Espacio publicitario

Somos cómplices morales

Por fortuna para la humanidad y desventura de los politiqueros, en el mundo actual son pocos los que desconocen que la política y el ejercicio del poder son los reinos predilectos de la mentira

  • ECCIO LEÓN R.

20/11/2019 05:00 am

 Parece que nos hemos acostumbrado a la corrupcion, tanto que ya ni nos sobresalta. El corrupto es el responsable legal, pero ¿y los votantes de políticos con sospecha evidente de corrupción? ¿Son cómplices morales de sus actos? ¿Y si esa corrupción ya está demostrada? ¿Castigamos con nuestros votos a los corruptos? Tenemos muchas preguntas que hacernos en voz alta.

¿Sí? ¿No? ¿Sí, son cómplices morales, aunque el voto sea secreto, porque la corrupción ha de ser intolerable en democracia y los votantes de estos partidos demuestran no sólo que como ciudadanos miran para otro lado, sino que con su voto apoyan y legitiman los actos de políticos corruptos, a sabiendas de que lo son? ¿No, no lo son, porque para juzgar y castigar está el poder judicial y, en cualquier caso, la intención del votante en las urnas siempre es la de conseguir un buen gobierno, el mejor posible, independientemente de que los políticos después actúen de manera inapropiada? “La guerra es el arte de destruir hombres, la política es el arte de engañarlos”.

Decidir quién dice o dónde está la verdad en asuntos políticos es algo que la mayoría de los ciudadanos evaden por temor a equivocarse y por las nefastas consecuencias del error. No es nada nuevo y sorprendente para el común de los ciudadanos que sus gobernantes se especialicen en prometer y no cumplir.

Por fortuna para la humanidad y desventura de los politiqueros, en el mundo actual son pocos los que desconocen que la política y el ejercicio del poder son los reinos predilectos de la mentira y escenarios ideales para inventar, practicar y engañar con todo tipo de actuaciones y triquiñuelas.

La mentira y la ausencia de verdad en la política siempre han sido justificadas en muchas de las acciones y decisiones de los hombres públicos, especialmente los gobernantes, quienes se escudan en cualquier cantidad de excusas para decisiones que toman supuestamente en beneficio de sus ciudadanos, la paz de sus pueblos o la seguridad de su nación.

Es considerada una noble mentira la que se dice en bien del interés público. En el ejercicio político es la que bajo el escudo de verdad se dice o promete a los gobernados en épocas de crisis, campaña electoral, confrontación ideológica o armada.

A las naciones más que sus gobernantes, las consolidan sus ciudadanos. Es al ciudadano común a quien le corresponde decidir en quién o qué propuesta depositar su confianza para el bienestar público y el particular. Atrás quedó esa masa ciega e ignorante que no distinguía entre la verdad y la mentira y a la que había que consolar con falsas esperanzas o nobles mentiras. Por más que se pretenda distraer la atención y el interés de los ciudadanos con escándalos mediáticos sobre amenazas inminentes, filtraciones de información, corrupción o promesas incumplidas, es una verdad a gritos que las nobles mentiras de nuestros gobernantes se esparcen como un virus que debilita los sistemas que se consideran democráticos. Ahora es el momento para que las ciudadanías del mundo que están más preparadas escuchen la cruda verdad. De esto depende en gran parte el futuro del orden mundial. Quien engaña, como decía Maquiavelo, encontrará siempre a quien se deje engañar.

Se lo piden por la calle o se lo permiten a través de las urnas. La perpetuación de la corrupción. O, al menos, el perdón popular en la práctica. ¿Quién tiene la garantía de que un político que ha sido corrupto una, dos, tres veces no vaya a volver a serlo? La corrupción no es, ni mucho menos, un invento de este siglo. El pensador humanista Tomás Moro estableció cómo debe ser en su opinión un buen gobierno. Para Moro, gobernante y gobernados son un cuerpo unido y el primero debe comportarse con el conjunto de los ciudadanos a los que gobierna como un padre se comporta con sus hijos. Nosotros hoy nos preguntamos: ¿Robaría un padre a sus hijos? ¿Malgastaría el dinero de estos y lo utilizaría para enriquecerse sólo él personalmente restándoselo a los bienes básicos de sus hijos (comida, medicinas, educación, cultura, vivienda)? No si es un buen padre. Y si los hijos descubren que les engaña, ¿seguirían confiando en él?

El papa Juan Pablo II proclamó a Santo Tomás Moro patrón de los políticos y los gobernantes. “Fue en la defensa de los derechos de la conciencia donde el ejemplo de Tomás Moró brilló con luz intensa”, señaló el papa. Para Moro, el buen gobernante no era aquel que pretendía servirse de la política, sino el que servía a la política. Sólo cambia una preposición y cambia tanto. Era el final del siglo XV y el principio del XVI y parece que algunos no todos, por supuesto, seguramente ni siquiera la mayoría, como a veces sentimos están tardando cientos de años en entender la diferencia. La política como herramienta para reformar la sociedad. La buena política como ejemplo para crear una buena sociedad.

En fin, en la medida que todos nos responsabilicemos, las cosas irán mejor. Si yo cumplo mi parte y cada uno cumple la suya. Todos estamos en el mismo barco, todos somos corresponsables de la eficacia y la sostenibilidad del sistema.

Eccio Leon

@el54r 
Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario