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En conciencia

Prácticamente nadie pondría en duda que el “primer y fundamental deber de la ética médica es procurar la confianza y hacerse merecedor de esta"

  • JOSÉ ANTONIO GÁMEZ E.

09/10/2019 05:00 am

“Nuestro moderno idealismo profético es mezquino porque ha sufrido un persistente proceso de eliminación. Debemos pedir cosas nuevas porque no se nos permite pedir cosas antiguas. Esta postura general se basa en la idea de que hemos conseguido todo lo bueno que se podía conseguir de las ideas del pasado. Pero no hemos sacado de ellas todo lo que de bueno contienen, y quizás, en este momento, no estemos sacando nada. Y aquí la necesidad es una necesidad de libertad total, tanto para la restauración como para la revolución”. ( G.K. Chesterton)

En un reciente articulo publicado en el Journal of Medical Ethics (Rhodes R. J Med. doi:10.1136/medethics-2019-105621) se plantea la tesis que la ética cotidiana y la ética médica son incompatibles. En un caso particular de distanciamiento, entre la moral pública y la moral individual. Se llega a una conclusión que sin duda tiene visos de evidencia: hace falta una nueva aproximación a la ética médica.

No moral común
“La ética médica es interna a la profesión: Es construida por la profesión y para la profesión y necesita ser continuamente criticada, revisada y reafirmada por la profesión.” Afirma Rhodes en su artículo. Una declaración que hace cuestionar lo más profundo del ser y quehaceres humanos. Y dentro de estos, del quehacer médico. Si la medicina no es para servir al ser humano total, enfermo o no, pierde sentido y profundidad. Si el quehacer médico está supeditado a una deontología impuesta, el profesional pierde la capacidad de hacer lo que quiere. Únicamente hace lo que debe.

Prácticamente nadie pondría en duda que el “primer y fundamental deber de la ética médica es procurar la confianza y hacerse merecedor de esta. El segundo deber de la ética médica es la responsabilidad fiduciaria de la medicina. Que los profesionales médicos deben usar sus conocimientos médicos, habilidades, poderes y privilegios para el beneficio de los pacientes y la sociedad”.

Sin embargo, esta afirmación deja de lado un principio de sentido común: nadie puede dar lo que no tiene. Sin libertad, y muy especialmente sin libertad de conciencia, de pensamiento y de credo. Se hace muy difícil alcanzar verdaderos conocimientos y habilidades. Cuando actuamos por imperativos externos o nos convertimos en individualistas absolutos, sin ningún tipo de arraigo. O terminamos como esclavos. Dos posibilidades que se identifican, porque al final la alternativa es siempre ser hijo o esclavo.

Si el profesionalismo, entendido como capacidad técnica entra en contradicción con la posibilidad de hacer daño, estaríamos cuestionando la necesidad de toda actualización o renovación técnica. Si las creencias y pensamientos no tienen cabida en el quehacer médico, tendríamos que hacer desaparecer todo el edificio institucional en el que desarrollamos nuestro trabajo. Dentro del estado social de justicia, que dejó al garete el estado de derecho.

Moral de esclavos
Frente a la posibilidad de una libertad total, se nos ofrece la alternativa de una profesión exitosa. Cualquier iniciativa debe estar supeditada, a las elecciones que nos ofrece el mercado. Nada tiene cabida si no entra en la dinámica de la oferta y la demanda. Siempre y cuando cuente con la aprobación de las entidades públicas o privadas, que regulan la sanidad del sistema. La primera pregunta se refiere a lo permitido, no a lo bueno. Lo bueno, lo bello y lo verdadero quedan al margen de cualquier consideración profesional. Un imperativo que desliga el querer del deber.

Un verdadero signo del grado de libertad al que hemos llegado, se basa en la posibilidad o no de la objeción de conciencia. No haría falta hacer referencia a famosos objetores de conciencia y sus heroicas gestas, para defender la necesidad de este derecho humano. No parece en la cultura dominante, ni en la mandante, que tenga cabida una comprensión sincera de la necesidad de la objeción de conciencia. Cada vez es más frecuente la imposibilidad legal, y hasta física, para oponerse en conciencia a un acto médico.

Especialmente útil donde los autoritarismos de cualquier índole, pretenden colonizar hasta el fuero interno. Paso al verdadero totalitarismo. Aunque todo indica, que el único paso necesario es a la libertad. El imperio de la eficacia, y el de la eficiencia, necesitan seguridad sin quiebres. De resultados, rápidos y económicos. El primer lugar en la lista de pendientes para el éxito.

Pueden establecer un gran relato, sobre las bondades del capitalismo chino. Las maravillas que el mercado logra, en el comportamiento de los ciudadanos orientales. O el crecimiento de los gigantes y tigres asiáticos, en materia económica. Todo objetivamente resuelto. Nada fuera de la estructura mental del mercantilismo racional. Sin embargo, lo único que nos seguirá protegiendo de los fundamentalismos, también de los fundamentalistas ilustrados, es la libertad de conciencia.

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