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Culto a la personalidad

Aprendamos del caso italiano: cada quien siendo libre de rendirle culto a quien guste, pero de forma privada, y no mediante una política de Estado

  • NELSON TOTESAUT RANGEL

07/04/2019 05:00 am

Los cultos a la personalidad son traicioneros. A quien se le veneraba ayer, se le puede repudiar en un mañana. Fundar una sociedad bajo la imagen de alguien, podría resultar estable en el presente, pero inestable en el futuro. Pese a ello, resulta común querer originar países bajo la imagen de un gran líder que “cohesione” un sentimiento social. Sin considerar que las generaciones cambian, y lo que algún día sirvió de piedra fundacional, podría ser el factor de su propia desintegración. 

Un ejemplo que me gusta es Ucrania, que llegó a tener en medio del esplendor soviético 1.320 estatuas de Lenin, y hoy le quedan 0. El cambio más radical se dio en la ciudad de Odessa, en donde el antiguo pedestal del líder soviético fue utilizado para la colocación de un Darth Vader. Alexander Milov fue el encargado de darle vida al antagonista de Guerra de las Galaxias, quien ahora mira fijo el Mar Negro. España es un caso similar, siendo escasos los monumentos de Francisco Franco. Cada día, se remueven los poquísimos vestigios restantes que hacían alegoría al Caudillo. El último –al menos hasta mi conocimiento– un soldado caído que reposa en el Castillo de Monjuic, Barcelona. Y el próximo 10 de julio, se espera la próxima exhumación de sus restos, que terminarán en Mingorrubio. 

Esta gran “victoria” española contrasta con Italia. La nieta del Duce, Benito Mussolini, repudió que se trasladaran los restos del Valle de los Caídos: “Yo a Franco lo dejaría donde está, pero por un respeto a los muertos”. Su declaración, quizá, responda a la condición de su abuelo, que descansa en Predappio. Pero, a diferencia del español, el Duce yace en una cripta familiar privada. Haciendo que este pequeño pueblo de unos 6.000 habitantes “viva” gracias a la peregrinación de nostálgicos. Nutriendo a los pocos establecimientos del lugar, que tienen una vida económica debido a quienes cada año van a prestar sus respetos al líder fascista. Al menos, hasta hace poco. 

El presente año, la familia Mussolini ha decidido cerrar la cripta familiar, haciendo que el pueblo perdiera 60% de su facturación. Quienes entablaban el viaje –unas 100.000 personas al año–, lo hacían exclusivamente para visitar la ahora clausurada tumba. ¿Los motivos? Los costos de mantenimiento. Su ingreso era gratuito y ahora se espera que pueda “autofinanciarse”. Es decir, se espera crear una suerte de “museo fascista”, un lugar de culto pago que haga oda a una ideología controversial. Evidentemente cada país funciona distinto. Mientras que España celebra la exhumación de Franco, en Italia se busca negociar la visita a Mussolini. Los líderes, que van y vienen, despiertan intereses en generaciones que nunca los conocieron. 

En Venezuela no nos resulta extraño esto, sobre todo cuando lo estamos viviendo. Después de la muerte de Hugo Chávez fueron erigidos una cantidad de monumentos a su imagen. No obstante, desde el 2017, varias estatuas han sido vandalizadas, pese a que el gobierno de turno sea quien las haya puesto en su lugar. Por lo general, estos actos destructivos se dan después de generarse un cambio de gobierno. En nuestro caso ha sido inmediato, haciéndonos pensar que, en la primera de cambios, hasta el Cuartel de la Montaña sería demolido. 

Este es el problema en crear cultos a la personalidad. No solo genera un gasto público, sino que también son factores de inestabilidad de un país. Ejemplos tenemos a lo largo de la historia, ocurrió con Alejandro Magno y también con Constantino. Cada vez que un proyecto se fundamenta en la imagen de un líder, su desaparición conlleva el final de aquello construido. 

La historia es cíclica y algo nos debería de enseñar. Por ello hay que apostar en las instituciones y no en las personas, debido a que las primeras están destinadas a trascender a las segundas, pensando así en las generaciones futuras y no en un cortoplacismo que no contribuye con la construcción de lo duradero. Y, en tal caso, aprendamos del caso italiano: cada quien siendo libre de rendirle culto a quien guste, pero de forma privada, y no mediante una política de Estado. 

@NelsonTRangel 

www.netrangel.com 

nelsontrangel@gmail.com
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