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Las profecías de Al Gore

Las zonas más desfavorecidas del planeta serán las que padezcan las consecuencias del incremento de emisiones de gases contaminantes a la atmósfera, mientras millones de personas padecerán catástrofes

  • RAFAEL DEL NARANCO

07/12/2019 05:00 am

Departiendo estos últimos meses del año sobre la resbaladiza situación climática que impera en la Tierra, consideramos que cada hombre y mujer del planeta se ve lanzado con perseverancia hacia su propia destrucción, y eso, debido el daño permanente que venimos infligiendo a nuestro único cobijo al día de hoy. 

Nos vino entonces a la memoria que a finales del año 2007 asistimos en el Teatro Campoamor de Oviedo -capital del Principado de Asturias- a la entrega, al ex presidente de Estados Unidos Al Gore, del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, a causa de sus bríos para intentar salvaguardar al planeta de la inmolación climática que se avecinaba. 
 
La concesión del galardón produjo duras acusaciones debidas -se decía entonces- a la falsa alarma que Al Gore, con su irresponsable actitud, estaba creando en la ciudadanía. Tanto así, que en ese entonces Mariano Rajoy - líder de la oposición parlamentaria española durante el gobierno de Rodríguez Zapatero– observando la campaña persistente del norteamericano, llegó a expresar “que no se podía hacer del cambio climático un problema mundial”.

En ese entonces en Estados Unidos se designaba de documental cinematográfico realizado por Al Gore, titulado “Una verdad incómoda”, al que trataban de mentiras escandalosas, ya que, se decía, nuestra “nave azul” algo pachucha, es verdad, lejos estaba de una defunción.

En ese ínterin ya por sí complicado, llegó el contexto expuesto de la mano de expertos: si la humanidad no enfrenta la situación atmosférica con urgentes medidas, puede sufrir un nefasto tiempo apocalíptico.
 
Había un solo camino a seguir: reducción drástica del C02 a la atmósfera; prohibir la exportación de los residuos tóxicos de las tecnologías contaminantes; abordar las causas de la destrucción de los bosques; prohibir las pruebas atómicas y establecer el abandono progresivo de la energía nuclear que, aún siendo parte del universo, los humanos la usamos con carácter destructivo.

Las zonas más desfavorecidas del planeta serán las que padezcan las consecuencias del incremento de emisiones de gases contaminantes a la atmósfera, mientras millones de personas padecerán catástrofes a consecuencia del aumento del nivel del mar y el derretimiento de los polos.

En contraste, algunos ecologistas negacionistas no comparten las creencias sobre el medio ambiente. Enuncian que la contaminación es un fenómeno natural que apenas perturba la armonía universal. En general, reafirman, no es más que un problema de reciclado.
 
A la hora de hablar de la energía atómica, opinan que gracias a ella el Universo existe, lo mismo que los seres vivos. Cada estrella es un reactor, señalan, y los centros nucleares lo que hacen es reproducir, al servicio del hombre, fenómenos que hay desde el principio de la creación.

Bajo esa perspectiva, debemos saber que el planeta tierra -la única nave que los seres humanos poseemos por los momentos- es un ente vivo y como tal debemos cuidarlo; si no es así, se nos muere aún teniendo la escasa esperanza de que la Naturaleza sabrá actuar sin contar con nosotros, tan depredadores siempre.

Es bien sabido que la epopeya de la Creación evolucionó hasta ser la responsable de los resortes de su propia conciencia, no obstante, están a punto de concluir, no por una decisión natural, sino debido a nuestra indolencia humana.
 
Quizás debido a eso, estos días miramos con más anhelo las decisiones que se están estudiando en la Cumbre Climática de Madrid y, a conciencia de ello, seguimos las circunstancias de esa muchachita de nombra Greta Thunberg, a razón de su lucha admirable por ayudar en la urgente necesidad de que cada uno de nosotros comprendamos profundamente de que la salvación de la tierra es responsabilidad de todos.

Las complejas moléculas que a partir del primer estallido del caldo de la vida, hace quince mil millones de años, han unido a la humanidad con la gran epopeya de la Creación, evolucionando hasta ser responsable de los resortes de su propia conciencia, están a punto de terminar, pero no por una decisión superior, sino por culpa nuestra.

Al Gore abrió un parcela que es de cada uno de nosotros los humanos. Los golpazos y burlas que sigue padeciendo, lo mismo que la joven Greta, es una entristecida muestra de nuestra ignorancia sobre la situación agravada de este azulado refugio en el que vivimos.

La tierra y el resto de las especies y plantas del planeta, poseen existencia propia y, a conciencia de ese admirable fundamento, es obligación mantenerla tal como el Creador de todo lo existe nos la situó entre nuestras manos.

Tarea crucial. Labor colosal y urgente dedicada en ayudar a salvar el planeta lacerado. Necesidad de una actitud portentosa de cada hombre y mujer aún por encima de sus propias posibilidades.
 
rnaranco@hotmail.com
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