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María Antonieta de Stefan Zweig

La mujer más famosa de la Revolución Francesa fue María Antonieta Josefa Johana de Austria, esposa del rey Luis XVI... “Es en la desgracia donde más se siente lo que uno es” dijo la reina

  • ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE

05/08/2019 05:00 am

La mujer más famosa de la Revolución Francesa fue María Antonieta Josefa Johana de Austria, esposa del rey Luis XVI quien fue llevado a la guillotina poniendo fin a una de las monarquías absolutas más sólidas del continente europeo. A los 12 años María Antonieta fue prometida por su madre al heredero de la corona de Francia, con quien se casó sin conocerlo a los 14 años. Cuatro años después se convirtió en la reina de Francia más acusada, y posteriormente más defendida de la historia. Sus acusadores le asignaron todos los vicios posibles, y sus defensores en la posteridad la catalogaron como la reina mártir. 

Para ayudarnos a ver la tumultuosa vida de María Antonieta en una forma menos apasionada, hay que leer la biografía que el austríaco Stefan Zweig escribió sobre ella. Zweig en su obra desmitifica al personaje, convirtiéndolo en una mujer de carne y hueso de “carácter tipo medio; ni demasiado inteligente ni demasiado necia; ni fuego, ni hielo; sin especial tendencia hacia el bien y sin la menor inclinación hacia el mal”. Sin embargo María Antonieta fue, porque así lo quiso el destino, la protagonista de uno de los dramas más emocionantes de la historia de Francia. Las tragedias no se nutren solamente de héroes y heroínas, también surgen de lo trágico “cuando a una naturaleza de término medio o quizás débil, le toca en suerte un inmenso destino”. 

Bajo esta mirada, María Antonieta sin la Revolución Francesa seguramente habría continuado viviendo tranquilamente una vida “como han vivido millones de mujeres de todos los tiempos; habría bailado, charlado, amado, reído, se habría adornado, habría parido hijos, y, por último, se habría tendido dulcemente en un lecho para morir sin haber vivido realmente según el espíritu del mundo de su tiempo” Zweig anota con agudeza que las mujeres y hombres extraordinarios, esos que tienen temple de héroes, están conscientes de su enormes capacidades y desean transformar el destino. Son responsables de sus sufrimientos, porque los ofrecen para lograr ser protagonistas destacados de la historia. Pero los personajes normales, esos que forman el común denominador de la humanidad, no cargan adentro ninguna intención de hacer historia, no quieren llevar bajo sus hombros esa responsabilidad. Prefieren vivir una vida pacífica lo más felizmente posible y sin sobresaltos. 

El destino entonces lanzó a María Antonieta, esa mujer corriente con el alma tibia ni buena ni mala, que era incapaz de medir sus capacidades, por encima de su normalidad sacándola del camino trivial para llevarla a un torbellino trágico que la convirtió en la reina más notoria que tuvo Francia. La historia utilizó al infortunio para arrojar a María Antonieta fuera de sí misma, transformándola de una niña mimada y una adolescente coronada, a una mujer madura con una grandeza de alma extraordinaria. “Es en la desgracia donde más se siente lo que uno es” dijo la reina poco antes de morir guillotinada en la plaza de La Concordia. 

Ese hado implacable de su vida que la arrojó desde su palacio con cien habitaciones en Versalles a una celda miserable en la “Conciergerie” de París, que le cambió un trono real por un patíbulo, que la bajó de una carroza dorada a la carreta del verdugo, develó toda la grandeza que estaba soterrada en su alma y que nunca hubiéramos podido ver sin el infortunio que la acompañó. María Antonieta supo al final combinar la mayor desdicha con una férrea entereza. 

Concluye Zweig que esa conciencia hizo crecer su carácter más allá de sí misma, y que en las últimas horas de su vida María Antonieta alcanzó por fin su verdadera magnitud trágica, “llegando a ser tan grande como su destino”

alvaromont@gmail.com
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