Mientras conversamos jugamos a Cómo están tus cosas, qué interesante eso que acabas de decir. Tienes toda la razón. Tu sabes cómo soy yo. Menos mal que tu me conoces. Por eso estamos como estamos. Mira quien viene por ahí. Yo al menos tengo agua. Salir y respirar son $20. Estos los compré afuera. Fumo solo socialmente. Septiembre es pasado mañana. Tu sabes. La situación país. Es que creciste, ese es uno que cree que está igualito. Qué bello my friend. Tu sabes, es muy difícil ahora. Bien, la verdad no me puedo quejar. Es que el idioma es un tema. Se lo toman a la ligera. Emigrar a una capital. Durará lo que tenga que durar. Y yo que llegué temprano para irme temprano. Cuánto te cobró a ti. Es que Caracas a pesar de todo no deja de ser. En mil cosas, ya sabes, hay que andar en mil cosas. Y en qué estás tú. Yo te voy a decir lo que le gusta a la gente. 

Cuando un país canta. Pocas veces me atrevo a ponderar públicamente cosas como estas, sobre todo cuando soy un melómano que se considera básico, lo digo desde una voz que habla de un modo apreciativo sobre la música que me gusta, que y cómo me mueve. 

Desde hace un tiempo que tampoco es corto, los coros de nuestro país, guiados por el Sistema de Orquestas, experimentan un ascenso cualitativo que suelo comparar con aquel momento en que la segunda generación de la Sinfónica Simón Bolívar deslumbró al planeta entero con Gustavo Dudamel a la delantera. 

El pasado viernes quienes asistimos al concierto LATINOAMÉRICA, un homenaje a Raúl Delgado Estévez, quien entre muchos haberes propuso a sus coros el conocimiento del rico repertorio continental del nuestro con el más amplio concepto de América, escuchamos en Quebrada Honda una interpretación de voces (en general y prometedores solistas) que prontamente minarán el campo de la Ópera en el mundo. Eso también se lo debemos a, entre muchos ejemplares, antiguos, dignos esfuerzos y sacrificios, a la Maestra Lourdes Sánchez que transmite con el desempeño de sus alumnos la vivacidad y esencia de la obra del Maestro José Antonio Abreu. ¡Bravo!

Ron con aroma de mujer. Por fin conocí a la Maestra Ronera de Venezuela, Carmen López de Bastidas, gracias a la invitación de Ron Carúpano en el La Oficina Restaurant. 

Apenas la conocí, le confesé que por mucho tiempo tuve como bebida el ron con refresco o sodas, y que hoy en día mantengo otra relación con la ingesta, es decir, que ahora tomo mucho menos ron. Con ternura oriental, peninsular, me dijo medio muchacheándome, “hoy va a aprender a beber ron”. 

En una de las estancias de la cata dijo que lloró cuando probó el ron que pertenece a la zafra de 1991, porque en su compleja delicadeza el sabor de esa barrica le transmitía lo que sentía por su país. Carmen López de Bastidas me conmovió por su amor al ron venezolano y la manera de expresar, de pedirnos que no olvidemos la importancia que tiene esa bebida para la identidad y la cultura patrimonial. 

También le pregunté cómo se sentía siendo la única mujer certificada como Maestra en Venezuela, que cómo llevaba esa singularidad y lo que pensaba del logro desde el género y me dijo con modestia que lo bueno es que ahora vienen más mujeres a diseñar el ron que beberemos en las próximas décadas. 

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