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Páez: Héroe y caudillo

El héroe se transformó en caudillo. Si hoy los venezolanos seguimos buscando ese “hombre fuerte” que le dé solución a las demandas sociales, seguiremos construyendo caudillos como Páez...

  • REINALDO ROJAS

24/06/2019 05:00 am

En la historia de la Independencia Hispanoamericana, José Antonio Páez brilla con luz propia. No sólo ganó batallas extraordinarias sino que logró incorporar a los llaneros a la ruta liberadora como factor decisivo en el éxito de la lucha independentista. Mientras Boves puso a los lanceros en favor de la Monarquía y en contra del liderazgo independentista, Páez los colocó al servicio de la Emancipación, haciendo posible el éxito de la Campaña Libertadora de la Nueva Granada, que iniciada en Mantecal el 26 de mayo culminó con el triunfo de Boyacá el 7 de agosto de 1819. Hace exactamente doscientos años. 

Por eso, al conmemorar esa gesta heroica, cómo olvidar a Páez y a los ejércitos llaneros que la hicieron posible. De las Queseras del Medio a Boyacá, pasando por el Pantano de Vargas, donde se hizo leyenda Juan José Rondón. Era el llano y los llaneros incorporados a la Emancipación de Venezuela y de la Nueva Granada, entre el Apure y el Casanare, llanuras donde forjó su espíritu guerrero el catire Páez. Sin embargo, en la Historia Patria venezolana –especialmente la oficializada por el discurso de Hugo Chávez como Jefe de Estado– la figura de Páez ha quedado reducida a un antihéroe. ¿Por qué esa doble condición de Páez? 

Para abordar este tema, conviene diferenciar los diversos momentos que le tocó vivir. En primer lugar, su papel de fundamental importancia en nuestra guerra de independencia contra España (1810-1823); su rol como líder de la separación de Venezuela de la Gran Colombia, en 1830; su papel como caudillo, gobernante y jefe del Partido Conservador en el periodo que va de 1830 a 1848; su posición frente a la gran crisis política y social que vive el país entre 1849 y 1859 la cual llevó a la Guerra Federal (1859-1863) y la culminación de su vida pública entre Estados Unidos y Argentina, reconocido continentalmente como “Ilustre Prócer de la Independencia Suramericana”, título que le confiere el gobierno de Venezuela en 1867, antes de partir al exterior, hasta su muerte en Nueva York el 6 de mayo de 1873. 

Las dimensiones
Como puede apreciarse, son varias las dimensiones de esta figura de la historia venezolana. Pero un hilo las une. Su presencia en la vida política del país entre 1816, cuando se integra al gobierno provisional de Guasdualito, hasta 1867 que es cuando parte definitivamente al exilio. Del humilde comerciante de ganado nacido en Curpa, al guerrero inmortalizado en la Batalla de las Queseras del Medio; del Presidente de la República de Venezuela en 1831, al “César Democrático” transformado en el centro de la vida política de aquella Venezuela surgida de la guerra de independencia, en conflicto social permanente. ¿Cómo se explica esa transformación del héroe en caudillo? 

Bueno, allí está su vida y su obra. Lejos de ignorarla o reducirla a una consigna, merece estudio y reflexión, porque la suya es la historia de un pueblo y de una nación en su hora de génesis. ¿Por qué no se alineó con Bolívar en su proyecto de unión grancolombiana? La respuesta no es sólo individual, porque los líderes representan intereses colectivos. ¿Cómo fue que pudo transformarse en el caudillo omnipotente de Venezuela? Acostumbrados a utilizar la historia para emitir juicios, perdemos la oportunidad de analizar el pasado para comprender mejor el presente. ¿No ha vivido la Venezuela de las dos primeras décadas del siglo XXI la resurrección del caudillismo llanero? 

Interesantes hipótesis
Laureano Vallenilla Lanz, en sus polémicos pero bien fundamentados estudios de sociología histórica, nos ha dejado interesantes hipótesis para comprender el papel jugado por el llano y los llaneros en la formación del Estado Nacional venezolano. De allí viene su tesis del “Cesarismo Democrático”, con Páez como árbitro de una sociedad desgarrada por la guerra, sin sólidas instituciones republicanas, que sin su concurso como “hombre fuerte” iba camino a la catástrofe. 

A Vallenilla Lanz le interesó ahondar en la base social que sustentó ese siglo de guerras civiles que ahogó la vida del país entre 1814 y 1908. De aquel desorden permanente, desatado por la crisis de la Monarquía española en América, es que surge el “gendarme necesario” que ya Fernando Peñalver indicaba al referirse a Páez como el único capaz de contener “un pueblo compuesto de distintas castas y colores, acostumbrado al despotismo y a la superstición, sumamente ignorante, pobre y lleno al mismo tiempo de los vicios del Gobierno español y de los que habían nacido en los diez años de la revolución”. El héroe se transformó en caudillo. Si hoy los venezolanos seguimos buscando ese “hombre fuerte” que le dé solución a las demandas sociales, seguiremos construyendo caudillos como Páez, árbitros supremos de la república. 

enfoques14@gmail.com 

@reinaldorojashistoriador
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