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La prisión de mi abuelo fue diferente

A diferencia de muchos de sus compañeros de lucha, él no fue fusilado: quedó detenido bajo la figura de preso "gubernativo”, sufriendo una “capitis deminutio”

  • DAVID BITTAN OBADÍA

23/02/2020 05:00 am

El 31 de enero de 1938 el generalísimo Franco ordena el ingreso en prisión de mi abuelo, de quien tengo honor de llevar su nombre.

Se le acusaba de formar parte del bando republicano, en donde se agruparon todas las fracciones de la izquierda. Mi abuelo luchaba por subir a los de abajo, no por bajar a los de arriba. Anhelaban retomar las libertades perdidas; predicaban el verdadero socialismo.

A diferencia de muchos de sus compañeros de lucha, él no fue fusilado: quedó detenido bajo la figura de preso "gubernativo”, sufriendo una “capitis deminutio”, lo que implicaba la pérdida de sus derechos civiles y el cese de su profesión de intérprete público.

Desde el primer momento de su detención, a pesar de los momentos que vivía la España de otrora, mi abuela fue notificada y se le permitía la visita, llevarle alimentos, medicinas, ser visitado y tratado por su médico de confianza; no fue sometido a encierros y se le obligaba la realización de actividad física. También era mandatorio el trabajo diario.

Las secuelas de la prisión, cuando se fundamentan en causas injustas son imborrables. Es un tema que afecta al grupo familiar y tatúa una huella en las demás generaciones, pues lo irracional es inexplicable.

Hay un factor en todo ésto que a mí, después de tanto pensar, me llama a la reflexión y me obliga a compararlo con las realidades de nuestros tiempos.

Desde las épocas de las grandes mafias, pasando por las europeas y llegando a las de Chicago, y en la mayoría de las dictaduras, hubo siempre un tema sagrado: el respeto por la familia del “enemigo”.

No quiero se me malinterprete, por el “mensaje a Garcia” sin embargo es oportuno alertar que las retaliaciones en contra de familiares de los adversarios políticos, generan automáticamente, sentimientos que minan los caminos de la paz y afianzan en las generaciones venideras un odio innecesario, que añade combustible para mantener vivas las diferencias en el tiempo.

Si pretendemos la convivencia, en la Venezuela de todos, tenemos que empezar por respetar a los allegados de quienes están enfrentados. Yo he afincado mi pluma cuando se ofende a los de unos y a los de otros.

“Aquí la envidia y la mentira me tuvieron encerrado…..” Fray Luis de Leon

davidbittanobadia@gmail.com
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