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Medicina en evidencia

Sería una mengua que quienes hacemos o hicimos prácticas clínicas, no nos incorporemos a las decisiones ejecutivas de los dispositivos de salud pública...

  • ALIRIO PÉREZ LO PRESTI

18/01/2020 05:00 am

Con el auge de la Medicina basada en la evidencia podemos entender el esfuerzo loable por dar consistencia y carácter discursivo (lo más unívoco posible) en lo que respecta a la toma de decisiones médicas, entendiendo que como cualquier modelo, al intenta aclarar y categorizar las cosas, estará plagado de múltiples imperfecciones. 

La eterna discusión entre pragmáticos e idealistas no va a dejar de existir, porque forma parte de la esencia de lo humano. Una cosa es la idea como constructo humano elevado y otra las posibilidades de ponerla en práctica. Sumado a esto, la industria farmacéutica, con sus multimillonarias inversiones ha apostado a validar sus productos a través de ensayos clínicos que son patrocinados bajo el lema de que cumplen con los fundamentos de la medicina basada en la evidencia. Si la industria farmacéutica se convierte en uno de los principales apóstoles de esta forma de entender el quehacer médico, se modifica la objetividad de los propulsores de esta corriente.
 
De mi parte, tengo reparos en este asunto, porque como clínico he vivido la experiencia de que el lanzamiento al mercado de un producto farmacéutico carece de la documentación necesaria para prever sus potenciales efectos negativos. Existen varios ejemplos de medicamentos que han salido al mercado y luego han tenido que ser retirados o su uso queda condicionado a aspectos que los trabajos de investigación no señalaron previamente. 
 
Políticas de Salud y académicos
Mención aparte, no menos importante, es cuando académicos e investigadores ocupan cargos de decisión política o asumen roles políticos como tal. Aquí la experiencia ha sido muy variada y por demás interesante. Trataré de resaltar solo lo positivo de este aspecto y no lo negativo por razones que competen a la estructura de este trabajo.
 
El académico o investigador que debe tomar decisiones de carácter político potencialmente puede llegar a representar el punto medio que ha llevado a una y otra vez a confrontaciones estériles. Mi aporte parte de la experiencia personal de haber tenido profesores de Salud Pública que han ejercido cargos políticos y han salido airosos al poder implementar programas que van de la mano con sus certezas en el área científica conjugándolos con la aplicación atinente al principio de realidad que por más que queramos, tiende a imperar. Es así como una de las grandes vivencias por las que puede pasar un académico o un investigador es la de ocupar cargos en los cuales la toma de decisiones debe tener repercusiones políticas o de lo contrario no contará con el respaldo del sistema de poder imperante.

A título personal, tuve la experiencia de coordinar varios dispositivos de atención de un hospital que contaba con numerosas camas y múltiples servicios. Fue todo un enlace de componentes, por demás retadores, cuando debíamos tomar decisiones que no iban a la par con lo que aprendemos en la Academia. Por otra parte, tuvimos que persuadir a los políticos (lo cual nos convertía inexorablemente en actores políticos) del impacto positivo que iba a ser generado por toma de decisiones, algunas de bajo costo y otras de elevado costo, que producían un impacto muy apreciado por parte de la comunidad. Esta experiencia, la del académico trabajando de la mano con el político, sería un fin loable que daría potenciales beneficios a ambos. Difícil de llevar a buen puerto, pero forma parte de la realidad, la cual, no debemos asumir como calamidad sino como instancia para mejorar las condiciones que nos circunscriben.
 
Improvisación-autodestrucción
Fiel a la academia y a la investigación, se debe rechazar de manera tajante todo aquello que nos conduzca al oscurantismo. De los grandes méritos que tiene la farmacología es la de haber podido precisar el concepto de dosis. La dosis es la universalización de la cantidad de fármaco que se requiere para obtener el efecto deseado. Los hierbateros, homeópatas y otros chapuceros, en una infinita irresponsabilidad que consiste en jugar con vidas humanas, preconizan falsas curaciones milagrosas que no tienen respaldo clínico que las sustenten. De ahí que el desafío radica en ser muy cautelosos como científicos e investigadores a la hora de avalar las prácticas propias de nuestro ámbito-campo. La lucha contra la prédica de procederes sin basamento es un territorio muchas cercano a lo delincuencial. 

Sería una mengua que quienes hacemos o hicimos prácticas clínicas, no nos incorporemos a las decisiones ejecutivas de los dispositivos de salud pública. El usar como herramienta persuasiva los avances científicos validados por la experiencia clínica es nuestra mejor arma para convencer, en una época en la cual el paradigma de las ciencias positivas sigue siendo exaltado por muchos, mientras quienes hemos trabajado en el sector público de salud sabemos que lo biopsicosocial (visión integral) es la manera más equilibrada de entender al hombre y su relación con la salud y la enfermedad. 

@perezlopresti
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