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El Gobierno del “Héroe del deber cumplido”

Guzmán Blanco teme perder el apoyo de la espada del “Tigre de Santa Inés” y por ello decide concederle el favor de nominarlo a la Presidencia de la República para el bienio de 1884-1886

  • JIMENO JOSÉ HERNÁNDEZ DROULERS

07/08/2019 05:00 am

El General Joaquín Crespo es el segundo militar que decide dejar el dictador Antonio Guzmán Blanco a cargo de la Presidencia de la República, mientras se ausenta en uno de sus viajes a Europa. El primero de ellos había sido el aragüeño Francisco Linares Alcántara y la decisión pudo haber significado el final del guzmancismo si al elegido no se le atraviesa la muerte en el camino.

A causa de aquella amarga experiencia se ve tentado el “Ilustre Americano” con la idea de colocar el Poder Ejecutivo en manos del abogado caraqueño Juan Pablo Rojas Paúl, pero Crespo no comulga con la idea de colocar un civil en el despacho de la Casa Amarilla, y así se lo hace saber a Manuel Antonio Matos, importante hombre de finanzas y cuñado del dictador, cuando, de manera casual y sin rodeos, le comunica que, si un civil resulta electo Presidente, él no prestará su espada para más campañas militares.

Este hombre forjado entre las llamas de la Guerra Federal en los llanos de Guárico, ha obedecido las órdenes de Falcón y Guzmán Blanco demostrando lealtad a la causa y se ha impuesto como jefe indiscutible de la región matando al Chingo Machado, a Solórzano y a todos los caudillos enemigos que han amenazado su poderío.

Guzmán Blanco teme perder el apoyo de la espada del “Tigre de Santa Inés” y por ello decide concederle el favor de nominarlo a la Presidencia de la República para el bienio de 1884-1886, es así como el General Joaquín Crespo llega a la más alta Magistratura Nacional.

Su primer gobierno se caracteriza por ser un período de gran pobreza, uno en el cual los venezolanos sufren múltiples calamidades gracias a un pésimo manejo de la administración, la desorganización de la hacienda pública, la plaga de langosta que diezma las cosechas en los campos y un tesoro nacional aporreado por el malgasto y la corrupción.

Durante dos años de su mandato constitucional, Crespo no propone proyectos a largo plazo, la construcción de nuevas obras, ni parece preocuparse por las necesidades de la población. Curiosamente, a pesar de todos estos males, logra ganarse la simpatía del ciudadano común y el país se siente contento, casi aliviado, por la diferencia de su estilo con el de su predecesor. A primera vista se puede apreciar que la actitud cordial, sencilla y amigable del llanero contrasta con la distancia que imponen los aires pomposos de presumido que caracterizan al General Antonio Guzmán Blanco.

Su porte físico y leyenda guerrera infunden el más profundo respeto. Es alto, de contextura gruesa e imponente, buen jinete y jefe profesional de caballería. Tiene ojos negros y una larga, densa perilla del mismo color que esconde el semblante serio de un hombre que tiene fama de cumplir su palabra, uno a quien no se le conocen vicios pues no bebe, no fuma y no juega ni tiene queridas. Sus Ministros y allegados le dicen “Señor Presidente” pero en calles y plazas de todo el país lo llaman “El Bemba” ya que su ancho y carnoso labio inferior es lo único que sobresale de su barba.

En sus años mozos se enamora y contrae nupcias con una llanera, mestiza, astuta y aficionada a la política, de nombre Jacinta Parejo y joven viuda del guerrillero Saturnino Silva. Con Doña Jacinta, a quien apoda cariñosamente como “Mi urraca” en la privacidad de la vida conyugal. Con ella consulta todas sus decisiones. Su mujer conoce el cuadro devastador de la guerra y está familiarizada con las intrigas y rivalidades de generación de guerrilleros que ha nacido de la guerra de los cinco años para sustituir a la de los ancianos próceres de la Independencia. Sus reflexiones son escuchadas con atención por el esposo y ésta funge como uno de sus principales consejeros políticos.

Sorprende la poca atención que le presta Don Joaquín a lo que opine la prensa y la gente sobre él. No le importa que lo llamen “Bemba”, “El guardián de la Presidencia ajena” o digan que sus nalgas calientan el trono del dictador. Tampoco se ofende cuando lo tildan de ignorante, simplón y campuruso, más bien se entretiene leyendo lo que publican los rotativos sobre su persona y piensa que sería una tontería perder el tiempo en clausurar los periódicos o encarcelar escritores.

Mientras políticos y periodistas empeñan sus horas en discutir el desconocimiento de la autoridad de Antonio Guzmán Blanco, Crespo hace caso omiso al movimiento reaccionario y, rindiendo culto a la amistad y su compromiso político con el compadre, le devuelve la Presidencia de la República.

El “Ilustre Americano” agradece el gesto recompensándolo con el título de “Héroe del Deber Cumplido”.

@jjmhd
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