La noche de las dos lunas
En opinión de Ferrari, de una película necesaria para visibilizar diversos problemas. El asunto de la maternidad subrogada trae a la palestra planteamientos esencialmente humanos...
Se puso los anteojos de uno de los concurrentes, se envolvió, como si fuera una toquilla, en el foulard de la señora que estaba sentada junto a él y, repentinamente, el cineasta Miguel Ferrari quedó transformado en Elvira, una de las protagonistas de Ni que nos vayamos nos podemos ir, obra de Lupe Gehrenbeck , quien interpretaba a otro personaje instalada a su izquierda. Fue el cierre jocoso de un encuentro que tuvo lugar el pasado jueves, cuando ambos creadores respondieron a la invitación que les había cursado la Asociación de Periodistas Venezolanos en España, Venezuelan Press, para conversar a propósito de La noche de las dos lunas, que desde el día 30 se exhibe en diversas salas de esa nación europea.
Tanto Ferrari, director de la película, como Gehrenbeck, que en su calidad de co-guionista aportó a la cinta su experiencia de la maternidad y la visión femenina del tema, reflexionaron acerca de sus motivaciones para contar esa historia, inspirada en un episodio real que tuvo lugar en Italia: el accidental intercambio de embriones entre dos mujeres que gestan tras una fecundación in vitro, con un componente adicional: uno de los dos embarazos se ve interrumpido.
Una película necesaria
Se trata, en opinión de Ferrari, de una película necesaria para visibilizar diversos problemas. El asunto de la maternidad subrogada trae a la palestra planteamientos esencialmente humanos: ¿Cuál es la verdadera madre? ¿La genética o la que gesta al niño? ¿Cuáles son los sentimientos de una mujer que sabe que alberga en su seno a un bebé que no es el suyo? Pone en luz, además, las indefiniciones y los vacíos que subsisten en el ámbito legal en torno a este asunto, así como la importancia que se confiere a la posibilidad de perpetuarse, de dejar huella, de eternizarse a través de los genes, cuando en realidad hay otros legados que constituyen también una forma de trascender.
Por su parte, Lupe Gehrenbeck enfatiza la necesidad de reformular un código ético de cara a las nuevas realidades que plantea el mundo contemporáneo, lo que se ve expresado en esta coproducción hispano venezolana, ya postulada en diversas categorías para los Premios Goya 2020 en su calidad de película española, pero con la particularidad de optar también al premio como mejor película Iberoamericana a través de la postulación efectuada por Venezuela.
Ferrari destacó el aporte que históricamente han realizado los actores al cine venezolano, trabajando a cambio de honorarios muy por debajo de lo que en teoría hubiera debido corresponderles. En el caso de La noche de las dos lunas, muchos tuvieron que trasladarse a Venezuela desde el extranjero, costeando los pasajes de sus propios bolsillos.
Aunque en principio se habían adelantado gestiones para filmar la película en Praga, cuya luz azulada entusiasmaba al director para narrar la historia, Ferrari explica que Caracas resultó finalmente una ciudad idónea por compendiar las dos realidades que requería la historia: la urbana y la rural, esta última representada por Galipán. Ofrecía, además, el teleférico como opción para resolver el instante de las dos lunas, en el que las protagonistas tenían que estar recluidas en un mismo espacio desde el que se pudiera observar el fenómeno celeste. La secuencia tuvo que ser filmada dos veces para garantizar que guardara la misma óptica que el resto del film, sin discordar con el resto de la cinta.
El conversatorio de Venezuelan Press puso en evidencia cómo, sobreponiéndose a diversas dificultades, es posible congregar voluntades para realizar producciones de primerísima calidad que conjugan talento, formación y ganas.
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