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India, China y Trump

China y Estados Unidos están adentrándose en una era de Guerra Fría y la posibilidad de un eje Moscú-Pekín comienza a cobrar forma. A estas alturas es claro que la disonancia terminó prevaleciendo...

  • ALFREDO TORO HARDY

13/11/2019 05:00 am

China e India han oscilado durante años entre factores de consonancia y disonancia. Entre los primeros encontramos una historia que desde el pasado distante ha sido productiva, incluyendo la difusión del budismo en China a partir de la India. Más aún la similitud de sus procesos históricos no encuentra parangón. Durante 1.800 de los últimos 2.000 años sus economías resultaron las mayores del planeta. Para 1750 su PIB combinado representaba todavía el 57,3% de la mundial. Bajo el impacto del colonialismo, sin embargo, ambas naciones habrían de sufrir traumas superlativos y sus economías habrían de achicarse radicalmente. Para 1900 el PIB combinado de China e India alcanzaba apenas a 7% del global. 

No en balde ambos países jugarían un papel protagónico en los procesos de descolonización y en el emerger del movimiento de los No Alineados en la Cumbre de Bandung de 1955. Más aún, dichas naciones se proyectan hacia el futuro con fuerza indetenible y con una inmensa potencialidad de complementariedad económica. Las proyecciones apuntan a que en 2040 estos países representarán el 40% del mercado global, mientras que el PIB conjunto de sus economías alcanzará al 52% del mundial. Para esa fecha, se estima que China e India serán las dos mayores economías del planeta. Ello haría del predominio económico occidental un simple paréntesis en la historia multimilenaria de la humanidad. Nada tiene de extraño, por consiguiente, que desde hace algunos años se acuñase el acrónimo Chindia para referirse al impacto de esta conjunción económica potencial. 

No obstante, junto a los factores de convergencia han estado también los de divergencia. Estos últimos se expresan en los campos de lo limítrofe y de la geopolítica. China e India mantienen diferendos territoriales en las regiones de Aksai Chin y Arunachal Pradesh que conllevan a altas tensiones periódicas y que en 1962 las condujeron a una guerra limitada entre ambos. Los estrechos vínculos entre Pakistán y China, de su lado, son vistos como una amenaza por India, quien a la vez ofende profundamente a Pekín por el asilo que brinda al Dalái Lama y por las actividades que el “gobierno en el exilio” de Tíbet realiza desde la ciudad india de Daramshala. A estas disonancias ha venido a sumarse en años recientes una adicional que ha generado altos decibeles de desconfianza y temor por parte de India. 

Pekín se encuentra en proceso de construir una flota de guerra de aguas azules que incluiría cinco o seis portaviones para el 2030. De hecho, dispone ya de dos portaviones, de 20 cruceros y destructores y de 23 fragatas. Ello en adición a estar construyendo la mayor flota de submarinos del mundo. Una parte importante de su armada de aguas azules buscaría posicionarse en el Océano Índico, por donde circula el petróleo que importa, así como parte fundamental de su comercio internacional. Ligado a lo anterior, Pekín se ha abocado a la construcción de un conjunto de puertos alrededor de la India. Se trata de los de Kyaupyu en Myanmar, Chittagong en Bangladesh, Gwadar en Pakistán y Hambantota en Sri Lanka. Según señalan importantes analistas, la intención final de China sería transformar a los mismos en puntos estratégicos para la instalación de bases navales chinas. El efecto combinado de las ambiciones chinas de desplegar una flota de guerra por aquellos mares con dichos desarrollos portuarios, se ha convertido en fuente de inmensa inseguridad para India, quien comienza a sentirse rodeada.

El que la consonancia o la disonancia prevalecieran asumía inmensa importancia geopolítica. Ello en la medida en que China y Estados Unidos están adentrándose en una era de Guerra Fría y que la posibilidad de un eje Moscú-Pekín comienza a cobrar forma. A estas alturas es claro que la disonancia terminó prevaleciendo entre China e India y que India se ha sumado al esfuerzo por contener el avance de China. Conjuntamente con Estados Unidos, Japón y Australia, India ha pasado a formar el llamado “Quad”. Dicho término es una contracción de la palabra inglesa Quadrilateral (cuadrilátero), con la cual se alude a la conjunción de esos cuatro países en el esfuerzo por frenar la expansión geopolítica china. 

India asume así una importancia geopolítica clave para Washington. Sin embargo, siendo Trump quien es, ha pasado a privilegiar los aspectos comerciales de la relación de su país con India, que la convergencia geopolítica. Bajos tales circunstancias, ha venido atacando duramente a Nueva Dehli, argumentando que los productos estadounidenses están siendo injustamente limitados en su ingreso a los mercados de ese país. En tal sentido ha amenazado con la posibilidad de una guerra comercial, que ya pende en el aire cual espada de Damócles. El resultado de sus acciones ha sido el surgimiento de una actitud de mucho resentimiento contra Washington, por lo que se considera como la búsqueda de una sumisión incondicional de la India. Ello amenaza con echar por tierra el objetivo común de contener a China. 

altohar@hotmail.com
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