El 23 de abril se conmemoró el Día del Idioma Español. Nuestra lengua es hablada por más de 570 millones de personas en el mundo. Para ser comprendido, este dato debe ser contextualizado en un mundo compuesto por grandes espacios civilizatorios coincidentes con sus respectivas religiones (substancia de códigos axiológicos, culturas), y lenguas de carácter universal y genérico. Así, someramente, el hindi y el chino son los idiomas de las sociedades budistas; el árabe, de las sociedades islámicas; y las lenguas romances se asocian a las sociedades cristianas occidentales, particularmente a las católicas, mientras que las protestantes se expresan mayoritariamente en inglés y en alemán.
Dibujado el contexto, situar al español en el lugar que le corresponde es el resultado de su comparación con las demás lenguas con que compite. En este sentido, basta observar que, con 570 millones, el español es la segunda lengua en número de hablantes, de los cuales 480 millones son nativos, siendo superada solo por el chino mandarín. El 7,8% de la población mundial habla español y el 7,7% de los internautas son hispanohablantes, convirtiéndose en la tercera lengua más utilizada en internet tras el chino y el inglés.
Puente facilitador
Las grandes cifras del idioma español contrastan con el lugar de segunda línea que ocupa en las Instituciones Europeas. La lengua es un puente facilitador de intercambios comerciales internacionales, y el español es un componente aglutinador para una comunidad de países que, de otro modo, difícilmente podrían justificar su comercio tal y como lo mantienen. Si España debe ser la voz de América Latina en Europa, su mayor peso debe verse también traducido en que nuestra lengua, la segunda lengua más hablada del mundo, pase a convertirse en la cuarta lengua de trabajo de la UE (tras el inglés, el francés, y el alemán). Los eurolatinos debemos hacer valer el lugar que le corresponde a nuestra lengua dentro del mundo occidental, comenzando por la Unión Europea.
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