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La crisis política es un aspecto o una faceta simple de una crisis más profunda. Lo que está en crisis es el hombre mismo y, por ende, su forma de organizarse políticamente...

  • TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ

20/11/2019 05:00 am

Las quejas se han hecho, incluso, estadísticas, amén de literatura de ficción. Los estudios demuestran que los latinoamericanos no privilegian la democracia. Ya en alguna otra parte he dicho que la democracia es un sistema político formal que parte de la libertad y que, en consecuencia, es apenas un inicio. Uno de los asuntos centrales quizás está en el rol de los políticos, estos son los que ejercen la conducción de los asuntos públicos y el manejo de las finanzas comunes. La actividad política se ha ido desprestigiando: cada vez menos gente capaz se inmerge en la política. 

No hay ideas en el mundo de la acción pública, lo que queda es la administración común y rutinaria. La experiencia venezolana indica que ese desapego es una de las causas por las cuales vivimos lo que vivimos. Los ciudadanos no son más que individuos exacerbados que no miden las posibilidades de afectación que tiene sobre su entorno egoísta la apatía hacia lo colectivo. 

La crisis política es un aspecto o una faceta simple de una crisis más profunda. Lo que está en crisis es el hombre mismo y, por ende, su forma de organizarse políticamente. La democracia resiste y lo hace, para paradoja de los extremistas, en pasos como los de la unidad europea, aunque en el interior de esos países los ciudadanos no se distingan en mucho de los demás, en cuanto a aburrimiento, a cansancio, a automatismo. Aún así el poder de decisión, la real posibilidad de elegir o de cambiar la dirección de un país, siguen sujetos a la imaginación desarrollada en el campo de la política. La democracia, como todo, es un labrantío donde la capacidad inventiva debe estar siempre presente, sobre todo si partimos de la conclusión clara de que el mundo no puede ser perfecto (la muerte de la utopía) y que el camino está en su búsqueda permanente. 

Hay y habrá sobresaltos. La crisis produce brotes totalitarios. No hay tiempo para pensar ni es productivo hacerlo. O quizás sea más fiera la conclusión: a poca gente le interesa devanarse los sesos en las formas posibles de organización social. Una de las conclusiones obvias es que necesitamos más que nunca de la democracia, en estos tiempos en que no se consiguen ideas y gobernar se ha convertido en una tarea para mediocres. 

teodulolopezm@outlook.com
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