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El fugitivo

Para el año 1846 todos se preguntaban quién sería el sucesor del Presidente Carlos Soublette. El general José Antonio Páez, aconsejado por muchos para un tercer mandato, prefirió no postularse...

  • JIMENO JOSÉ HERNÁNDEZ DROULERS

19/02/2020 05:00 am

Para el año 1846 todos se preguntaban quién sería el sucesor del Presidente Carlos Soublette. El general José Antonio Páez, aconsejado por muchos para que ejerciera un tercer mandato, prefirió no postularse, ya que pensaba dañaría su prestigio. La renuencia del “Héroe de Carabobo” a ser candidato y la muerte del general Rafael Urdaneta fracturaron la unidad de criterio de los conservadores para elegir un aspirante a la Magistratura.

Comenzaron así a saltar los nombres de Bartolomé Salóm, José Félix Blanco y José Tadeo Monagas como posibles candidatos a la presidencia, siempre y cuando el general Páez, constituido en el jefe indiscutible de la República, diera su aprobación a alguno de ellos.

Mientras esto sucedía la candidatura liberal de Antonio Leocadio Guzmán crecía en poderío y amenaza en todo el territorio. El hecho encendió el ambiente de manera peligrosa. Por las calles de las principales ciudades empezaron a circular rumores, que bajo su mandato repartirían las tierras de los ricos entre los pobres, se liberarían los esclavos, que se repartiría entre el dinero de los bancos entre la población y el gobierno no cobraría más impuestos.

Corrían tiempos de tumultos, violentas sesiones de los Consejos Municipales y amenazas de guerra, el país se sumergía en el caos. La tensión entre los bandos crecía con los días, aumentando el miedo de la población a un desenlace bélico.

En septiembre, el general Santiago Mariño propició un entendimiento entre Páez y Guzmán, señalando La Victoria como sitio neutral para efectuar la entrevista que decidiría la suerte de la nación. Al parecer, el liberal desea aclarar que todo se trataba de falsos rumores, cosas que inventaba la gente, y, al mismo tiempo, demostrar su interés por apaciguar la inquietud en la que se encuentra la Republica.

El encuentro no pudo realizarse, debido a que por esos días se produjeron levantamientos liberales. El candidato opositor se enteró que en la zona se alzó Francisco José Rangel al grito de “Viva Guzmán” y ha saqueó la finca “Yuma” del Dr. Ángel Quintero. Ante los eventos, el gobierno de Soublette nombró como jefes de operaciones militares a los generales Páez y Monagas. Al conocer la noticia, Guzmán decidió devolverse a Caracas. Fue arrestado en Antímano, pero el Gobernador de la Provincia de Ustáriz lo dejó en libertad.

Optó por ocultarse y el 21 de septiembre se decretó finalmente su prisión. La policía encontró su escondite y lo arrestó la noche del 3 de octubre.

Dejemos que sea Juan Vicente González, jefe político del Cantón de Caracas, además del redactor principal del Diario de la Tarde, quien nos relate como allanó la casa de las Santana e hizo preso al candidato presidencial del liberalismo, quien luego sería condenado a muerte.

A las siete de la noche del sábado, el jefe político recibió denuncia que en casa de unas señoras, llamadas Santana, cerca de la esquina de Colón, se reunían personas sospechosas a conspirar contra la República. Se añadía que en ella estaba oculto el señor Antonio L. Guzmán, contra el que había expedido el Supremo Gobierno una requisitoria... La jefatura procedió inmediatamente a solicitar dos testigos y la fuerza suficiente para rodear la casa y asegurar el éxito, en el caso que estuviesen ahí los conspiradores. Halló cerrada la puerta; y una mujer que estaba en la ventana se excusó de abrirla por ausencia de su madre, quedando así la autoridad por más de media hora aguardando en la calle la venida de ésta. Desde el principio, una mujer había aparecido en frente con aire de observación: ni por el mandato del jefe político se retiró lejos, sino que se conservó a cierta distancia, hasta que a una señal dada, se acercó, abrió la puerta y se hizo conocer como la dueña de la casa y la señora que se esperaba.

Excitó esto vivamente las sospechas; y la autoridad formó el concepto de que en efecto había allí algo que se ocultaba a la policía. Después de llenar todos los requisitos de la ley, se procedió al allanamiento y registro de la casa, y no se encontró en ella reunión de hombres ni nada que indicase la hubiese habido. Pero crecieron los indicios que se encontraba allí el señor Guzmán, y allanando como estaba el lugar, se examinó con sumo cuidado.

Era ya tarde y algunos de los que acompañaban a la autoridad querían retirarse, cuando el jefe político manifestó la certeza que tenía de que estaba allí oculto el señor Guzmán y concurrieron todos con más tesón a la pesquisa.

Todos los esfuerzos parecían vanos cuando uno manifestó que en la hornalla de la cocina había señales de nueva obra, y hasta señaló la tierra humedecida, como si recientemente se hubiese puesto mezclote en aquel sitio. Quitó entonces de sobre el fogón en que se calentaba maíz y tres topias, y removiendo los ladrillos, pronto desapareció la ceniza que ocultaba una tabla, la que desajustada y suspendida también, dejó ver la persona del señor Antonio Leocadio Guzmán acunclillado en una cavidad perfectamente elaborada al efecto que nunca fuera conocida a no ser por los escombros sacados de ella, que estaban en otra pieza e hicieron sospechar su existencia.

Jimenojose.hernandezd@gamil.com


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