo que nunca había podido percibir, cual es que, dentro de esa música moderna, que parece no tener estructura ni ritmo, si los hay. Al comienzo, trataba de seguir la música imaginándome lo que venía después, como si estuviese oyendo a Mozart. Pero la cosa no va por ahí. Eso no es posible porque en la música moderna lo que viene después es sorpresa; pero luego encontré que esas sorpresas armonizan con lo anterior. También admiré la maravilla de la mente humana porque Christian dirigió sin partitura y por la ejecución espectacular de 150 músicos, un coro de 250, dos solistas y el órgano mayor.
 
Mi resurrección musical se produjo hacia el final cuando, tocando y cantando a plenitud los 400 músicos, sentí que aquel estruendo, que yo pensaba incoherente, vibraba todo al unísono y me invadía por dentro en perfecta armonía. A lo que me dije: “No me hubiera gustado morir sin haber vivido esta experiencia”. Entonces recordé aquello del “afán de infinito” con que nos hizo Dios y que vivimos fugazmente cuando uno encuentra la pareja de su vida, tiene un hijo, contempla un paisaje o se abstrae haciendo lo que le gusta. Christian, te felicito y ¡gracias por mi resurrección musical!

@joseagilyepes
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