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¿Estamos atrapados?

Como todo charlatán, tipo Perón, repetía que actuaba a nombre del pueblo mientras embestía contra las normas liberales y separación de poderes para imponer “las suyas propias”

  • MIGUEL BAHACHILLE

18/11/2019 05:00 am

Es necesario remover parte de la historia reciente para no dejar de lado ciertos factores de la vida pública que expusieron sus programas particulares para apoyar a Chávez en 1999 a sabiendas que nunca ocultó sus modos imperiosos manifiestamente fascistas. La tóxica mezcla populismo-fascismo recibió el beneplácito de editores, empresarios, medios de comunicación, “astutos capitalistas” y obviamente del pueblo que esperaba los beneficios derivados por “su aporte redentor” a “la revolución”. No se oyó el diagnostico de genuinos demócratas que desde el principio denunciaron cómo esa la concepción “de lo nuevo”, bajo asesoría de Fidel, provocaría una intensa campaña contra la democracia. El resto de la historia es bien conocida.

La oferta
Chávez repetía una y otra vez que sólo un liderazgo fuerte y popular “con visión de futuro” salvaría a Venezuela de la pobreza. Los contenidos de su oferta eran parte de una grafía populista que el elector compró persuadido que las “nuevas ideas revolucionarias” trazadas por el nuevo mesías encarnaban “por fin” lo que el pueblo quería: salir de la pobreza yendo contra las élites económicas. Como todo charlatán, tipo Perón, repetía que actuaba a nombre del pueblo mientras embestía contra las normas liberales y separación de poderes para imponer “las suyas propias”. Montado es su popularidad inventó una constituyente para eternizarse en el poder y borrar “las molestas trabas institucionales”.

¿Qué hizo?
Chávez, “indultado” por el sistema judicial de entonces por graves delitos contra la República, llega a la presidencia por vía electoral arguyendo una intensa cruzada de propensión violenta y profundamente antidemocrática. Sectores importantes compraron aquella oferta fascista mientras él arremetía cínicamente contra el mismísimo orden institucional que lo perdonó. Ofuscado por su egocentrismo, se creyó único y digno representante del pueblo venezolano y hasta de la probidad de toda la familia latinoamericana. Su sucesor, contagiado de ese mal y no obstante la terrible crisis socioeconómica del país, también cree representar la integridad del sentimiento nacional. “Los otros son la antítesis del patriotismo venezolano”. “Yo sólo me basto”.

¿Qué tenemos hoy?
Un país violento con propensión dictatorial propiciada por “el eterno” para emancipar al país del “liberalismo derechista”. Sin embargo no se logra abolir la experiencia democrática del venezolano, ni siquiera en menores de 20 años, para reemplazarla por un precepto turbulento que sólo ha traído hambre, incertidumbre e inflación. No obstante ello el régimen insiste conducirse con técnicas marxistas para impedir el surgimiento de cualquier rasgo liberal que atente contra lo erigido por “el eterno”.

“Las ventajas”
En sistemas totalitarios se puede amordazar la pluralidad, combatir la estructuración de la sociedad civil; borrar las diferencias entre lo público y privado; extirpar el sentido de ciudadanía para imponer “liderazgos divinos y mesiánicos”. Sin embargo transcurridos 20 años “de control”, el régimen no ha podido ni podrá borrar la traza democrática instituida en los tuétanos del venezolano.

¿En qué punto estamos?
En Venezuela se percibe una batalla nada ideológica “sino práctica” entre los mismos fiduciarios del régimen. Se zarandean unos a otros para ostentar el título de “auténtico revolucionario” como sí ello contribuye a la resolución de los graves conflictos del país. No se dan cuenta, o no les interesa observar el padecimiento de millones de venezolanos. Mientras prosigue la revolución de la pobreza y de destrucción, los desertores chavistas denuncian, los apartados emigran, “los sufridos” callan, los ortodoxos soportan, los vivos se enriquecen, los malogrados se esconden mientras millones de venezolanos dentro y fuera del territorio viven desconcertados porque no avizoran “la salida”.

¿Qué hacer?; si la mayoría de los demócratas no se concierta en un plan de acción unido y efectivo, no enunciativo, la crisis se acrecentará en la misma proporción que lo hace pasividad oculta o explicita.

miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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