Me preguntaba un colega sobre lo que consideraría son los textos fundamentales para el estudio de las transiciones políticas. De una vez le dije que lo más importante era analizar las condiciones para un cambio político y las premisas que lo suponen; dentro de un ejercicio teórico que le iba a enriquecer su búsqueda.
En verdad, el tema de las transiciones me tiene un poco cargado, dado que se asume libremente, sin precisar dos cosas fundamentales: primero que todo que hay diferentes transiciones y se supone que a uno le interesa la transición hacia la democracia. Las demás se han dado en la historia: de la democracia a una dictadura, de un régimen de fuerza a otro, de una democracia a un totalitarismo, etc. Pero estas no son de nuestro afecto.
En segundo término, que una transición no es un movimiento mecánico. Está hecho por personas, por líderes, por decisores y con respaldo popular en algunos casos y en otros es un movimiento frío y calculado. Al hablar de un cambio político, también es necesario precisar quién lo motiva, quién se defiende, quien finalmente gana. La ciencia política nos aporta muchos casos y muchas reflexiones sobre esto último. Me recuerdo entre otros modelos, el del dilema del prisionero.
Pero no siempre hay suficientes herramientas para comprender todas las transiciones. Hay una circunstancia que genera mucho dolor de cabeza: la situación en la cual prevalece un estatus-quo y reinan las posiciones verbales cada día más cargadas de pompa y ceremonial, pero que no logran esconder las disputas sobre el control del poder.
Sobran los discursos y las narrativas dignas de las tragedias tratadas en la ópera, pero en verdad lo que resalta en nuestro caso es pura escoria, la simbiosis entre el oficialismo y una parte de la oposición en cuanto sus intereses económicos. Lo demás es cuento de camino y por ello el ciudadano común se aleja de la dirigencia. Simplemente no les cree y así no se da una transición.
romecan53@hotmail.com
En verdad, el tema de las transiciones me tiene un poco cargado, dado que se asume libremente, sin precisar dos cosas fundamentales: primero que todo que hay diferentes transiciones y se supone que a uno le interesa la transición hacia la democracia. Las demás se han dado en la historia: de la democracia a una dictadura, de un régimen de fuerza a otro, de una democracia a un totalitarismo, etc. Pero estas no son de nuestro afecto.
En segundo término, que una transición no es un movimiento mecánico. Está hecho por personas, por líderes, por decisores y con respaldo popular en algunos casos y en otros es un movimiento frío y calculado. Al hablar de un cambio político, también es necesario precisar quién lo motiva, quién se defiende, quien finalmente gana. La ciencia política nos aporta muchos casos y muchas reflexiones sobre esto último. Me recuerdo entre otros modelos, el del dilema del prisionero.
Pero no siempre hay suficientes herramientas para comprender todas las transiciones. Hay una circunstancia que genera mucho dolor de cabeza: la situación en la cual prevalece un estatus-quo y reinan las posiciones verbales cada día más cargadas de pompa y ceremonial, pero que no logran esconder las disputas sobre el control del poder.
Sobran los discursos y las narrativas dignas de las tragedias tratadas en la ópera, pero en verdad lo que resalta en nuestro caso es pura escoria, la simbiosis entre el oficialismo y una parte de la oposición en cuanto sus intereses económicos. Lo demás es cuento de camino y por ello el ciudadano común se aleja de la dirigencia. Simplemente no les cree y así no se da una transición.
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