Remedios Varo: 110 años de su nacimiento
LINDA D’AMBROSIO. A finales de 2018, concretamente el día 16 de diciembre, se cumplirán 110 años del nacimiento de una extraordinaria artista: la pintora Remedios Varo, una mujer poco convencional.
LINDA D’AMBROSIO
A finales de 2018, concretamente el día 16 de diciembre, se cumplirán 110 años del nacimiento de una extraordinaria artista: la pintora Remedios Varo, una mujer poco convencional.
Nacida en Anglés, España, estudió en la Academia de Bellas Artes de San Femando de Madrid, hasta que, debido a los numerosos incidentes que tenían lugar en su patria, comprendió la proximidad de la Guerra Civil Española y decidió trasladarse a París en 1934.
Posteriormente pasaría a vivir en México, en donde permanecería hasta su muerte, acaecida en 1963. En aquel entonces, muchos artistas veían en ese país la posibilidad de estudiar la cultura precolombina como expresión de lo ancestral, de lo primitivo, tema favorito del ideario surrealista. Cabe recordar la presencia de Bretón allí alrededor de 1938 y la Exposición Internacional del Surrealismo de la Galería de Arte Mexicano de 1940, una influencia de la que no escapó la genial pintora.
En sus obras aparecen a menudo elementos que algunos críticos han considerado reminiscencias de su infancia, como elementos arquitectónicos de su España natal o elementos vegetales propios de esa zona, como cipreses y encinas.
Del mismo modo, en sus pinturas se plantea un contraste entre lo perecedero, representado a través del estado de descomposición, de desorden, de decadencia que marca aquello que pinta, y lo inmanente, expresado a través de la matemática y la música, regidas por leyes universales. También los sólidos geométricos , que con frecuencia aparecen en sus obras, remiten a la regularidad, a la estabilidad y al orden cósmico.
Sus personajes, pálidos y alargados, suelen permanecer impasibles en medio de las realidades caóticas que los circundan. Las obras de Varo disponen complejas escenografías llenas de contenidos oníricos, de símbolos y de elementos primitivos, La más patente ilustración de este contraste se encuentra en La música (1956), donde un cataclismo parece sobrevenir mientras el protagonista permanece ajeno a la realidad que lo circunda, concentrado en ensartar diversos elementos en un pentagrama de metal.
Varo a veces representa delicadas figuras cargadas de una pasiva tristeza; otras, pinta híbridos que constituyen, al fin y al cabo, estadios intermedios en la transmutación de seres que se transforman en animales o en otros seres fantásticos, casi siempre alados, como en El jardín del amor y en Los hilos del destino.
En El encuentro, el pájaro asoma por entre los pliegues de la vestidura vegetal que lleva puesta uno de los personajes. Tras la puerta, de nuevo, un ave: un ser mitad-hombre, mitad lechuza, que tiene labios en lugar de pico, plumas en lugar de piel, y que se yergue sobre dos piernas humanas.
Este interés en las aves puede deberse a la naturaleza ambivalente de estos animales, que les permite tanto desprenderse del suelo cuando vuelan, como posarse en tierra. Esta posibilidad de pasar de un estrato a otro remite nuevamente a la mutación, a lo dual, a la continua transformación de las cosas.
Los lienzos de Remedios Varo están ejecutados con indiscutible destreza y con el decidido matiz personal que identifica a la autora. Una técnica impecable distingue su trabajo, caracterizado por las transparencias, por las atmósferas apasteladas, por la luz tamizada, por el dibujo perceptible, por el equilibrio y la armonía en la composición.
Remedios Varo constituye, en verdad, un hito dentro de la plástica latinoamericana. Sobresale por estilo y ejecución entre sus contemporáneos, y lega una obra que revela la sólida formación artística e intelectual de la pintora hispano-mexicana.