Experiencia magnífica, lección inolvidable de historia y de fe, de sentido profundo de cristianismo, fue la que nos dictara durante la visita inolvidable que hemos hecho a la Catedral de Oviedo en Asturias, el ilustre prelado, Rector y Deán don Benito Gallego. Sabio, sencillo, accesible, tan digno prelado de la Iglesia de Cristo nos enseñó las maravillas del lugar por varias razones patrimonio de la humanidad.
Templo extraordinario que distingue a la ciudad apreciada en lo más alto del sitio, dirigida hacia el cielo su torre gótica, conteniendo dentro de sí los más invaluables tesoros físicos y espirituales sobre todo; la huella de los siglos transcurridos y la presencia de hechos antiguos y contemporáneos relavantes y, en particular, la destrucción y las muertes que generaron los “revolucionarios” en España al haber hecho estallar en ella una carga de dinamita y hacer disparado en el templo en los años de la Guerra Civil ofendiendo la religiosidad y victimizando en ella a sacerdotes inocentes.
El retablo mayor, concluido en 1517, recrea la vida de Cristo en todas sus etapas y sobre él su madre María, a cuyo nombre también se dedica a su lado el Panteón de los reyes asturianos.
Pero si algún lugar de los varios es singular en el templo, si alguno exalta la espiritualidad y nos evidencia como pocos la huella de Cristo, su dolor, su sangre, su sufrimiento, es la llamada “Cámara Santa” construida en el siglo IX bajo el reinado de Alfonso II, el Sabio, y adosada a la Torre de San Miguel que guarda el sudario del Señor al bajar de la Cruz.
El Arca y sus reliquias salieron del Norte de África con motivo la invasión de los árabes siendo llevada primero a Toledo y después escondida en las montañas asturianas inalcanzables a los conquistadores de la Península.
Lo cierto es que Asturias ha salvado a España y Asturias ha salvado la religión por medio del Sudario Santo, pieza con sangre que limpió los pecados de la humanidad.
jfd599@gmail.com
Templo extraordinario que distingue a la ciudad apreciada en lo más alto del sitio, dirigida hacia el cielo su torre gótica, conteniendo dentro de sí los más invaluables tesoros físicos y espirituales sobre todo; la huella de los siglos transcurridos y la presencia de hechos antiguos y contemporáneos relavantes y, en particular, la destrucción y las muertes que generaron los “revolucionarios” en España al haber hecho estallar en ella una carga de dinamita y hacer disparado en el templo en los años de la Guerra Civil ofendiendo la religiosidad y victimizando en ella a sacerdotes inocentes.
El retablo mayor, concluido en 1517, recrea la vida de Cristo en todas sus etapas y sobre él su madre María, a cuyo nombre también se dedica a su lado el Panteón de los reyes asturianos.
Pero si algún lugar de los varios es singular en el templo, si alguno exalta la espiritualidad y nos evidencia como pocos la huella de Cristo, su dolor, su sangre, su sufrimiento, es la llamada “Cámara Santa” construida en el siglo IX bajo el reinado de Alfonso II, el Sabio, y adosada a la Torre de San Miguel que guarda el sudario del Señor al bajar de la Cruz.
El Arca y sus reliquias salieron del Norte de África con motivo la invasión de los árabes siendo llevada primero a Toledo y después escondida en las montañas asturianas inalcanzables a los conquistadores de la Península.
Lo cierto es que Asturias ha salvado a España y Asturias ha salvado la religión por medio del Sudario Santo, pieza con sangre que limpió los pecados de la humanidad.
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