Giuliani el boliabogado
En las audiencias del Impeachment, las declaraciones de todos los testigos dibujan a Giuliani como un Tartufo de la corrupción ética que define el estilo político de la actual presidencia de EEUU
Desde que vi el video de Giuliani disfrazado de mujer y Donald Trump “propasándose” entre sus senos falsos, supe que nada bueno podría venir de esa desventurada pareja esperpéntica. Pero nunca me imaginé que el magnate estafador terminaría despachando desde la Casa Blanca y el alcalde devenido en drag queen sería su agente fantasma encargado de tramoyar una diplomacia paralela antidemocrática. En las recientes audiencias del Impeachment, las declaraciones de todos los testigos dibujan a Giuliani como un Tartufo de la corrupción ética que define el estilo político de la actual presidencia estadounidense.
Aún ante las más demoledoras evidencias sobre la inmoralidad de su gestión, muchos venezolanos han continuado extendiendo su voto de confianza al improvisado presidente de la nación más poderosa del mundo, con la esperanza (a todas luces infructuosa) de que represente una lucha eficaz contra el legado de Chávez, a pesar de su obvia similitud con las formas matonezcas y el desprecio visceral por la institución democrática que tan bien practicaba el finado. Pero la noticia que surgió este martes pasado, quizás sea una pequeña luz que penetre en las mazmorras mentales de mis compatriotas cegados por la desilución.
Cuando en agosto pasado, Giuliani chantajeó al encargado ucraniano amenazándolo con seguir reteniendo 400 millones de dólares si no hacía propaganda sucia contra Joe Biden, lo hizo en España porque estaba gozando de la hospitalidad de su nuevo amigo: un magnate aliado del gobierno chavista, quien se ha hecho multimillonario a expensas de destruir la producción petrolera y la infraestructura eléctrica de Venezuela. La misión que este nefasto personaje ha encargado a Giuliani es influenciar a un tribunal neoyorquino -que lo investiga como conspirador de soborno y lavado de dinero por la bicoca de mil 400 millones dólares- para convencer al juez de su inocencia.
Los enemigos por apariencias tienden a ser buenos amigos por interés...
JorgeSayegh@gmail.com
@JorgeSayegh
Aún ante las más demoledoras evidencias sobre la inmoralidad de su gestión, muchos venezolanos han continuado extendiendo su voto de confianza al improvisado presidente de la nación más poderosa del mundo, con la esperanza (a todas luces infructuosa) de que represente una lucha eficaz contra el legado de Chávez, a pesar de su obvia similitud con las formas matonezcas y el desprecio visceral por la institución democrática que tan bien practicaba el finado. Pero la noticia que surgió este martes pasado, quizás sea una pequeña luz que penetre en las mazmorras mentales de mis compatriotas cegados por la desilución.
Cuando en agosto pasado, Giuliani chantajeó al encargado ucraniano amenazándolo con seguir reteniendo 400 millones de dólares si no hacía propaganda sucia contra Joe Biden, lo hizo en España porque estaba gozando de la hospitalidad de su nuevo amigo: un magnate aliado del gobierno chavista, quien se ha hecho multimillonario a expensas de destruir la producción petrolera y la infraestructura eléctrica de Venezuela. La misión que este nefasto personaje ha encargado a Giuliani es influenciar a un tribunal neoyorquino -que lo investiga como conspirador de soborno y lavado de dinero por la bicoca de mil 400 millones dólares- para convencer al juez de su inocencia.
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