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Partir hacia otros caminos

El drama a vivir es siniestro. Los cuerpos policiales consideran que la mayoría de los que salen de un terruño a escrutar otro en busca de una existencia mejor, son peligrosos seres de cuidado

  • RAFAEL DEL NARANCO

26/01/2020 05:00 am

España, esa encrucijada de pueblos -íberos, celtas, fenicios, cartagineses, griegos, romanos, árabes- es un sentimiento forjado en castas cruzadas que hoy se volvió mayor con el arribo de expatriados iberoamericanos llegados con lo puesto o lo que cabe en dos o tres maletas. 

En la primera oleada pisaron el terruño hispano argentinos, brasileños, colombianos, chilenos, salvadoreños, bolivianos, mexicanos y uruguayos, siendo los venezolanos los últimos en huir de sus de desdichas. Durante el pasado año, cerca de 200.000 han intentado conseguir el asilo con duras dificultades.
  
A los emigrantes criollos se les llama sudacas, nombre despectivo al decir del Diccionario de la Real Academia Española, y es que los peninsulares de hoy se olvidaron con creces que tras la última guerra civil, y mucho antes, salieron hacia las naciones iberoamericanas barcos repletos de gallegos, asturianos, canarios y castellanos. 
 
Los desterrados se vuelven sordomudos. Es la táctica que mejor ayuda a sobrevivir entre el fango del desarraigo, al simbolizar mojones para reposar el cansancio de cientos de lunas, mientras franquean las tenebrosidades en la ciudad a la que se llegó con temor y sin apenas saber su nombre.
 
El drama a vivir es siniestro. Los cuerpos policiales consideran que la mayoría de los que salen de un terruño a escrutar otro en busca de una existencia mejor, son peligrosos seres de cuidado.
 
La Europa actual, fraguada sobre una encrucijada de mundos en un tiempo abiertos, dejó de ser refugio para los abandonados del planeta, y así, los términos “inmigrante” y “refugiado” se han convertido en palabras ignominiosas.
 
Los venezolanos de la actual diáspora conocen bien el significado de esa expresión llegada del yermo más temible. Toda la soledad trashumante se puede tocar, convertirla en carcoma y arrojarla a la brisa. Esa es la razón de comprender en su amplia magnitud la presente odisea tan apesadumbrada.
 
Van para siete años que el escribidor salió del aeropuerto de Maiquetía al exilio voluntario y aún en ese espacio de tiempo existía una Venezuela aún a flote; hoy está corroída en su mayoría. ¿Hemos liado el hato a tiempo? No. Uno asida lo que conoce, y Venezuela es la pasión primeriza e imborrable. La crisis nativa igualmente golpea a casi todos los que se han expatriado. La pensión cotizada durante décadas no la recibe nadie en el exterior, aún habiendo jurado el presidente Maduro en un programa de televisión española, que se comprometía a que ese derecho constitucional se plasmaría a rajatabla. No sucedió.

No conoce nada de alquimia, menos del libro de Thot, el Tarot o juego de naipes, y menos de la evolución oculta de la humanidad desde Pitágoras a los Hermetistas, hasta llegar al mundo de los Rosacruces y los Masones y, aún así, sabemos con certeza que la crisis venezolana posee culpables y todos conocemos quienes son. Y ellos más que nadie. 
 
Para salir del atolladero incomprensible han comenzado los saltimbanquis de oficio con los slogans de un mal llamado patrioterismo caduco para salvarse de sus múltiples equivocaciones. No se dan cuenta, mejor no quieren saber, de que la patria sin libertad es un ahogo. 
 
Releyendo “Cosmos” de Carl Sagan con deseos de calmar el desasosiego que nos embarga, uno no deja de asombrarse por la inmensidad del firmamento; tanto, que para situarnos debemos hablar de años luz. La obra nos dice cómo arriba y debajo de nosotros, trillones de galaxias formadas por miles de millones de estrellas, un infinito casi inalcanzable para la mente humana, nos descubren la grandeza de la inmensidad. 
 
Dejémonos de preguntas ya que mientras eso sucede en el espacio inmenso, en un punto insignificante del planeta llamado Venezuela, hay una sociedad dividida, manejada al mamporrero a cuenta de una marabunta convencida de que el epicentro de lo creado está en Caracas mientras se implantan las condiciones hacia una confrontación extrema. 
 
Debido a esta situación, bien le convendría al Gobierno colocar la percepción visual dentro de la angustia de sus conciudadanos, chavistas o no, y sentir el soplo de la zozobra estrujando a un pueblo que hizo grande y dadivoso el siempre incontrovertible Simón Bolívar.
 
Hallándose el país en un abismo sin fondo, es sabido que las naciones no se hunden solas, pero sí se consigue destrozarlas a recuento de unos personajes que hace tiempo degradaron la patria a cuenta de sus irresponsabilidades. 

rnaranco@hotmail.com
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