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La seguridad en formol

Se trata de una seguridad en la que individuos y organizaciones, se niegan a adoptar cambios en la gestión, aferrándose a esquemas que fueron útiles y hoy día no agregan valor

  • ALFREDO YUNCOZA

15/07/2019 05:00 am

Durante el desarrollo de una actividad académica de seguridad la cual facilité en Caracas, se entabló entre los socios de aprendizaje, lo que considero fue un enriquecedor intercambio de puntos de vista alrededor de los estilos gerenciales de la seguridad. Allí surgió un particular concepto, el de la “seguridad en formol”. Se trata de aquella en la que individuos y hasta organizaciones, se niegan a adoptar cambios en la gestión, aferrándose a esquemas que, si bien en su momento fueron útiles, hoy en día no sólo agregan un nulo valor, sino que entorpecen el alcance de la protección a los activos. Se logró en la reunión determinar preliminarmente aquellas características que tiene este nocivo estilo y las cuales paso a compartir. 

Éxitos lejanos. Conocer cuáles fueron las clave que permitieron alcanzar objetivos en el pasado puede agregar hoy en día un mínimo valor. Por ejemplo, la velocidad en la que cambia el entorno y el comportamiento de las amenazas exige revisiones, mejoras y adaptaciones constantes. Cuando el discurso del responsable de la seguridad está mayoritariamente basado en glorias pasadas, es un indicador de estancamiento, de que poco o nada se está logrando en el presente. No cabe la expresión “todo tiempo pasado fue mejor”. Una de las características de una gestión moderna y eficiente es la plena conciencia que las alternativas de solución tienen tiempos de vigencia breves. Lo que funciona hoy ya mañana puede no ser algo a considerar. 

Sólo yo. La gestión de la seguridad exige el trabajo en equipo, muchísimas veces de carácter multidisciplinario. Nadie es dueño de la verdad cuando se trata de la protección de los activos y mucho menos es posible pretender avanzar solamente como individuo. Aquellos que protegen su zona de confort y no se permiten explorar más allá de ella, tienen los días contados profesionalmente hablando. La falta de humildad en reconocer las fortalezas de quienes pueden ser nuestros aliados o el temor por ser sustituidos, generan una barrera donde la comunicación positiva, la sana camaradería y la colaboración ganar–ganar no prosperan. No es casual que grupos delictivos cada vez más concreten alianzas que les permiten crecer y tener mayor alcance. Solamente mediante la “convergencia de los buenos”, basada en el trabajo de varios, es posible crear un contrapeso efectivo. Definitivamente las estrategias fundamentadas en individualidades están destinadas al fracaso. 

Mirarse el ombligo. Quedaron muy atrás los tiempos en los que sólo teníamos que preocuparnos por lo que sucediera “puertas adentro” de las organizaciones. Se debe estar atento a lo que sucede “puertas afuera” y eso incluye no sólo el entorno inmediato sino lo que pueda estar en otras latitudes incluso internacionales. Subestimar los múltiples efectos de la globalización puede implicar altos costos a pagar muchas veces en breves lapsos de tiempo. Desarrollar una visión que permita detectar señales de las amenazas permite minimizar la probabilidad que los riesgos se materialicen. Esto sólo es posible cuando se tiene conciencia que las fronteras como tradicionalmente se conocían ya no existen, por tanto, los desplazamientos de lo bueno pero también de lo no tan bueno es menos complicado y más dinámico. 

Reactividad. La falta de planificación está plenamente identificada con la expresión “como vaya viniendo vamos viendo”. Existen varias explicaciones a esta actitud y entre ellas está el poco valor que se le otorga al tiempo como recurso en la gestión. Por tanto, es común que derroche el propio, sino que influya negativamente en quienes están de alguna manera relacionados con sus actividades. Así mismo, al momento de tener que gestionar crisis se hace evidente su escaso aporte como factor de éxito ya que la improvisación es lo que se tiene en mente. 

No a las cifras. Muy vinculado con el punto anterior está lo que tiene que ver con indicadores de gestión y todo aquello que pueda medir la eficiencia. Cuando se trata de cuantificar surgen excusas y actividades de último minuto que no permiten estar presente o remitir los entregables. Al final, son artilugios que no van a tener efectos duraderos ya que las organizaciones eficientes exigen justificar cada actividad, más aún cuando los recursos son escasos. Si bien existen reconocidos métodos cualitativos que nos dan luces sobre los avances, los métodos cuantitativos jamás pueden apartarse. La gestión a la deriva es la crónica de una muerte anunciada. 

Límites al conocimiento. El conformismo con lo que ya se sabe es tan dominante que se transforma en una máscara y no permite ver no solo las ventajas sino la necesidad de mantener actualizados los conocimientos. Por tanto, su mundo es más pequeño y su influencia en el entorno más imperceptible. 

No se trata de irrespetar a personas o estilos que han sido predecesores de la industria de la seguridad. Se trata de no hacerlos omnipresentes y sobrevalorarlos en los actuales tiempos. 

ayuncoza@gmail.com 

Twitter: @alfredoyuncoza
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