El ascenso del Dr. Juan Pablo Rojas Paúl
La conducta del Dr. Rojas Paúl no tarda en abrir campo para que en Venezuela vuelva a germinar la prensa libre y se comience a generar la reacción antiguzmancista
Antonio Guzmán Blanco decidió, después del quinquenio, imponer a sus amigos que estos lanzaran la candidatura del Doctor Juan Pablo Rojas Paúl, abogado caraqueño miembro de una distinguida familia de profesores de la Universidad y uno de sus más fieles Ministros.
La gente desprecia a Juan Pablo Rojas Paúl pues dice que tan solo es un títere del “Ilustre Americano”, dictador de quien ya se encuentra hastiada la ciudadanía tras 18 largos años de gobierno.
Desde el primer día de su gestión comienza el nuevo Presidente de la República a sorprender a todos con actos que producen simpatía entre la opinión pública. Suprime abusos de las fuerzas públicas, remueve de sus despachos a funcionarios odiosos y proclama la política de la concordia nacional. Además no cree en eso de los presos políticos y llama a los desterrados para que vuelvan al país. Todas estas decisiones lo colman de aplausos y le empiezan a ganar adeptos.
La conducta del Dr. Rojas Paúl no tarda en abrir campo para que en Venezuela vuelva a germinar la prensa libre y se comience a generar la reacción antiguzmancista, esa que se había interrumpido con la muerte del General Francisco Linares Alcántara en 1878 y la vuelta de Guzmán Blanco a la Presidencia de la República para el “quinquenio” y “La Aclamación”.
Desde su mansión en la Rue Copernic de París, el dictador ausente envía a diario cartas al Presidente de la República en las cuales critica sus acciones y censura su política, aunque también le anexa contratos que ha firmado en el exterior como Ministro Plenipontenciario para todas las cortes. Entre estos últimos figura una concesión de obras para ferrocarriles a nombre de su yerno el Duque de Morny y otra en la que se impone un banco franco-egipcio como órgano encargado de recolección de rentas en Venezuela.
-Este es el colmo de los escándalos y me rehúso a formar parte de semejante cháchara- piensa el Magistrado.
Rojas Paúl responde hábilmente la correspondencia de Guzmán Blanco pero desecha los contratos a los que este ha colocado su estampa. Para el “Ilustre Americano” eso de no cumplir con su voluntad en las concesiones al banco franco-egipcio y el Duque de Morny enciende su furia y se convierte en la gota que le rebosa la totuma. Es por ello que decide el Ministro Plenipotenciario y Universal de Venezuela enviar la renuncia de su cargo al despacho del Presidente, la cual fue aceptada.
La ciudadanía venezolana celebra el acontecimiento y aclama al Presidente de la República cuando este, en una alocución al país, sintetiza la política de su gobierno con la siguientes palabras: “Lealtad sin servilismo; Independencia sin reacción”.
En horas de la mañana del 26 de octubre de 1889 comienza a circular en la capital la noticia que a bordo de un vapor francés han llegado al país unos folletos elaborados por Guzmán Blanco contra el Presidente Rojas Paúl. Y que la publicación, más que agresiva y fuera de lugar, es insolente y de mal gusto, al igual que las dos estatuas que se ha mandado a construir para adornar las calles de Caracas.
Es un poco antes del mediodía que comienza el zaperoco en los alrededores de la Plaza Bolívar. Allí se reúnen jóvenes estudiantes que llaman a la población de la ciudad de los techos rojos a manifestarse contra quien aspira gobernar a la República desde Europa, tal como solía hacerlo el Rey de España en los años de la colonia.
La masa baja por una de las esquinas de la Plaza Bolívar en dirección a la Universidad y se detiene frente a la estatua ecuestre. Al grito de: -¡Viva la Republica! ¡Viva la Libertad! ¡Viva Rojas Paul!- enlazan con varios cabos los cuellos de la bestia y el jinete de bronce para echarlos por tierra. Los presentes descargan su rabia destruyendo el muñeco a palazos y las piezas quebradas desaparecen rápidamente del sitio, algunos los conservan como recuerdo de la histórica jornada mientras otros, más ambiciosos, los llevan directo a las casas de empeño.
El estruendo de la caída del muñeco ecuestre retumba por toda Caracas, atrae a los curiosos y hace que la manifestación crezca en cuestión de minutos. Las autoridades de la Gobernación poco hacen por contener las pasiones de la ciudadanía que inmediatamente opta por tomar la ruta hacia el cerro del Calvario. Para allá se dirigen con el objetivo de hacer lo mismo con la otra estatua, una enorme que posa sobre la cumbre de la colina y todos en Caracas conocen como “El Manganzón”.
La caída y destrucción de las estatuas del General Antonio Guzmán Blanco simbolizan el instante de su muerte política e inicio de una nueva era en la historia de Venezuela.
Jimenojose.hernandezd@gmail.com
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