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Ensueños desmembrados

Un grupo minoritario de la oposición separado de la Mesa de la Unidad Democrática y formado con políticos de valía por su trayectoria republicana, plasmaron un acuerdo basados en 6 puntos...

  • RAFAEL DEL NARANCO

21/09/2019 05:00 am

El mal actual de Venezuela no puede describirse en un volumen de la Enciclopedia Británica ni en unas cuartillas con las atestiguadas palabras de “sangre, sudor y lágrimas” al socaire del país hendido. 

En diciembre de 1998 Chávez obtiene la presidencia envolviendo su figura en una batahola de ilusiones. El 2 de febrero juró la Constitución de 1961 a la que denominó “la moribunda”. Tras la parafernalia en el Congreso, partió raudo hacia el Palacio de Miraflores y comenzó a espolear su figura hacia una meta: ser la reencarnación de la nueva patria bolivariana. 

Con su advenimiento había fenecido un tiempo ajado y revoloteaba otro nuevo; hoy, a 21 años del suceso, y ante una revolución imbuida en un poder exangüe, el país se halla corrosivamente macerado de resentimientos, y lo más sombrío: sin perspectiva de reconciliación nacional. 

Las pronunciadas palabras de “Unidad, Lucha, Batalla y Victoria” pronunciadas cuando retornó del hospital de La Habana el 7 de diciembre de 2012, ciudad a la que tuvo regresar tres días después ante el incremento de la enfermedad que padecía y que le llevo a la muerte, no se cumplieron. 

La historia efectiva debería ser, y lo recordaba el moralista Joseph Joubert, el retrato de una época. Si se limita a ser solamente los matices de un hombre o la acuarela de una vida, mostrará la verdad a medias. 

La Venezuela actual sigue soportando los desbarajustes de los años del caudillo llanero, y aquellos que estaban a su lado o los de ahora mismo, no supieron, o no se aventuraron -en respeto a la figura absorbente de Chávez- a tomar el rumbo debido. 

Haciendo una hipérbole comparativa sobre esto, sucede que personajes políticos a los que el destino envolvió en un halo de seducción y ciertos ramalazos de agudeza, terminaron convertidos en una especia de mesías a cuenta de que un pueblo ávido de hallar un “salvador”, se topó con el soldado al que la lectura desordenada le llenó la cabeza de ventoleras y aspas de molino. 

La historia es la que es, y no hay forma alguna de enmendarla. No obstante, en medio de esa consternación, quizás pudieran las generaciones futuras hacer atisbos de coherencia: comprender las causas de los procesos acaecidos y, en lo posible, aprender de las equivocaciones. 

El llamado “Socialismo del Siglo XXI” contenía una entelequia con desolado propósito: el “Estado–comuna” bajo un solo ideario y un único mando, en donde el ciudadano ha sido reducido al ostracismo. 

Es certero: el chavismo concluyó cuando desapareció el Comandante. Al día de hoy se intenta mantener su entablado con soportes de cartón piedra cuando la realidad subyacente es una y única: el país existe hundido, desencajado y asfixiado económicamente. Todo son remiendos y aprensiones, una huida hacia delante que apunta hacia ninguna parte. 

Con el militarismo incrustado en las neuronas, ninguna teoría sirve para comprender la situación que apabulla y lleva a cientos de venezolanos a convivir fuera de los límites del raciocinio. 

La obra teatral “Un enemigo del pueblo” de Henrik Ibsen -alegato relacionado con líderes que, igual al Jerjes de Heródoto, sólo escuchan las voces de los adulantes enalteciendo sus hipotéticas grandezas, mientras envían al ostracismo a los emisarios de la sinceridad- es un reflejo de la Venezuela de hoy, terreno en que los ineptos son elevados a los altos cargos para vegetar y desvalijar la nación a manos colmadas. 

El colectivismo a ultranza no solamente es descorazonador en su planteamiento ideológico, sino en su idea misma clavada de sublevación a la cubana, la isla que a más de 60 años de su organización marxista, mantiene cartillas de racionamiento, nula libertad, y una caterva de falsedades sórdidas con la sola intención de sojuzgar a un pueblo con palabras embotadas y aprensiones permanentes. 

Mantener en alto el diálogo urgente y necesario en esta tierra antiguamente de gracia, es tarea peliaguda que necesita predisposición y altura de miras. 

Los encuentros que se han venido realizando con poca o nula información son posturas para la galería, un saludo a trapo izado en el que la geopolítica retoza sus cartas centradas en promesas no concretas. Las reuniones en Noruega que el presidente encargado, Juan Guaidó, aceptó tras la oferta de Nicolás Maduro, y que el gobierno comunicó a través de los canales del Estado, demostraron ser puro papel de estraza, lo mismo que las efectuadas en Barbados, al no haber cenáculos directos entre las dos delegaciones. 

Ahora mismo, un grupo minoritario de la oposición separado de la Mesa de la Unidad Democrática y formado con políticos de valía por su trayectoria republicana, plasmaron un acuerdo basados en 6 puntos con Jorge Rodríguez, su hermana Delcy, Jorge Arreaza y Aristóbulo Istúriz que ha creado zozobra razonada. 

¿El resultado? En los próximos días o… en la hecatombe cercana.

rnaranco@hotmail.com
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