Nayib Bukele, el Presidente de El Salvador, representa a una generación nueva de políticos en América Latina. No solo por su edad -38 años- sino porque irrumpe el bipartidismo de su país entre Arena y el FMLN. Además, sabe usar las redes y está al tanto de las nuevas tecnologías. Al menos así nos lo ha demostrado, sobre todo con su célebre discurso en la ONU, el pasado septiembre, en donde “innovó con una selfie” justo antes de empezar sus palabras y apenas subido al pódium. “El Presidente millennial”, se le clamó, y gozó de una cobertura general, inusual en un país que poco peso tiene en el ámbito internacional.
Además, es de esos casos de políticos que usan Twitter a diestra y siniestra. Con una autonomía absoluta, evidencia así que es él quien escribe, lo que lo acerca a las masas que buscan un contacto directo con el líder. Porque, las redes bien usadas, van más allá de servir de armas de información. Crean una cercanía, tienden un puente (así sea virtual), entre el gobernante y los ciudadanos.
La Generación Y
Sabemos que el término “millennial” refiere a una generación que nace entre la década de 1980 y principios de 1990. Y, si bien las generaciones no se diferencian tanto entre sí -ya que, al fin y al cabo, solo se separan por 25 años-, la generación Y (como también se le conoce) creció en medio de un boom tecnológico y de una globalización sin precedente en la historia de la humanidad. Esto los hace duchos en ciertos menesteres de la web, cambiando también la manera de interrelacionarse y comunicarse.
Por este motivo, el discurso en la ONU de Bukele le dio el título de “Millennial” automáticamente. Tomó un selfie, lo montó en Twitter y aseguró que esa forma era más efectiva para la difusión, frente a un público que, cada vez más, deja de usar los medios tradicionales de comunicación. Razón no le faltó.
Sin embargo, en medio de la celebración del flameante nuevo mandatario, no se alertó que pertenecer a esta generación conlleva también ciertos vicios negativos. Al menos así lo han alertado psicólogos, calificando de “narcisistas” a quienes todo están acostumbrados a obtener, en un mundo lleno de beneficios y ausencia de grandes conflictos.
Por la gracia de Dios
Es así como Bukele no tardó en mostrar las dos caras, generando su primer gran escándalo político, a menos de un año de haber asumido el cargo. Me refiero a su entrada forzosa al Parlamento de su país, rodeado de militares que le abrían paso. Procedió entonces a sentarse en la silla que no le correspondía (la del Presidente del Legislativo) como si en él se conjugasen todos los poderes públicos. Además, con la justificación más retrógrada que podría asumir alguien que busca representar los ideales del Siglo XXI: amparado “por un derecho divino”. Es decir, Un Presidente Millennial, por la gracia de Dios. Dos calificativos que él mismo se ha dado.
La afrenta comenzó por la negativa del Parlamento en aprobar unos presupuesto para la seguridad. Pues, así es la democracia, un juego de negociaciones intensas que permiten la convivencia efectiva de las fuerzas políticas. Bukele es un líder atemporal que le cuesta convivir en la época que vive. Primero calificando de conservador a la misma ONU, para luego salirse con la justificación fundamentalista del derecho divino de los reyes.
Al final, tuvo que dar un paso atrás y acató la condena de la Sala Constitucional. Prometió no volver a usar los militares, pero no reconoció su error. Para él, su país “es un niño enfermo”, así lo dijo en su toma de posesión. Y será él, el médico que deba suministrar la cura. El problema es que no es médico y la política no siempre es la mejor medicina.
Por eso siempre vale la pena recordar al cómico Marx (Groucho) y su rezo máximo sobre la materia: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar remedios equivocados”.
@NelsonTRangel
www.netrangel.com
nelsontrangel@gmail.com
Además, es de esos casos de políticos que usan Twitter a diestra y siniestra. Con una autonomía absoluta, evidencia así que es él quien escribe, lo que lo acerca a las masas que buscan un contacto directo con el líder. Porque, las redes bien usadas, van más allá de servir de armas de información. Crean una cercanía, tienden un puente (así sea virtual), entre el gobernante y los ciudadanos.
La Generación Y
Sabemos que el término “millennial” refiere a una generación que nace entre la década de 1980 y principios de 1990. Y, si bien las generaciones no se diferencian tanto entre sí -ya que, al fin y al cabo, solo se separan por 25 años-, la generación Y (como también se le conoce) creció en medio de un boom tecnológico y de una globalización sin precedente en la historia de la humanidad. Esto los hace duchos en ciertos menesteres de la web, cambiando también la manera de interrelacionarse y comunicarse.
Por este motivo, el discurso en la ONU de Bukele le dio el título de “Millennial” automáticamente. Tomó un selfie, lo montó en Twitter y aseguró que esa forma era más efectiva para la difusión, frente a un público que, cada vez más, deja de usar los medios tradicionales de comunicación. Razón no le faltó.
Sin embargo, en medio de la celebración del flameante nuevo mandatario, no se alertó que pertenecer a esta generación conlleva también ciertos vicios negativos. Al menos así lo han alertado psicólogos, calificando de “narcisistas” a quienes todo están acostumbrados a obtener, en un mundo lleno de beneficios y ausencia de grandes conflictos.
Por la gracia de Dios
Es así como Bukele no tardó en mostrar las dos caras, generando su primer gran escándalo político, a menos de un año de haber asumido el cargo. Me refiero a su entrada forzosa al Parlamento de su país, rodeado de militares que le abrían paso. Procedió entonces a sentarse en la silla que no le correspondía (la del Presidente del Legislativo) como si en él se conjugasen todos los poderes públicos. Además, con la justificación más retrógrada que podría asumir alguien que busca representar los ideales del Siglo XXI: amparado “por un derecho divino”. Es decir, Un Presidente Millennial, por la gracia de Dios. Dos calificativos que él mismo se ha dado.
La afrenta comenzó por la negativa del Parlamento en aprobar unos presupuesto para la seguridad. Pues, así es la democracia, un juego de negociaciones intensas que permiten la convivencia efectiva de las fuerzas políticas. Bukele es un líder atemporal que le cuesta convivir en la época que vive. Primero calificando de conservador a la misma ONU, para luego salirse con la justificación fundamentalista del derecho divino de los reyes.
Al final, tuvo que dar un paso atrás y acató la condena de la Sala Constitucional. Prometió no volver a usar los militares, pero no reconoció su error. Para él, su país “es un niño enfermo”, así lo dijo en su toma de posesión. Y será él, el médico que deba suministrar la cura. El problema es que no es médico y la política no siempre es la mejor medicina.
Por eso siempre vale la pena recordar al cómico Marx (Groucho) y su rezo máximo sobre la materia: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar remedios equivocados”.
@NelsonTRangel
www.netrangel.com
nelsontrangel@gmail.com
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones