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Presentes y ausentes

Frente al panorama de una nación que se desarma, resulta comprensible y hasta disculpable la evasión y la ausencia. Nadie desea, en sano juicio, ser testigo de lo que nunca debió pasar.

  • JOSÉ ANTONIO GÁMEZ E.

22/05/2019 05:00 am

“Concretamente <>, a pesar de su motivación abstracta, era la clientela particular del caudillo. Se estaba con la causa o contra la causa, lo que quería decir en otra de esas pintorescas fórmulas retóricas que usaron nuestros despotismos, que se era buen o mal hijo de la Patria. Y en la constitución práctica y efectiva de los jefes mucho más eficaz que las constituciones de papel que hacían los doctores, esa peligrosa calificación moral sin términos medios ni matices, daba o privaba de los derechos políticos. Un país inexorablemente dividido en buenos y malos, en amigos y enemigos de la causa no puede aspirar a una conciencia y a un destino espiritual común. Evadiéndose del presente -tan amargo-. Los venezolanos se habían convertido en los Narcisos de su tradición histórica” (Mariano Picón-Salas)

Es poco lo que podemos afirmar con exactitud. La confusión y la censura, nos mantienen en una situación de auténtica incertidumbre. Aunque pueda sonar a contrasentido. Para nosotros, desde hace bastante tiempo, “lo más seguro es quién sabe”. Mientras tanto la disolución social y la abulia económica nos consumen. Nada sencillo el poder enfrentar con entereza el momento que nos ocupa. Y es que “el momento” nos ocupa totalmente. El presente del que procura sobrevivir tiende a consumir el conjunto de las energías vitales. Hay poca oportunidad de recordar y proyectar.

Las formas de dominación, penetran la cotidianidad del ciudadano. La dinámica que busca cubrir las necesidades básicas copa los espacios y el tiempo. No hay ocasión para el ocio ni la diversión. La recreación es un lujo que muy pocos pueden disfrutar. Sin embargo, el talento y la creatividad siguen presentes. En los resquicios de las ruinas institucionales, siguen latentes la iniciativa individual y grupal. Nunca es posible coartar de tajo la libertad.

Ausentes
Frente al panorama de una nación que se desarma, resulta comprensible y hasta disculpable la evasión y la ausencia. Nadie desea, en sano juicio, ser testigo de lo que nunca debió pasar. La mentira, la trampa y el chantaje, resultan contrarios a nuestra naturaleza. La decisión de no querer participar ni como espectador de la destrucción, hace que se cuenten por millones los que se han ido. En muy corto tiempo nuestro principal producto de exportación es el talento humano.

No existe carencia ni escasez más difícil de resolver que la de personal técnico y profesional capacitado. Prácticamente todo lo demás se puede suplir en un tiempo relativamente corto. No hay manera de sustituir a cada profesional, artesano o artista que se ha visto obligado a abandonar su lugar de trabajo. Va mucho más allá de tratar de suplir con importados los lugares que dejan los criollos. Especialmente cuando el personal que llega, está mucho menos capacitado. Sin contar el periodo de adaptación y entrenamiento.

La humillación y el desprestigio al que, como política de Estado, se sometieron a tantos profesionales de diferentes áreas productivas, acentuaron la migración forzosa. Posiblemente donde más se siente esta ausencia, es en los médicos y en los educadores. Aunque no podemos dejar de lado lo que sucedió, muy tempranamente con los miembros de la industria petrolera. Las consecuencias de semejante fracaso, todavía no somos capaces de medirlas.

Presentes
Sería injusto y fantasioso afirmar que los buenos se han ido y solo quedamos los malos. Los menos capacitados, los que aportan poco. Tampoco es sensato decir que con los que se quedaron es posible poner en marcha el aparato productivo. Es obvio que tanto los presentes como los ausentes, somos todos necesarios para volver a la senda del crecimiento y la productividad. Nadie sobra y todos faltan. Contando, con todos los recursos materiales disponibles. Fundamentales para recobrar la infraestructura y la organización.

Es muy importante tener presente a los ausentes en la tarea de volver a comenzar. La presunción de que el futuro ya llegó. La desesperación de que no somos capaces de superar nuestro pasado. Son dos actitudes que nos alejan de los que no están. Tenemos que reconocer nuestra presunción de que todo es posible resolverlo desde dentro. Necesitamos y mucho la presencia de “los de afuera”. La única manera de volver a una realidad que apueste por el futuro, es haciendo presente a los ausentes. Tarea que requiere ingenio y creatividad, para generar condiciones que hagan posible el regreso. La vuelta al lugar de origen, del cual nunca se debió forzar la salida.

La presencia de los ausentes es necesaria para superar nuestra actualidad deprimida. Superar la invasión comienza por no ceder los espacios ganados. No entregar la labor cotidiana. Enfrentar la carencia y la escasez desde la serenidad del que permanece. No abandonar ni la tierra ni el trabajo. Estar dispuestos a asumir un nosotros en el que pueden caber todos los venezolanos, es principio fundamental del legado al porvenir.

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