Del Llano, y el llanero
En abril, los llaneros avístan el cielo sin cesar en busca de un aguacero, que hasta mayo no caerán los primeros. Con ellos, reverdecerá la llanura que volverá toda a la vida
Desconocido por la mayoría de venezolanos urbanos hasta que a sus hermosos parajes se atreven a adentrar, el Llano con sus extensas sabanas de pastos naturales es el paisaje predominante de la geografía nacional. Es el inmenso escenario donde se desarrolla desde hace casi 5 siglos, la cría de ganado de carne en Venezuela, cuyo asiento y unidad productiva característica son nuestros hatos llaneros.
En el Llano, la entrada y salida de aguas determinan la vida y la producción ganadera. En febrero mes de verano, las sabanas se calientan, los pastos se secan y el agua comienza a escasear, caminando cada vez el ganado en busca de pastos lejos de las aguadas. En marzo, el calor, los incendios de sabana y las tolvaneras confirman a lo lejos que la tierra está reseca. En abril, los llaneros avístan el cielo sin cesar en busca de un aguacero, que hasta mayo no caerán los primeros. Con ellos, reverdecerá la llanura que volverá toda a la vida. Es entonces “entrada de aguas” tiempo de parar rodeos y hacer las vaquerías, que no podrán postergarse mucho por el aniego. Para julio, el invierno llanero transformará totalmente el paisaje y las sabanas convertidas en inmenso mar, hasta finales de octubre en bongo se han de navegar. La “salida de aguas” es en noviembre y se completa para diciembre, mes primero del verano llanero.
Cautivado por el, como muchos tal vez siempre he pensado que amanecer en el Llano es despertar en la gloria. Y es que después de la larga y oscura noche, cuando aparece el sol y sus primeros rayos iluminan tras la bruma a la sabana, el paisaje llanero nos recuerda es la obra del Creador. Para ese entonces resulta obligado mirar de frente al sol que nos encandila anunciando con sus rayos de luz su apresto para dar vida a la llanura.
Del llanero, el hombre a caballo de nuestra llanura, observo que si el ánimo es soplo, alma, espíritu, voluntad, energía, valor, intención o esfuerzo, la buena animosidad lo caracteriza. Y es que sin ánimo ¿cómo podría sabanear y arrear ganado a caballo y trabajarlo toda su vida? Hasta en sus más simples actitudes, el buen ánimo y disposición del llanero se revelan. Por eso vale siempre emular al buen llanero, que apenas comienza el día, amarra y ensilla su caballo, para entonces quedar juntos prestos a salir al paso, al trote o al galope sabanero, apenas llama el trabajo.
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