Egoísmo, ignorancia y ceguera
El egoísta sólo ve un barco como un espacio del que puede beneficiarse. Claro que olvidándose del equilibrio natural de ese espacio y de las leyes que lo conforman.
En Venezuela estamos muy sumergidos en nuestro pequeño cuadro de seguridad. Se delega la responsabilidad en los líderes para que resuelvan nuestra crisis, eso es egoísta, estamos concentrados en lo propio, pese a la crisis, damos la espalda cuando el protagonista de esta historia lucha por el bienestar de todos.
El egoísta sólo ve un barco como un espacio del que puede beneficiarse. Claro que olvidándose del equilibrio natural de ese espacio y de las leyes que lo conforman. Y si el barco atraviesa una tormenta que ponga en peligro su existencia sobre la superficie del mar, el egoísta sólo se preocupará de su propia supervivencia y de sus “bienes personales”, no teniendo en cuenta que en el barco van más seres humanos y que la colaboración entre todos puede salvarles la vida.
Se olvida de que es una criatura diseñada para vivir en unidad, en unidad con las demás criaturas y con el entorno natural en el que se mueve. Si miramos a nuestro alrededor sólo vemos hombres y mujeres inmersos en sus burbujas egoístas. A veces esas burbujas se asocian bajo un mismo fin u objetivo egoísta, pero siguen siendo burbujas, aisladas y ajenas a lo que les rodea. Y su final es el mismo para todas.
Somos criaturas diseñadas para vivir en unidad en un entorno diseñado por la Unidad como Ley Superior de la Vida. Por lo tanto, la supervivencia depende del grado de unidad que hayamos asimilado y de la unidad que manifestemos. Pero, incomprensiblemente, y aunque se admitan las bondades de la unidad, aunque se reconozca y se necesite, se sigue actuando de forma egoísta. El “bien” del individuo sigue prevaleciendo sobre el bien del grupo.
Se persigue la satisfacción personal, se busca el bienestar personal, se arriesga la vida y la libertad por absurdos sueños egoístas. Da la impresión de que la humanidad no aprendió nada, no creció nada, no avanzó nada y el egoísmo generalizado nos está conduciendo a la destrucción.
Ahora mismo es difícil encontrar un lugar en el planeta que no esté en peligro. Montañas, bosques, océanos, ríos, especies. Todo está sufriendo las consecuencias del egoísmo humano. Pero, y esto parece un mal chiste, quien más peligro corre es la especie humana. Aunque es lo que menos se comenta y lo que menos preocupa.
Tal vez porque el egoísmo produce ceguera, física y mental. Y entonces lo evidente no se ve. Pero no hay especie más amenazada ahora mismo que la humana, y es, con mucho, la que tiene un nivel más alto de degradación, de enfermedades y de extinción. Tal vez se vive en la creencia, motivada por el egoísmo, de que somos invulnerables, de que nada puede con nosotros, de que sobreviviremos siempre.
Tal vez nuestro barco territorial se hunda porque lo hemos agujereado y destrozado desde dentro. O tal vez ambas cosas coincidan en un tiempo y en un lugar del espacio del egoísmo y la prepotencia.
Si la vida es supervivencia, y eso implica cumplir unas determinadas normas y utilizar los recursos y las cualidades que figuran en nuestro diseño original, tales como el amor, la inteligencia, el control emocional, la conciencia de unidad, la capacidad de sufrir y de aguantar el dolor, etc., entonces estamos al borde de la extinción, porque cada generación es más débil, y porque lo que se respira en el ambiente es un “sálvese quien pueda”, lo más opuesto a un comportamiento inteligente. Egoísmo y supervivencia no son compatibles. Eso lo saben los verdaderos supervivientes.
¿Quién vive consciente de que su existencia aquí y ahora es una cuestión de supervivencia en grupo? ¿De que dicha supervivencia depende de cuidar a los demás, de cuidar el entorno? ¿De que lo que le falta a cada uno lo posee el otro? El egoísmo produce ignorancia y ceguera. Fuimos diseñados para vivir en unidad. Si queremos sobrevivir tenemos que luchar por comprender, conquistar y vivir esa unidad. Es el único camino que queda, en este barco llamado Venezuela.
A los que creen que Venezuela es un país por construir, no una herencia por saquear; aquellos que se esfuerzan día a día en su trabajo por ser venezolanos productivos que asumen la calidad como algo que se construye con las manos y la mente, no algo que se compra con dólares petroleros. Es preciso decirles que no desmayen.
En fin, es preciso hablar a los maestros y los padres que tienen fe, quienes a pesar de que no se valorice su tarea, aún creen que la educación es la principal labor de la sociedad porque a través de ella se reproducen las virtudes y se extirpan los defectos de los seres humanos. Construyamos un país con la justicia. Asumiendo que el interés de las empresas y personas por la ganancia no es una creación divina sino que es sólo una forma institucional de obtener los mejores incentivos para crear, producir y distribuir. Uniendo a los que tienen fe para retomar la fe en Venezuela.
@el54r
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