La gira de Guaidó a varias ciudades de Estados Unidos y a otros países hemisféricos y europeos, más el impacto de la visita del Canciller ruso a Caracas, han llevado a que la mayoría de los analistas locales e internacionales adviertan sobre la posibilidad de que Venezuela esté entrando en un juego de poderes extra-nacional, dentro de lo que se ha llamado la internacionalización de la política venezolana.
Para muchos observadores, la vigencia de la tesis de la región como “zona de paz” se ve amenazada por quienes quieren imponer la tesis del conflicto como la solución al caso venezolano, dejando atrás la puesta en marcha de un acuerdo que evite males mayores y tantos contratiempos. Basta ver lo que pasa en el Medio Oriente para saber las consecuencias de una acción inspirada en la violencia.
En verdad, los polos en donde se desarrolla la política en el país adolecen de una base firme para negociar, dentro de una situación de mucha incertidumbre, en donde ni el Gobierno ni la oposición dan muestra de tener una fuerza social importante desde la óptica doméstica y un verdadero deseo de buscar una salida pacífica a la crisis que nos aqueja.
En medio de ese estatus-quo, un grupo de gobiernos latinoamericanos están moviendo sus piezas para construir un espacio más fructífero a favor de una solución negociada a la crisis venezolana que pudiera ser la implementación de un proceso electoral que lleve a la elección de la nueva Asamblea Nacional, con el fin de abrir un juego político que ahora está casi paralizado y sin una dirección racional y comprometida.
Así las cosas, y visto de forma comparada junto con otros procesos políticos en la región, se le presta paradójicamente una mayor atención al tema de Bolivia, de Brasil y a la crisis financiera de Argentina que a la propia situación venezolana. Mientras tanto, perdura la parálisis que ya mencionamos y se agudicen las contradicciones en una sociedad marcada por un estado de excepción.
romecan53@hotmail.com
Para muchos observadores, la vigencia de la tesis de la región como “zona de paz” se ve amenazada por quienes quieren imponer la tesis del conflicto como la solución al caso venezolano, dejando atrás la puesta en marcha de un acuerdo que evite males mayores y tantos contratiempos. Basta ver lo que pasa en el Medio Oriente para saber las consecuencias de una acción inspirada en la violencia.
En verdad, los polos en donde se desarrolla la política en el país adolecen de una base firme para negociar, dentro de una situación de mucha incertidumbre, en donde ni el Gobierno ni la oposición dan muestra de tener una fuerza social importante desde la óptica doméstica y un verdadero deseo de buscar una salida pacífica a la crisis que nos aqueja.
En medio de ese estatus-quo, un grupo de gobiernos latinoamericanos están moviendo sus piezas para construir un espacio más fructífero a favor de una solución negociada a la crisis venezolana que pudiera ser la implementación de un proceso electoral que lleve a la elección de la nueva Asamblea Nacional, con el fin de abrir un juego político que ahora está casi paralizado y sin una dirección racional y comprometida.
Así las cosas, y visto de forma comparada junto con otros procesos políticos en la región, se le presta paradójicamente una mayor atención al tema de Bolivia, de Brasil y a la crisis financiera de Argentina que a la propia situación venezolana. Mientras tanto, perdura la parálisis que ya mencionamos y se agudicen las contradicciones en una sociedad marcada por un estado de excepción.
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