Nuestras tareas hoy
Nuestros muchachos salen con elevados índices académicos de las aulas universitarias, pero con deficientes índices de desarrollo humano, lo que se traduce en grandes deficiencias de orden social...
Cuando observo la realidad y sus circunstancias no dejo de reprocharme la culpa que me corresponde en todo este orden de cosas como ciudadano. Me pregunto a menudo si habré hecho todo lo que estuvo en mis manos hacer para revertir en su momento el orden de las cosas; el sino trágico que hoy caracteriza al país. No soy político de oficio (a Dios gracias, porque el remordimiento sería mayor), pero como docente universitario con más de 30 años de ejercicio pleno (docencia, investigación, extensión, dirección, etc.), y como escritor, estoy inquieto frente a lo que en mi aula o en mis páginas, haya hecho o dejado de hacer.
Soy un convencido, y nadie me saca de esta obcecación que es huella en mi vida, que somos los padres de familia y los maestros a quienes nos corresponde, sobre todo, entregarles al país hombres y mujeres ganados para la civilidad, para la correcta interacción social, para el disfrute de los derechos que otorgan las leyes, pero también para la ejecución de los deberes que corresponden como tareas pendientes en torno de la necesaria hominización.
Cuando observo el país (cada cual es, por cierto, observador-participante de los procesos sociales, y nadie escapa a esta inefable tarea), veo con preocupación el cúmulo de fallas que se hace ya una montaña, y que en mayor o menor medida nos ha traído a la presente crisis. Como formadores sólo nos hemos preocupado en adiestrar a nuestros hijos y alumnos en tareas (meras técnicas y recetas) que les permita “ganarse la vida” sin mayores tribulaciones. En pocas palabras: buscamos que sean triunfadores, que se coman el mundo, que no tengan que pasar por los calvarios que caracterizaron las existencias de sus predecesores y preceptores. Y nos hemos olvidado en el ínterin, de los principios y de los valores.
Nuestra sociedad es por definición una tecnosociedad, y sus mecanismos y articulaciones nos impelen (sin que lo percibamos a menudo) a enrolarnos en tareas que son apenas meros engranajes de los procesos tecnocientíficos, y que suelen carecer de “alma” y de verdadero espíritu de lo humano. Es decir, nos convertimos en eslabones de procesos, y la vida nos va llevando como una rueda sinfín a repetir los mismos errores y caer en las mismas circunstancias: ni más ni menos, círculos viciosos.
Muchas veces, al analizar todas estas cosas, y al pararme frente a mis estudiantes me he sentido todo un farsante, ya que un programa, un pensum y una carrera “formatean” los procesos cognitivos para que los jóvenes salgan al “mercado laboral” (aquí ya fantasmal) a comerse el mundo, pero no los hemos formado para la vida misma y sus múltiples circunstancias. Nuestros muchachos salen con elevados índices académicos de las aulas universitarias, pero con deficientes índices de desarrollo humano, lo que se traduce en grandes deficiencias de orden social y planetario.
Nuestros jóvenes deben ser estupendos profesionales, eso lo entiendo desde mi función docente universitaria, pero también (y sobre todo), magníficas personas, extraordinarias personas. Deberían ser, en todo caso, gente ganada para la convivencia, para la tolerancia, para el respeto del otro (sin distingos de raza, sexo, ideología y religión), para la defensa del medioambiente y del planeta, para el amor incondicional, para el respeto familiar, para la felicidad. Deberían ser, en definitiva, personas ganadas para la vida en todas sus manifestaciones.
¡Complejas tareas tenemos por delante!
@GilOtaiza
rigilo99@hotmail.com
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