¡Prognosis para el miedo!: ¿Y?
MIGUEL BAHACHILLE M. Mientras el gobierno irrumpe en todos los medios para “popularizar los éxitos sociales de la revolución”, la desdicha personal circunda todos los espacios habituales del ciudadano.
MIGUEL
BAHACHILLE M.
Mientras
el gobierno irrumpe en todos los medios para “popularizar los éxitos sociales
de la revolución”, la desdicha personal circunda todos los espacios habituales
del ciudadano. El aliento gubernativo incapaz de formular prognosis verosímiles
se ha especializado en trapichear con los conflictos. Aquellos cuya atención
competen al ámbito estatal quedan a merced del vecino que siente cómo se
malogra su estándar de vida. El parte oficial, disperso y carente de obras,
provenido de diferentes parcelas con mandos, revelan el desorden y la ineptitud
de la revolución. La prognosis para el progreso no existe porque no hay quien
la esboce. La evocación del espíritu de Chávez es el único refugio recurrido
ante tanta ineptitud.
Los
tutores “del proceso” no quieren, o no les conviene, entender que las
obsesiones trasfiguradas en ideologías se conciernen con épocas pasadas. El
doctor en leyes, economista y sociólogo francés, Jean Fourastié (1907-1990),
repite que “una sociedad puede ser conceptuada rica cuando se declara tolerante
a priori”. El sumario cubano se enmarca en la antítesis del pensamiento de Fourastié.
El sistema comunista no es tolerante ni requiere de prognosis porque nunca ha
gravitado en concebir el progreso sino en instituir “modelos de contención”
para someter a la población a rigurosos procesos de dominio como por ejemplo
con el control de la comida. ¿No ha sido ese el designio del chavismo desde el
inicio? ¿No es la instauración de la pobreza la única prognosis cumplida hasta
ahora?
El
éxodo masivo es sin duda “lo más conveniente” para el gobierno. Algunos
provocadores sostienen que el éxito de la revolución se lograría con menos
escollo gravitando sobre la posición pasiva del venezolano que “huye en vez de
confrontar”. Nada más sombrío que la expresión de algunos: “esto no tiene
remedio”. El sociólogo y futurólogo alemán Olaf Helmer (1910-2011) plantea que
la posición fatalista según la cual el futuro no es modificable está
siendo abandonada a nivel mundial. Que por contrario, cada día se plantea una
multiplicidad de futuros posibles asentados por la decidida intervención
ciudadana. En otras palabras, solo la interposición de cada venezolano puede
influir en el futuro que anhelamos.
Como
el régimen carece de prognosis para el progreso, se consagra a regar el miedo
como forma de contención social. Las declaraciones de la señora Delcy Rodríguez
respecto de la renuencia oficial de “dejar el poder” se inscribe en la línea
del miedo. Incluso agregó que “los venezolanos podrán morir de hambre, pero el
régimen de Nicolás Maduro seguirá en pie”. En otras palabras, se busca que la
prognosis del miedo se apodere de la psiquis colectiva y deje a la imaginación
de cada quien cómo será el mañana.
La
habilidad para comerciar con el futuro es un rasgo malvado de los sistemas
comunistas. Encuestas ficticias, mensajes vacíos, represión y, lo peor,
garrafal escasez, son impuestas como partes ineludibles de “la patria feliz”. La
paz y tranquilidad reinarán en Venezuela no obstante estar rodeados por
naciones hostiles a la revolución bonita propiciada por el líder eterno. La
patria sin pan es una ficción. La gente está saturada de chácharas infructuosas
mientras los conflictos se preservan en el vacío sin respuestas asertivas.
Veamos:
El
camino que conduce al paraíso no lo ha de mostrar la predicción científica en
manos del capitalismo. El socialismo no requiere del ello. Proyectos,
tecnologías, orden estatal y comercio libre para nada fueron necesarios en Cuba
y hoy es el país más feliz del mundo en el que no hay conflictos. Así pues
¡muera la prognosis científica de la burguesía y viva el igualitarismo
socialista! ¿Transigiremos con eso?
@MiguelBM29